Simón Bolívar: de la Guerra a Muerte a la guerra regular - Regulación - Guerras civiles colombianas. Negociación, regulación y memoria - Libros y Revistas - VLEX 850936986

Simón Bolívar: de la Guerra a Muerte a la guerra regular

AutorVíctor Guerrero Apráez
Páginas99-122
Simón Bolívar: de la Guerra a Muerte
a la guerra regular
El periodo del inicial levantamiento armado patriota en contra de las au-
toridades españolas, materizalizado en la orden expedida por el Congreso
provisorio de la Nueva Granada que encomendó al general Bolívar el adelan-
tamiento de la campaña de liberación de las provincias de Venezuela, cons-
tituye un proceso que no ha gozado de las preferencias de los historiadores
contemporáneos. Los memorialistas clásicos de la Guerra a Muerte, como el
insuperable José Manuel Restrepo, admirador incondicional del Libertador,
escrupuloso y longevo cronista de más de tres décadas de historia colombia-
na, procuran pasar con rapidez las múltiples atrocidades que tanto real istas
como patriotas ejecutaron en este periodo, extendido desde 1813 hasta la
llegada de Morillo en 1815, quien otorga el nombre al subsiguiente periodo
de la reconquista. La confesión de los historiadores posteriores, González,
Blanco Fombona, Lecuna, el propio Restrepo, es inequívoca ante el sobreco-
gimiento que dicho periodo depara: la pluma se escapa de las manos ante el
espectáculo de las crueldades si n término y sin nombre; resulta casi insopor-
table detenerse en las minucias de dichos acontecimientos; un sentimiento
indecible se apodera del historiador e igualmente imbuido de este, se adopta
la cívica cautela de prevenir al lector; en términos actua les, se preludia con la
precaución propia de los lmes o programas televisivos, que advierten de
la intolerabilidad de las escenas que van a observa rse o las transmiten libran-
do al emisor de las eventuales repercusiones de un espectácu lo que afecte la
sensibilidad de los espectadores o recomiendan su observación en compañía
de un adulto responsable. Por su parte, los historiadores abiertamente con-
trarios a Bolívar, por ejemplo, José Rafael Sañudo, Salvador de Madariaga,
aprovechan el mismo periodo para enrostrarle los peores sentimientos y los
más oscuros propósitos manifestados ya en esta fase temprana de su carrera .
Los intentos para justicar la adopción de tal curso bélico se sirven de las
más variadas razones, con el n de otorgar al menos un asomo de razona-
bilidad o racionalidad a la Declaración de la Guerra a Muerte, a los var iados
procedimientos que se pusieron en práctica para llevarla a cabo, al ig ual que
a los correspondientes rituales para ponerla en escena, lo que pone a prueba
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Guerras civi les colombianas
tanto la capacidad de imaginación como los recursos judiciales de defensa
para el héroe de la independencia.
Nos encontramos, pues, en los inicios mismos del levantamiento in-
dependentista en contra de la metrópoli española. Todos los interrogantes
acerca de los protagonistas, sus identidades ideológicas y políticas carecen aún
de respuestas claras. Insta lado el Congreso de la Nueva Granada en Santafé
y ante el levantamiento en Venezuela, se ordena y comisiona a Bolívar para
adelantar la campaña de liberación, comenzando por las provincias de Mérida
y Trujillo, bajo la estricta sujeción a las disposiciones emanadas de este. Mon-
teverde domina Caracas y dispone de un vetusto pero implacable sistema, que
incluye delatores y recompensas para impedir que los fuegos revolucionarios
se extiendan a esta ciudad. Toda suerte de medidas de conscación, destierro
y ejecuciones forman parte de un sempiterno repertorio represivo, agudiza-
do ante las noticias procedentes de la capital neogranadina, el desconcierto
provocado por los acontecimientos sucedidos en la península, que han puesto
en vilo la autoridad monárquica hispana, ante la invasión napoleónica y los
informes de levantamientos y juntas instaladas en los diversos virreinatos.
Inscritos en un dispositivo bicéfalo, con la autoridad política en Santafé y la
conducción militar al otro lado del Orinoco, las disensiones entre Bolívar y
subordinados como Castillo no tardan en emerger, mientras Miranda lang ui-
dece en la prisión de Puerto Cabello, donde pronto hallará la muerte, lo que
contribuye a un estado de cosas en que la incipiente organización militar de
los patriotas no puede considerarse menos que precaria. Bolívar encuentra,
y así lo maniesta en su correspondencia, una serie inacabable de intrigas,
facciones, sediciones y deserciones que amenazan con la desmoralización de
las tropas, llevándole a una pelig rosa rivalidad con el general Mariño, quien,
situado con sus fuerzas en la parte oriental, constituye una amenaza para
su liderazgo más que una ayuda para la causa i ndependentista. La acritud y
urgencia de las intrigas, las facciones, las sediciones y las deserciones lo lle-
van a amenazar con fu silar al propio Santander, cuando el 18 de marzo de
1813, en La Grita, este pretendiera retirarse con el 5.° Batallón a instancias
de Castillo. La inocu ltable renuencia a someterse a su mando se encuentra
también en ociales como Arismendi, Bermúdez, Piar y Páez (Lombardi,
2003, p. 63). La inferioridad bélica de Bolívar es inocultable: la unidad de
mando apenas existe en el papel, la aceptación entre citadinos y habitantes
de los extramuros y la extensión de su legitimidad entre las d iferentes capas
de población es en el mejor de los casos materia de conjetura. Inmersos en
esta atmósfera cargada de incertidumbre, rumores y agitación, empiezan

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