El siglo xx: De las razas al elogio de la diversidad - Los herederos del pasado. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela. VOLUMEN II - Libros y Revistas - VLEX 874373739

El siglo xx: De las razas al elogio de la diversidad

AutorCarl Henrik Langebaek Rueda
Páginas9-200
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EL SIGLO XX: DE LAS RAZAS
AL ELOGIO DE LA DIVERSIDAD
Raza y educación: entre los siglos
XIX
y
XX
Colombia y Venezuela dejaban el siglo  con un legado ambiguo con respec to al nativo.
Por un lado, algunos insistían en considerarlo un elemento positivo en el destino de la
nación; por otro lado, un sector importante no disminuía la importancia del elemento
racial nativo, pero la veía con malos ojos. En cua lquier caso, el tema de la raza era crucial
para entender el pasado indígena y el porv enir. Los textos escolares de nes del siglo 
y principios del  sirven para ilustra r cómo gradualmente se comenzó a dar relevancia a
los aspectos de raza, ya no en el ámbito académico, donde había tenido inuencia desde
muy temprano, sino en el de los materiales destinados a la educación del pueblo.
Algunos textos de nales del siglo  enfatizaron que el pasado indígena hacía
parte de la nación, a veces de forma sutil. El Estudio cronológico sobre los gobernantes del
Continente Americano desde la más remota antigüedad hasta el presente año, publicado por
Adolfo Flórez en , presentó a los últimos caciques muiscas como dignos anteceso-
res de los gobernantes españoles (Flórez , : -). Otros enfatizaron la necesidad de
aprender del pasado indígena, como, por ejemplo, el Compendio de la Nueva Granada, desde
antes de su descubrimiento, hasta el  de noviembre de  para uso de los colejios nacionales
i particulares de la República de José Antonio de Plaza, publicado en . El libro narra
los principales acontecimientos de la nación, con la idea de hacer la historia de l a “común
patria” amable al lector. Comienza con la historia del Imperio muisca , e incluye un elogio
a su legislación, la cual “contenía todos los preceptos de la sociedad civil”. Sin embargo,
no pone énfasis en el tema de raza: dedica una pequeña sección al tema del origen del
indígena americano, para conc luir que probablemente era de ancestro egipcio. El idioma
muisca, caracteri zado por ser “armonioso, dulce, mui sentimental, abundante en vocales
i sinónimos”, parecía de origen hebreo (Plaza, : -).
Un pequeño cambio se observa en El Institutor-colección de textos escojidos para la ense-
ñanza en los colejios i en las escuelas de los Estados Unidos de Colombia, publicado por José
Benito Gaitán en . El libro enseñaba la historia patria simulando un intercambio de
preguntas y respuestas. En una parte dedicada a la geografía política defendía el origen
único de la humanidad, aunque acl araba que, por la inuencia del clima, cada población
había adquirido sus propias pecul iaridades. Al mismo tiempo sostenía que los habitantes
de la Tierra también se podían d iferenciar en salvajes, pueblos que no sabían leer y escri-
bir; bárbaros, que además de saberlo tenían culto y leyes, y civilizados, que conocían la
literatura, las bellas artes, las ciencias y las artes mecánicas (Gaitán, : -). Sin
embargo no estableció una relación estrecha entre r aza y esa tipología. Desde luego nadie
podía negar que hubiera característ icas propias de cada raza. La muisca, para citar u n caso,
era esforzada y valiente. No obstante, no se racia lizaba el pasado: el texto insistía en que
los muiscas eran descendientes de una tribu de Israel que veneraba el templo de Sogamoso
como reminiscencia de Jerusalén. Ot ros textos de enseñanza del pasado, como la Historia
de Colombia contada a los niños () de José Joaquín Borda, también presentaron el pasado
indígena —especí camente, el muisca— como raíz de la nacionalidad. Reiterativamente
LOS HEREDEROS DEL PASADO. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela
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se rerieron al muisca como un “imperio” y criticaron duramente la conquista española
y los tormentos a los cuales había sometido a los líderes indígenas, pero tampoco mos-
traban una historia patria en la cual el aspecto racial fuera importante. Algunos textos
de Historia no consideraban que el pasado indígena fuer a relevante: José María Quijano
publicó en  un Compendio de la Historia Patria, en el cual dedicó unas pocas líneas a
los muiscas y apenas se lamentó de la destr ucción de monumentos que podían serv ir para
conocer cómo y cuándo había sido poblado el país.
