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Seguridad y libertad: ideologías, regímenes políticos y económicos

AutorPablo Emilio Angarita Cañas
Cargo del AutorDoctor en Derechos Humanos y Desarrollo de la Universidad Pablo de Olavide (España), magíster en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos y abogado de la Universidad de Antioquia
Páginas55-87
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Capítulo I
SEGURIDAD Y LIBERTAD: IDEOLOGÍAS, REGÍMENES
POLÍTICOS Y ECONÓMICOS
La necesidad del ser humano de sentirse seguro es tan antigua como la propia
condición humana, y ella surge del temor frente a las múltiples agresiones rea-
les o potenciales, provenientes del mundo exterior o de su propia conciencia.
Para liberarse de esos temores, los humanos han diseñado diversas estrategias
e instituciones. Hay corrientes de la filosofía política que sostienen que la so-
ciedad, e incluso el Estado, se originan en la necesidad que tienen las personas
de unirse para enfrentar los peligros de la naturaleza o de otros conglomerados
humanos. En esa perspectiva se encuentran desde las antiguas ideas aristotélicas
del zoon politikon hasta las tesis de Hobbes, considerado pionero de las ideas
contractualistas y de la corriente que concibe a la seguridad de los miembros
de la sociedad como la razón principal de existencia del Estado.
Comprender las estrechas relaciones entre la seguridad, las condiciones
socioeconómicas, los intereses políticos y la gubernamentalidad, es clave para
determinar el sentido de las políticas de seguridad y la función desempeñada
por ellas en la sociedad, como ocurrió en Colombia durante los críticos años
de finales del siglo anterior y los que van del presente, en los que se gestaron las
condiciones para producir la política de Seguridad democrática.
En la historiografía de las ideas políticas es lugar común considerar la exis-
tencia de tres grandes corrientes filosófico-políticas, así: las ideas conservadoras
o autoritarias, las liberales o demo-liberales, y las posturas críticas de origen
marxista en sus diferentes versiones. En cada una de estas tres corrientes de
pensamiento se encuentra una variedad de matices, no obstante la existencia de
un núcleo que las identifica o caracteriza, expresado en las tesis fundacionales
de destacados autores que le imprimen el sello distintivo a cada una de ellas,
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Pablo Emilio Angarita Cañas
por lo que resulta más pertinente el examen de estas tesis que pasar revista a
los pensadores vinculados a una determinada corriente, o el análisis exhaustivo
del conjunto de sus obras o ideas.
tres Corrientes filosófiCo-polítiCas
Las ideas conservadoras
El pensamiento conservador o autoritario se caracteriza por su exagerada va-
loración de la seguridad frente a la libertad, y su correlativa mirada pesimista
frente a los conflictos sociales, a los que considera una desgracia por superar,
pues contrarían el orden social y sus leyes. El Orden es concebido como un
hecho natural (impuesto por Dios o por la naturaleza). El pensamiento con-
servador se empeña en mantener el orden a toda costa, incluso sacrificando las
libertades fundamentales si ello fuese necesario; de ahí derivan su defensa del
Estado y de las leyes que propugnan la conservación del statu quo, así como las
ideas y costumbres tradicionales de la sociedad.
En materia religiosa, los conservadores son partidarios de un Estado confesio-
nal, a regañadientes toleran la existencia de otras confesiones y repelen el plura-
lismo religioso. En lo social, rechazan la igualdad entre las personas, priorizan el
respeto a las jerarquías sociales y con estas el privilegio de unas clases o estamen-
tos frente a las grandes masas de excluidos. En algunos casos, con el apoyo de
la Iglesia promueven la ayuda social, bajo la forma de “caridad”, para mitigar la
indigencia de los sectores más necesitados, a quienes responsabilizan de su pro-
pia desgracia, al tiempo que los consideran un peligro para la estabilidad social.
