Rostros de la estatalidad en Medellín, 1987-1995. Una aproximación teórica y metodológica para estudiar al Estado - Núm. 61, Julio 2021 - Revista Estudios Políticos - Libros y Revistas - VLEX 870025194

Rostros de la estatalidad en Medellín, 1987-1995. Una aproximación teórica y metodológica para estudiar al Estado

AutorIrene Piedrahita Arcila - Eliana Sánchez González
CargoAntropóloga. Magíster en Ciencia Política. Grupo Hegemonía, Guerras y Conflictos, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia UdeA - Politóloga. Magíster en Claves del Mundo Contemporáneo, Ciudadanía y Política en el siglo xx. Grupo Hegemonía, Guerras y Conflictos, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia UdeA

Introducción

Cuando se realizan investigaciones sobre la ciudad de Medellín uno de los principales focos de atención para las ciencias sociales y humanas son las violencias, particularmente aquellas asociadas al conflicto armado o a los actores del narcotráfico. Diversas posturas, territorios, temporalidades y metodologías han explicado lo sucedido en la ciudad desde la década de 1980. Y si bien hay trabajos que explican violencias sucedidas en años anteriores, la mayoría de los textos sobre violencia en Medellín se concentran a partir de esta década. Esos estudios han desentrañado las modalidades de victimización que han sido perpetradas en comunas y corregimientos, los actores armados que han hecho presencia, las mutaciones, aprendizajes y reciclaje de algunas de esas violencias, y los impactos y formas de resistencia de pobladores, sectores políticos, organizaciones sociales y académicas ante los efectos de ellas (Piedrahita y Gil, 2017).

Los análisis hechos sobre las violencias en Medellín generalmente cruzan estadísticas de modalidades de victimización, particularmente homicidios,1 con presencia histórica de los actores armados y con las maneras como los ciudadanos describen el conflicto y sus manifestaciones cotidianas.2 En dichos análisis el Estado aparece de diferentes maneras: como un actor que hace presencia en los territorios a partir de sus fuerzas armadas, como aquel aparato que tiene una serie de instituciones, planes, proyectos o programas con incidencia en algunos territorios de la ciudad (Perea, 2014; CNMH, 2017), o como un actor ineficaz, con una presencia precaria o inoperante en sus funciones ideales de asumir el monopolio de la fuerza para controlar territorios, poblaciones y recursos.3 El Estado suele comprenderse como un actor que cojea, que es subsidiario, y solo en pocos trabajos sus acciones ocupan un lugar de análisis central (Leyva, 2015; Vélez, 2012).

Este artículo analiza los rostros de la estatalidad en Medellín para finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, época en la que la ciudad fue diagnosticada con una crisis social, política y económica en la que el Estado aparecía, a simple vista, obnubilado por las fuertes confrontaciones en muchos de sus barrios y las dinámicas de violencia generadas por el narcotráfico. A partir del trabajo de campo realizado y las discusiones del equipo de trabajo se estudia al Estado en una época signada por la crisis y la violencia.

Una de las estrategias metodológicas utilizadas fue la memoria, la cual sirvió para identificar rostros de la estatalidad, los cuales se entienden como aquellos matices que se generan de las interacciones entre ciudadanos y Estado, y de las transacciones por el poder, bien sea a través del uso de la fuerza, de las disputas por el control social y territorial, o de las maneras sutiles y, si se quiere, cotidianas de ejercer el poder sobre un territorio, una población y unos recursos, las cuales no implican, necesariamente, conflicto.

  1. Aproximación teórica y metodológica: memorias de la estatalidad en Medellín

    Esta investigación revisó parte de la historia reciente de Medellín para finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, particularmente en las zonas nororiental y noroccidental de la ciudad, que eran uno de los epicentros de la llamada crisis de Medellín. En los diagnósticos que se hacían de la ciudad, se resaltaba la representación dual de los jóvenes como víctimas y victimarios (Riaño, 2006), cifras que mostraban un incremento en la violencia, la versatilidad en las formas de ejercerla y la crisis económica y social de algunos sectores, que de acuerdo con estos diagnósticos generaron prácticas de estatalidad basadas en ejercicios de seguridad acordes con el contexto, pero también un escenario distinto respecto a las formas de interlocución dadas por los procesos de descentralización posteriores a la Constitución Política de 1991 y las negociaciones entre la Alcaldía de Medellín y el Gobierno nacional del entonces presidente César Gaviria Trujillo.4

    Para los fines de este proyecto, la mirada sobre ese momento implicó retos metodológicos respecto a cómo comprender al Estado en Medellín treinta años después, cómo entender las respuestas comunes dadas sobre la crisis de la ciudad y cómo analizar desde una perspectiva relacional aquello que sucedía en las interacciones entre los ciudadanos y el Estado, sin caer en una mirada residual sobre aquello que hizo dicho Estado en la ciudad en aquellos años, o bien en la trampa de las explicaciones basadas en las dicotomías presencia–ausencia, Estado–sociedad o realidad–ficción. Esta última dicotomía hace referencia a las discusiones de Philip Abrams (1988) sobre el carácter ideológico del Estado y su célebre afirmación de que el Estado no es la máscara sino lo que está detrás de la máscara. Desde la perspectiva de Thimothy Mitchell (2015), esto propone una falsa idea respecto a aquello que debe estudiarse cuando se investiga al Estado, ya que este es lo que está detrás de la máscara, así como la máscara, y por ende el análisis contemporáneo del Estado no puede olvidar la materialidad que lo conforma:

    [El Estado] no es un aparato, algo abstracto o metafísico, sino un conjunto de procesos, prácticas y materiales que aparecen en la vida cotidiana de los ciudadanos. La materialidad del Estado reside mucho menos en las instituciones que en los trámites y las relaciones de poder que estos procesos implican, y donde en cierto sentido el poder se desenvuelve (Buchely, 2014, p. 35).

    El proyecto analizó al Estado como un campo en el que se disputan poderes y se ponen en juego formas de regulación. Esas disputas son tangibles, pero también ideológicas: «[Dicho] poder de regular y controlar no es simplemente una capacidad depositada dentro del Estado, desde el cual se extiende hasta la sociedad» (Mitchell, 2015, p. 161), sino que es una profunda negociación entre actores que se disputan el dominio y el control del campo estatal. Así, el Estado deja de ser el único actor con capacidad de negociar el orden y de intervenir en el desorden, y por ello «ya no puede ser considerado esencialmente como un actor, con la coherencia, capacidad de acción y autonomía que supone el término» (p. 162), sino que su carácter unitario pasa a ser disputado por actores con agencia para construir y desplegar prácticas de estatalidad.5

    Esta concepción del Estado, que deriva de la antropología del Estado y del enfoque relacional propuesto por distintos autores latinoamericanos (Agudo y Estrada, 2011; 2014; Brachet y Uribe, 2016),6 llevó a que en la investigación se analizaran las distintas facetas que adopta el campo estatal en un territorio y en un tiempo determinado. Interesaban, principalmente, los efectos de estatalidad generados por las pujas, negociaciones y transacciones desplegadas por actores sociales de distinta naturaleza (Trouillot, 2011), lo que ayudó a abandonar «la idea del Estado como entidad independiente, ya sea un agente, instrumento, organización o estructura, ubicada aparte y opuesta a otra entidad llamada economía o sociedad» (Mitchell, 2015, p. 182), pero sin que ello implicara entender cualquier acción social como una práctica de estatalidad. Las prácticas son concebidas como aquellas interacciones que se generan entre ciudadanos y Estado, o entre agentes del Estado. Esas prácticas, sobre todo las que tienen mayor envergadura y que sobrepasan las acciones cotidianas del Estado, tienden a generar efectos de estatalidad, es decir, procesos con mayor contundencia en los territorios y en las formas de relacionamiento. Los efectos de estatalidad y sus prácticas subsecuentes suelen generar rostros de estatalidad, que son susceptibles de ser advertidos cuando se miran en procesos de largo aliento, esto es, cuando se revisan con atención las huellas de las interacciones entre Estado y sociedad.

    En otras palabras, se siguió el llamado de atención de Mitchell (2015) respecto a que la aparente frontera entre sociedad, economía y Estado existe no solo por un capricho científico, sino que es una división funcional en términos históricos y que, por ende, la comprensión del Estado moderno pasa por entender en qué momentos se afianza dicha frontera:

    [El Estado es] un efecto de los procesos rutinarios de organización espacial, acomodo temporal, especificación funcional, supervisión, vigilancia y representación que crean la apariencia de un mundo fundamentalmente dividido entre estado y sociedad o en estado y economía. La esencia de la política moderna no son las políticas elaboradas en un lado de esta división y aplicadas en el otro o moldeadas por este, sino la producción y reproducción de tales líneas de diferenciación (p. 183).

    El análisis de los efectos de Estado permitió comprender los matices en las negociaciones del orden y el desorden, y entender las acciones y relaciones de los funcionarios, los ciudadanos y los actores armados desde una perspectiva que va más allá del análisis de políticas públicas. Esto exige una imaginación metodológica que trascienda la lectura textual de los documentos y que comprenda los pliegues de dichas interacciones. De ahí que lo hecho en la investigación no sea ni un análisis de políticas estatales ni de las instituciones, sino una metodología que se posiciona en la etnografía del Estado y los trabajos de la memoria, en los que las fuentes documentales y orales ocupan un lugar central para comprender las fronteras porosas de dichas divisiones y que posibilitan la identificación de memorias y rostros de la estatalidad.

  2. Reflexiones metodológicas

    Esta investigación apeló a la memoria como estrategia metodológica para analizar prácticas de estatalidad en Medellín a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 para comprender cómo la gente recordaba la presencia estatal en sus barrios durante estos años, cómo los funcionarios de las distintas entidades estatales recordaban sus rutinas y cómo había sido narrada la crisis...

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