Los textos de enseñanza escritos en las provincias se divorciaban del tema racial y,
con frecuencia, de cualquier necesidad de referirse al pasado indígena. En , en las
Apuntaciones histórico-geográcas de la actual Provincia de Cali, de Belisario Palacios, se
armaba que los indios timbas, jamundíes, lilíes y gorrones eran feroces antropófagos
que adornaban sus casas con prisioneros desollados. Por supuesto,
Llegaba el momento en que la Providenc ia Divina dispuso el exterminio de los aborí-
genes de América; q uienes no sólo se hallaban entreg ados á la mas torpe idolatría, sino
también á toda clase de v icios y delitos: las tribus se od iaban y se aniquilaba n recíproca-
mente. Exceptuando los i ndios de Cundinamarca relativ amente civilizados, los demás
eran asesinos, t raidores, ladrones y perezosos . (Palacios, : )
En la Geografía especial del Estado de Santander, de Eladio Mantilla (), no se
escribió nada sobre los indígenas. En la Geografía e Historia de la Provincia del Quindío
(Departamento del Cauca) de Heliodoro Peña se armaba que las t ribus autóctonas habían
sido destruidas por completo, de tal forma que la historia comenzaba con los conquista-
dores (Peña, : ). También en , El Compendio de Geografía para curso preparatorio,
escrito por R. Solano para el Colegio Pestalozziano del Socorro (Santander), armaba
que en esa región del país “las razas predominantes son la blanca y la mestiza, pero en
sus selvas se encuentran aún algunos indios” (Solano, : ). Nada se decía sobre el
pasado de estos. El Compendio de Geografía de la República de Colombia, publicado en
Medellín por Ángel Día z y que en  había alcanzado las cuatro ediciones, estipulaba
sin mayor reparo que la raza blanca era “ la más inteligente y la constituyen los pueblos
que han llegado al más alto grado de civilización”; en contraste, la indígena “llevaba en
lo general una vida salvaje” (Díaz, : ); ese mismo año, otra historia regional, la de
José Rafael Sañudo —Apuntes sobre la historia de Pasto—, comenzaba con la l legada de los
españoles. Por cierto, en Venezuela algunos textos segu ían la misma lógica; el Catecismo
de Historia de Venezuela, publicado por Antonia Esteller en , lamentó que los indíge-
nas hubieran sido maltratados por los españoles, pero no se preocupó por inc luir algo de
su historia en la narración (Estel ler, : -). Aunque el Manual de Historia de Venezuela
para el uso de escuelas y colegios, de Felipe Tejera, publicado en , sostuvo que la mayor
parte de los conquistadores era “ jente inmoral y aventurera” (Tejera, : ), después de
unas breves consideraciones sobre el origen bíblico de los indíg enas armó que los espa-
ñoles habían encontrado antiguos imperios en México y Perú; de resto, el continente
estaba habitado por tribus semisalvajes, algunas de ellas antropófagas, entre las cuales,
“la más feroz era la de los caribes” (Tejera, : ).
Gradualmente, sin embargo, los textos comenza rían a incorporar el tema nativo de
forma mucho más elaborada. Se sabe que en Pasto, en , Tomás Hidalgo preparaba un
Ensayo de una Historia, cuyo interés principal eran las antiguas tribus de la región. Pero
los ejemplos más claros arrancan con el siglo . Por ejemplo, en , Cayo Leonidas
Peñuela, canónigo de la catedral de Tunja, se atrevió a presentar una cronología de la
historia de Colombia bastante inusual. En su Nuevo Curso de Historia de Colombia s ostuvo
que la historia, concebida como la “narración de los acontecimientos públicos notables”,
tenía en el país dos épocas: la prehispánica y aquella posterior a la llegada de los espa-
ñoles. La visión del pasado indígena no cambiaba mucho: habría tres pobla mientos: uno
El siglo XX: de las razas al elogio de la diversidad
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Mapa de
Colombia en el
cual se destaca
la civilización
muisca, de acuerdo
con la Historia de
Colombia de Henao
y Arrubla, 1911.
