Las revoluciones ecológicas de México - Historias de países, regiones y paisajes - Un pasado vivo. Dos siglos de historia ambiental latinoamericana - Libros y Revistas - VLEX 874419095

Las revoluciones ecológicas de México

AutorChris Boyer, Martha Micheline Cariño Olvera
Páginas35-56
35
CAPÍTULO I
LAS REVOLUCIONES ECOLÓGICAS DE MÉXICO*
CHRIS BOYER
MARTHA MICHELINE CARIÑO OLVERA
EN MÉXICO el Estado ha fungido como un mediador entre la sociedad y la
naturaleza. Esto no ha sucedido porque su fuerza y estabilidad le permitan
controlar las prácticas sociales o económicas de las personas, empresas o
entidades burocráticas dentro de sus límites territoriales. Tampoco se ha ca-
racterizado por ser un Estado poderoso capaz de dirigir el destino político,
económico y ecológico del país. Tal inuencia del Estado mexicano se debe a
que los gobiernos y vaivenes políticos han creado oportunidades para distin-
tos grupos de actores en diferentes épocas históricas, con profundas conse-
cuencias para la población nacional y su territorio. El Estado también ha
sufrido momentos de cambio radical, debido al arraigo del liberalismo mili-
tante en el siglo XIX, la revolución social de 1910 y el resurgimiento del libe-
ralismo desarrollador desde mediados del siglo XX. Las transiciones entre
una y otra época casi siempre han sido abruptas e imprevistas. En otras pa-
labras, el país no solo ha tenido una serie de revoluciones políticas, sino va-
rias “revoluciones ecológicas”, en el sentido que propone Carolyn Merchant:
cambios dramáticos en la manera en que las personas conciben y hacen uso
de su entorno y de los llamados recursos naturales nacionales1.
Esas revoluciones ecológicas surgieron en un contexto de creciente
—aunque discontinua— mercantilización de la naturaleza, y en condiciones
ambientales cada vez más precarias. No obstante, en muchos casos particu-
lares, han dado origen a usos sostenibles, e inclusive a nuevos usos sosteni-
bles, del territorio y de sus recursos.
A partir de 1854, cuando el Estado empezó a consolidarse, hasta nuestros
días, el territorio mexicano atravesó tres etapas coyunturalmente críticas que
desembocaron en revoluciones ecológicas: el movimiento político-liberal que
estalló en Ayutla en 1854, la revolución social de 1910, y la llamada revolución
* Para citar este capítulo: http://dx.doi.org/10.30778/2019.69
1 Carolyn Merchant, Ecological Revolutions: Nature, Gender and Science in New England, 2.ª ed.
(Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2010).
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verde, a partir de 1943, que presagió la época neoliberal que inició en 1992.
Ninguna acabó por completo con las anteriores condiciones ecol ógicas, socia-
les y políticas, pero sí generaron nuevas circunstancias para que varios sec-
tores sociales utilizaran los recursos naturales, concibieran las relaciones
entre los mexicanos y su entorno y, por lo tanto, fueran afectados por los
cambios en el medio ambiente. Cada revolución dejó huellas sociales y eco-
lógicas de larga duración, creando el contexto que provocó la siguiente. Pero
cada revolución también creó contracorrientes, es decir, dinámicas históri-
cas capaces de contrarrestar los efectos de la misma revolución, que en el
largo plazo se convirtieron en posibilidades inesperadas, para grupos e indi-
viduos, de valorizar y usar la naturaleza creando nuevas formas de organiza-
ción social.
El liberalismo decimonónico cimentó la hegemonía de la propiedad pri-
vada y abrió nuevas posibilidades de inversión que condujeron a la creciente
mercantilización de los recursos naturales. Por lo tanto, contribuyó al régi-
men de extractivismo neocolonial que caracterizó el régimen de Porrio
Díaz (1876-1911), es decir, el saqueo de minerales, agua, bosques y petróleo
por parte de intereses predominantemente extranjeros. La revolución social
reorganizó la tenencia de la tierra y permitió nuevos usos sociales de esta,
aunque no erradicó la propiedad privada ni el uso intensivo de los recursos
naturales. Estos tuvieron una nueva etapa de aprovechamiento con la revo-
lución verde; a pesar de que su meta era fomentar la agricultura campesina,
terminó por favorecer a los propietarios privados y la producción comercial.
Con el paso de los años y la llegada del neoliberalismo, las fuerzas del merca-
do se fortalecieron, lo cual acabó con los últimos baluartes de la Revolución
de 1910 y produjo una nueva ola de comercialización en campos, bosques,
ríos, playas, mares y minas. La capitalización de la naturaleza se ha acompa-
sado con el incremento de la desposesión de los medios de vida de campesi-
nos, pescadores y comunidades indígenas, agudizando la desigualdad social.
Las ciudades rebosan de migrantes que difícilmente encuentran empleo, aun
en la economía informal. La inseguridad crece, así como la contaminación en
zonas urbanas y rurales.
Esta situación explica el aumento de una reacción social que maniesta
su hartazgo hacia el creciente poder de corporaciones transnacionales que
se apoderan, cada vez más abiertamente, de los recursos naturales naciona-
les, los cuales a menudo son bienes comunes. Frente a la reprivatización ge-
neralizada de los ecosistemas terrestres y acuáticos que está experimentado
el país, se ha perlado desde el 2000 un fenómeno insólito en su historia: el
lento pero incontrovertible fortalecimiento de una alianza rural-urbana que
propone alternativas a la sobreexplotación de los recursos naturales, al em-
pleo de organismos genéticamente modicados y al desmantelamiento del
campesinado en muchas regiones, buscando los medios para reconstruir el
país con base en su riqueza y diversidad biocultural.

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