San Cristóbal: reinventarse de la nada
| Autor | Liliana Parra Valencia |
| Páginas | 98-118 |
INTERSECCIONES. Re-existencias: imágenes para sentipensar en comunidad
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Siguiendo la historia oral, el palenque de San Miguel Arcángel, anterior a San Basilio de Palenque, se ubicó
en lo alto de Montes de María (Víctor Castellar, citado por Herrera, 2013), en el mismo territorio donde hoy se
sitúa la comunidad San Cristóbal. En el siglo XVIII, por el año 1740 (Herrera, 2013), en el territorio de la alta
montaña de la Sierra María, rodeado por los cerros Maco, Zumbador y El Ñeque, sus habitantes cimarronas y
cimarrones, descendientes de africanas y africanos, encontraron, en la profundidad del monte, un espacio para
reinventarse de la nada, desde el despojo, a partir de “los fragmentos de mundo que guardan en sus cuerpos
sobrevivientes” (Espinosa, 2020, s.p.), y levantar una nueva comunidad. La juntanza de estos restos de memoria
les permitió (re)producir costumbres, prácticas y saberes ancestrales afroindígenas, expresados en la agricultura,
la pesca, la ganadería y la musicalidad.
El señor Víctor, presidente del Consejo Comunitario de Comunidades Negras Eladio Ariza de la comunidad
San Cristóbal, arma que no vienen de las plantaciones, sino del palenque y de los cimarrones (Herrera, 2013),
asentados en este territorio ancestral. Allí fueron capaces de re-existir, reinventase y recrear su cultura africana,
en la diáspora montemariana y en el contexto de la violenta dominación colonial.
El valor ancestral del territorio para la comunidad afrodescendiente de San Cristóbal legitima su demanda
al Estado colombiano del derecho de pertenencia de la tierra, con la titulación colectiva de 1.043 hectáreas.
El cual, además de la conservación y protección de los últimos relictos de bosque seco tropical de la región y
el país (Herrera et al., 2018), al destinarse al uso colectivo, previene un posible desplazamiento forzado de su
territorio (Sánchez y Arango, 2015). Para la comunidad San Cristóbal, los cerros Capiro, Zumbador y Cerrito
hacen parte de su paisaje cotidiano. En las rosas o huertas, patios y en todo el territorio encontramos plantas,
árboles y cultivos de bledo, guandul, ahuyama, yuca, ñame espino, ñame diamante, caña, patilla, pepino, habi-
chuela, ají picante, ají dulce, ají guagua, plátano, calabazo, ciruela, mango, coco, piña, limón criollo, papaya,
tamarindo, totumo, guaciamara, palma amarga, cañandonga, guanábana, árbol sapito, vara de humo, higuerón,
roble, caoba, tabaco, guásimo, mata andrea, capitana, grano de oro, contrahierba, caimito, maíz, tolúa colorá.
Liliana Parra-Valencia
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A nales de 2018, luego de los intercambios iniciales y la toma de decisión por consenso colectivo, el Con-
sejo Comunitario Eladio Ariza abrió sus puertas a la Investigación PsicoPaz. En el marco del proyecto Psicología
y descolonialidad, Colombia-Brasil (2020-2022), las y los consejeros, los médicos tradicionales, las parteras, la
comunidad, las niñas y los niños nos permitieron acompañar la construcción del mapeo de saberes de cura, en
San Cristóbal. Los ejes interpretativos de este mapeo se articularon en torno a: “El vínculo con el territorio nos
ayuda a sanar”; música y sonoridad: un diálogo con la ancestralidad; y “¿qué sabe hacer su vecino y su familia
para sanar? Cuidarnos los unos a los otros”. Saberes y prácticas que le han posibilitado a la comunidad hacer
frente no solo a las economías extractivistas del siglo XXI, y a la guerra de los últimos 60 años, sino también, a
la desigualdad social, las múltiples opresiones y violencias de larga duración del sistema racista, capitalista y
moderno/colonial; en la empresa trasatlántica esclavista y el silenciamiento epistémico (Parra-Valencia, 2019)
de las sabidurías, modos de vida y cosmopercepciones (Oyěwùmí, 1997) de los pueblos africanos y afrodias-
póricos en Améfrica.
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