correspondiente a la remota llegada de asiáticos; otro, de pueblos
del Viejo Continente a través de la Atlántida, y el más reciente,
de inmigrantes mayas, ay maras y caribes. De resto el texto dedi-
caba unas pocas pági nas a los muiscas. Pero lo interesante es que
consideraba —al mejor estilo de Acosta o Uricoechea— que el
pasado nativo estaba conformado por “acontecimientos públicos
notables” (Peñuela, : - y -).
Al entrar el siglo , la inuencia de la visión de la his-
toria centrada en consideraciones de raza estaba creciendo. Un
ejemplo corresponde a los libros de historia escritos por Jesús
María Henao y Gerardo Arrubla, ampliamente utilizados en
las escuelas. En el Compendio de la Historia de C olombia para la
enseñanza en las escuelas prima rias de la República se aceptaba la
creación bíblica, pero, al mismo tiempo, se exponía la histo-
ria indígena con razas aborígenes como protagonistas. El país
había estado habitado por salvajes caracterizados por rasgos físicos, usos y costumbres
particulares. Todos los nativos encontrados por los españoles provenían de dos gran-
des razas: la andina y la caribe. La característica de esta última era su antropofagia, ya
que, en efecto, eran “tan carn ívoros como los tigres”. Por otra parte, la muisca, ejemplo
de la estirpe andina, era “la nación indígena más civilizada”. San Agustín se presentó
como testimonio de un pueblo poderoso que había vivido en tiempos remotos (Henao
y Arrubla, : ).
De los dos autores, Gerardo Arrubla tenía un especial interés por el pasado lejano.
En efecto, escribió varios artículos sobre el tema, en su mayoría basados en los trabajos
de Carlos Cuervo y, en menor grado, de Miguel Triana. En un ensayo sobre prehistoria
colombiana (a), Arrubla presentó el pasado de Colombia a través de la s grandes migra-
ciones étnicas, simila res a las propuestas por Carlos Cuervo: la de los pampeanos o paras,
los andinos y los caribes, con la probable ex istencia de una raza anterior, muy inferior, de
rasgos negroides (Arrubla, a: ). San Agustín habría sido una excepción notable,
porque la escultura i ndicaba que había sido elaborada por pueblos mayas, procedentes de
México. También en , Arrubla publicó Prehistoria colombian a-Los chibchas, trabajo e n
el cual aceptó la propuesta de Cuervo sobre el origen and ino de la raza muisca. Tiwanaku
habría sido ocupado por gentes de una raza superior desde tiempos a ntiquísimos, y cuando
su región comenzó a congelarse por la elevac ión de los Andes, sus habitantes tuvieron que
buscar moradas más hospitalarias, dando origen a numerosas civ ilizaciones, entre ellas,
la muisca (Arrubla, b: ).
La mezcla: africanismo y mala ralea indiana
El tema de las razas cumplía u n papel importante en la manera como los criollos de na-
les del siglo  y principios del  se veían a sí mismos. Pero, más importante que eso,
se trata de un testimonio sobre la forma como se imaginaban en relación con lo foráneo.
Sin el referente europeo acerca de la relación entre raza, clima y civilización es impo-
sible entender el nacimiento de la preocupación del criollo por el mestizaje, su defensa
a ultranza o su crítica feroz. Y es que en la discusión europea, el tema de la raza caucá-
sica como destino de la humanidad entera se había introducido hasta en los rincones más
insospechados del pensamiento. Ya en el siglo , el lósofo alemán Joh ann von Herder
había establecido una relación entre clima y raza muy diferente de la que los ilustrados,
europeos y criollos favorecían y en torno a la cual habían reaccionado estos últimos pa ra
decir lo mismo, solo que a su favor. La suya fue una voz relativamente ignorada en su
momento, pero que renació cuando los imperialismos europeos man ifestaron sus primeros

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