Sartre y los problemas de método - Acción, ética, política. Nuevos parámetros de reflexión en ciencias sociales - Libros y Revistas - VLEX 857250385

Sartre y los problemas de método

AutorAlberto Valencia Gutiérrez
Cargo del AutorProfesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle (Cali, Colombia)
Páginas147-179
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SARTRE Y LOS PROBLEMAS DE MÉTODO
les années sartre
Durante los años cincuenta se solía decir que Francia tenía dos
“príncipes”, uno de cada lado del río Sena que atraviesa la ciu-
dad de París: el de la rive droite, la zona del Palais de l’Elysé,
de las boutiques y de la Bourse era Charles de Gaulle; y el de la
rive gauche, la zona del barrio latino, de las universidades y de
la bohemia era Jean-Paul Sartre, el “príncipe de los intelectua-
les franceses”. Y se cuenta que el “príncipe de la rive droite” se
preocupaba mucho porque su émulo del lado contrario tuvie-
ra todo el bienestar y el reconocimiento debidos a su rango y
condición. En algún momento la policía quiso arrestar a Sartre
por su participación en alguna huelga o manifestación pública
y Charles de Gaulle intervino para evitarlo con la célebre frase:
“no se detiene a Voltaire”.1
El intelectual en Francia es una figura de primer nivel en la
vida pública desde el siglo XVIII, cuando desempeñó un impor-
tante papel en la gestación y preparación de la Revolución fran-
1 Alain Touraine, Un désir d’histoire, Paris, Éditions Stock, 1977, pp. 76-83.
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cesa. A finales del siglo XIX se consagró definitivamente su rol
político y social de alternativa frente al poder establecido, a raíz
del “affaire Dreyfus” que exaltó las figuras de Zola y Durkheim
como defensores de un miembro del Ejército, de origen judío,
detenido arbitrariamente y enviado a las prisiones de ultramar.
Esta institución del intelectual es un poco desconocida para
nosotros en América Latina, al menos con la dimensión que se
conoce en el país europeo.
Después de la Segunda Guerra Mundial, y hasta comienzos
de la década de los sesenta, Sartre es la figura más prominente
de los intelectuales franceses a tal punto que, para muchos, la
época lleva su nombre: “les années Sartre”. Se trata de un mo-
mento difícil de la vida francesa de siglo XX por ser, por una
parte, la época de la posguerra y de la recuperación del trauma
de la ocupación alemana y, por otra, la de la guerra de liberación
de Argelia, que compromete seriamente la legitimidad del poder
político y el sentido de la presencia de Francia en el concierto
de las naciones. El “existencialismo” de Sartre, con todas sus
características de compromiso político, de reivindicación de las
categorías básicas de cierta “filosofía de la vida” (en otra época
importante en la cultura francesa), de lo concreto, de lo “vivido”
y de lo particular pero, sobre todo, del sentido de la responsabili-
dad, se convierte en la referencia intelectual que mejor interpreta
los sentimientos colectivos del momento.
El “imperio de Sartre” termina a comienzos de los años sesen-
ta. Se cuenta que en algún momento el filósofo llegó a la fábrica
de automóviles Renault en Boulogne-Billancourt, en las afueras
de París, a pronunciar un discurso de estímulo y acompañamien-
to a la huelga de los obreros, como era su costumbre, pero en-
contró que en el atril donde debía perorar habían puesto una exi-
gencia de limitación de tiempo, que ahora podemos considerar
muy significativa del ocaso de su influencia: “sea breve Sartre”.
En los años sesenta la filosofía del compromiso y la responsa-
bilidad cede su puesto al auge del estructuralismo, una corriente
de las ciencias sociales que va a contrapelo del existencialismo
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sartriano ya que desplaza el acento de la “irreductibilidad de lo
vivido”, a las estructuras y las condiciones generales de la vida
social que se supone están más allá de las apariencias. Mientras el
existencialismo, fiel a su estirpe fenomenológica, gira alrededor
de la descripción de la experiencia vivida, el estructuralismo, tal
como lo expone Lévi-Strauss, parte de la idea de que para poder
“alcanzar lo real hay que dejar de lado lo vivido”.2
El insólito desplazamiento del énfasis corresponde, no obs-
tante, a la expresión de dos tendencias básicas de la tradición
de la filosofía francesa representadas a finales del siglo XIX y
comienzos del XX, por un lado, por el bergsonismo y, por otro,
por la “escuela de sociología” cuyo máximo representante es
Durkheim. En el momento en que el reinado de Sartre termina,
a comienzos de la década de sesenta, la escena política e intelec-
tual comienza a ser dominada por los herederos y continuado-
res del modelo analítico diseñado por Lévi-Strauss en los años
cincuenta (en línea directa con Durkheim, vía Marcel Mauss)
alrededor de sus estudios sobre el parentesco, el mito y otros te-
mas antropológicos: la llamada “generación estructuralista”. Un
texto de Lévi-Strauss, supremamente interesante a este respecto
como bisagra entre dos épocas, es el capítulo final del libro El
pensamiento Salvaje (1962) ya que es su respuesta a La crítica de
la razón dialéctica de Sartre.3
Los años sesenta, entonces, no son afines a una filosofía de la
acción sino de las estructuras. Estamos en la época de Las pala-
bras y las cosas (1966) de Michel Foucault; de Pour Marx (1965)
y Lire Le Capital (1967), la lectura estructuralista de Marx hecha
por Louis Althusser en la cual desaparece todo vestigio de subje-
tividad; de los Écrits (1966) de Jacques Lacan, que proponen una
lectura de Freud en clave levistraussiana, entre otros. Durante
esta época Sartre pasa a ser un personaje de segundo orden, al-
2 Claude Lévi-Strauss, Tristes tropiques, Paris, Plon, 1975, p. 61.
3 Claude Lévi-Strauss, La pensée sauvage, Paris, Plon, 1962, chap. IX, “Histoire
et dialectique”, pp. 293-321.

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