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La reforma urbana de Río de Janeiro: ¿hacia dónde van los pobres?

AutorRafael Soares Gonçalves
Páginas49-78
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La reforma urbana de Río de Janeiro:
¿hacia dónde van los pobres?
Los inquilinatos y la política higienista
de nales del siglo 
El n de la guerra del Parag uay (1865-1870) generó transformaciones consi-
derables en la sociedad brasileña. El consenso político de la élite blanca sobre
la cuestión de la esclavitud nalmente se quiebra. A hora, mostrándose favo-
rable a la abolición, la familia imperial i ntenta al mismo tiempo conservar el
apoyo del poderoso lobby esclavista de los productores de café, y responder
a las presiones internacionales y a las tensiones sociales internas que exi-
gían una pronta solución. Así, la abolición se hace blandamente, asegurando
la reorganización progresiva del aparato productivo, para que este pudiera
adaptarse al sistema salarial. Ese largo proceso comenzó por la concesión
de la libertad a los esclavos enlistados en el ejército para luchar en contra del
Paraguay, y se consolidó con la liberación de los esclavos de la corte y de la
nación,1 con la Ley de vientre libre de 1871 y, nalmente, con la Ley de los
sexagenarios de 1885. La princesa regente Isabel rmó nalmente, en 1888,
la Ley Áurea, aboliendo denitivamente la esclavitud en Brasil.
Por otro lado, la guerra había suscitado un boom manufacturero en
el país. Las necesidades generadas por aquella promovieron la expansión
de varios sectores económicos, especialmente el de la construcción naval y
el textil.2 Pero en lugar de incentivar la conversión gradual de los esclavos
libertos en mano de obra libre, el Estado, por el contrario, estimuló la inm i-
gración copiosa de europeos para sustituir la mano de obra esclava en las
plantaciones de café; lo que permitió la formación, poco tiempo después,
del “ejército de reserva” exigido por el aparato productivo en las ciudades.
La élite brasileña buscó “puricar” la raz a mediante el blanqueamiento de la
población. Las manumisiones en masa de los esclavos, el aumento de aquellos
1 Se llamaba n esclavos de la nación a a quellos que pertenecía n al Estado imperia l.
2 E. Lobo, L. Car valho y M. Stan ley, Questão habitacion al e o movimento operário, p. 26.
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Rafael Soare s Gonçalves
que vivían de ganho o de “alquiler”,3 y la llegada copiosa de inmigra ntes eu-
ropeos suscitaron un crecimiento sin precedentes de la población de Río de
Janeiro. Entre 1872 y 1890, esta se incrementa en casi el 90 %, mientras que
el número de viviendas creció tan solo el 62 % durante el mismo periodo.4
En consecuencia, los predios antiguos del centro de la ciudad se hacinaron,
principalmente los más precarios, originando los diversos inquilinatos de
esa área .5 La abolición de la esclavitud reforzó sobremanera ese proceso. La
población de los inquilinatos prácticamente se duplicó entre 1888 y 1890,
llegando a alcanza r las 100 000 personas, o sea, casi el 20 % de la población
de la ciudad.6 La lucrativa explotación de los inquilinatos ya se observaba
desde la segunda mitad del siglo . Era común que los propietarios de las
casas antigua s de Río de Janeiro alquilaran sus propiedades a un tercero, que,
mediante una pequeña inversión, construía allí pequeñas ca sas, o dividía los
cuartos existentes en minúsculos aposentos. El hacinamiento de esos pre-
dios le confería al arrendatario, o a veces al propio propietario, cuando este
explotaba directamente el inquilinato, márgenes de lucro extraordi narios.
A pesar de la expansión de la red de transpor te público a partir de los años
1860/1870, las clases más necesitadas no tenían cómo correr con los costos del
transporte, lo que las forzaba a apiñarse en los inqui linatos del centro de la ciudad.
La relación entre la localización espacial de las viv iendas y el mercado de trabajo
se explica por la precariedad de las relaciones de trabajo. La proximidad de ese
mercado se les imponía a los trabajadores jornaleros que necesitaban buscar
3 Se trataba de esc lavos que, al mismo ti empo que trabajaban pa ra sus dueños, podía n ser alqui-
lados temporalmente , y gozaban de una cier ta libertad. Por el hec ho de no vivir en la cas a de sus
dueños, ellos podí an ejercer activ idades para lelas. Como lo explic a Sydney Chalhoub, e se arreglo
también era interes ante para los propietar ios de esclavos, que, a l mismo tiempo que uti lizaban s u
trabajo, no tenía n que correr con los gastos para ma ntenerlos. Véase Sydney Chalhoub, Cidad e
febril. Cor tiços e epidemias n a corte imperial, p. 27.
4 Luiz César Q. Ribe iro, Dos cortiços aos cond omínios fechados: as for mas de produção de mo-
radia na cidade d o Rio de Janeiro, p. 164.
5 Si bien el término “inqui linato” era el más común, ha bía una multiplicidad de voc ablos para
designar ese t ipo de construcc iones (“fondas”, “casas de cu artos”...). Después de la demolición del
célebre inquili nato Cabeça de Porco (“Cabe za de Puerco”), ese térm ino también pasó a ut ilizar se
para designa r las precarias e in salubres casas colec tivas de Río de Janei ro.
6 E. Lobo, L. Carv alho y M. Stanley, Questão habitacional..., p. 28. En 1869, la población que
vivía en inqu ilinatos era aproxi madamente 21 929 personas, y en 1888 ya era de 46 680 person as.
Véase Antônio Marti ns de Azevedo Pi mentel, Subsídios para o e studo de hygiene d o Rio de Janeiro,
p. 186-187. Citado por L. A. Ca rvalho, Contrib uição ao estudo das ha bitações populares. Ri o de
Janeiro 1886-1906, p. 37.
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