En la relación entre obligaciones y derechos ciudadanos, el pensamiento
conservador da primacía a las primeras. Desconfiados de las ideas nuevas y los
cambios, se aferran al pasado y no escatiman esfuerzos para imponer la segu-
ridad y el orden, apelando sin reparos al uso de la fuerza. Defensores de una
sociedad homogénea y un pensamiento único, asumen posturas intolerantes
frente a quienes piensan y actúan de manera diferente a las ideas dominantes
y, en consecuencia, pueden llegar a calificarlos de desertores o traidores, y por
tanto merecedores de castigos severos y ejemplarizantes; drásticos frente a los
disidentes y peor aún, si estos llegan a insubordinarse, los reputan enemigos
absolutos que deben ser eliminados.
Esta línea de pensamiento cuenta con destacados representantes, entre los
que sobresalen, en los siglos XVII y XVIII, el filósofo inglés Thomas Hobbes1
1 Autores como John Locke, Carl Schmitt y Norberto Bobbio, coinciden en ver a Hobbes como
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Seguridad democrática. Lo invisible de un régimen político y económico
(1588-1679); en el siglo XX el jurista alemán Carl Schmitt2 (1888-1985) y, en la
contemporaneidad, entre muchos otros, el penalista alemán Günter Jackobs3
(1945-). No se trata de que estos pensadores tengan idéntica respuesta frente a
cada uno de los aspectos considerados “rasgos típicos” de la ideología conserva-
dora, pues no siempre hacen referencia a todos los asuntos políticos y sociales;
algunos de ellos centran su foco de atención solo en temas específicos, propios
del ideario conservador, e incluso frente a otros temas parecen más próximos
a ideas liberales. Aún así, pese a planteamientos no clasificables en el conjunto
del ideario conservador, sí predominan argumentos que permiten señalarlos
como inscritos en esta ideología.
La ideoLogía LiberaL
El pensamiento liberal se caracteriza por la defensa del individuo frente al Esta-
do; en ese sentido propugnan por los derechos fundamentales, prioritariamente
las libertades civiles y políticas, siendo central la tutela del derecho a la pro-
piedad privada individual. Proclama la igualdad política de todas las personas
frente al acceso a la administración del Estado; la igualdad de oportunidades
en la sociedad, garantizada por el Estado, una de cuyas funciones principales es
la seguridad de las personas y, sobre todo, del libre mercado y de la propiedad
privada. Partidarios de un Estado laico, defienden la separación de la Iglesia y el
Estado, pues consideran la religión un asunto privado, y de ahí que simpatizan
con la libertad de cultos y el pluralismo religioso.
Los liberales dan prioridad a la libertad frente al orden, a no ser que el ejer-
cicio de esta ponga en riesgo lo que valoran como principios fundamentales de
la sociedad, en cuyo caso, están de acuerdo en sacrificar algunas de ellas para
defender ese orden. Su centro de atención es el individuo, y en algunos de sus
un pensador político, caracterizado por su pesimismo antropológico, un teórico esencialmente
conservador, defensor del absolutismo monárquico, sin límites al poder.
2 Entre las obras más destacadas de Schmitt, y cuyas fechas corresponden a publicaciones en
español, están: Tierra y mar (1952); Teoría del partisano. Acotación al concepto de lo político
(1966); Legalidad y legitimidad (1971); El nomos de la tierra en el derecho de gentes del Jus
Publicum Europaeum (1975); El concepto de lo político (1991); Catolicismo y forma política
(2000); Teología política (2001).
3 El tratadista de derecho penal, Fernando Velásquez, al referirse a la teoría del derecho penal
de enemigo, del profesor Jakobs, afirma: “se debe rechazar abierta y decididamente la cons-
trucción de un ‘Derecho penal de enemigo’ al lado de la de un ‘Derecho penal del ciudadano’,
pues con tal elaboración se facilita la discriminación, el autoritarismo y la irracionalidad, los
mismos que —de la mano de las elaboraciones de C. Schmitt— (¡ojalá esta sea solo una falsa
intuición y nada más!), dejaron a Europa regada de cadáveres a nombre de un derecho penal
de la voluntad, para el cual los otros —los no arios— no eran ‘personas’” (Velásquez, 2005).

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