Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo XIX neogranadino. Una aproximación conceptual - La sociabilidad como práctica social, política e intelectual - La sociabilidad y lo público. Experiencias de investigación - Libros y Revistas - VLEX 851096083

Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo XIX neogranadino. Una aproximación conceptual

AutorFrancisco A. Ortega Martínez
Páginas91-124
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Sociabilidades tradicionales y la novedad asociacionista
En el informe ocial que Lino de Pombo redactó para el Congreso de 1835 sobre las
actividades de su ministerio, el Secretario de Estado señalaba, con orgullo, que un
nuevo espíritu asociacionista había comenzado a man ifestarse en el país, transformán-
dolo poco a poco, al sacarlo de la apatía y la pobreza. Según el Secretario de Estado,
Este espíritu no exis tía entre nosotros, pero de dia en dia se forma i adelanta.
Lo vemos ya trabajando en la esplota cion i benecio del hierro, en fábricas de
loza, de papel, de vidrios i cri stales, en la apertura de cam inos, en el fomento
de la enseñanza primaria, en la cultura de las ciencias i de la s letras, en la
instruccion recíproca, i en ot ros objetos de mas ó menos importanci a. (1835,
pp. 50-51)
A pesar de su carácter particular, este nuevo espíritu asociativo lograba hacer
coincidir el interés particular con el general, y se convertiría, de ese modo, en una
acción útil y patriótica; se volvía “el alma i la fuerz a impulsiva de todas las empresas”,
el motor “… que [ya] hace milagros en los Estados Unidos, en Inglaterra, en Francia,
i en todos los paises civilizados” (Pombo, 1835, pp. 50-51). Para el caso de la Nueva
Granada, el reciente fenómeno ayudaba además a solventar las dicultades de
una república recien constituida, cuya legislación es todavía por necesidad
imperfecta, en donde ning un ramo de la administración puede esta r aun
completamente sistematiza do, en donde la rutina, la falta ocasional de ajentes
idoneos i los restos del espíritu de partido ponen continuos embarazos á la
accion ejecutiva. (Pombo, 1834, p. 3)
La acción de este nuevo “espíritu” superaba, de ese modo, los más grandes obstáculos
en la constitución de la república: la ignorancia de muchos, la apatía de un sinnúmero,
la oposición de sucientes; superaba incluso “los esfuerzos aislados de los ciudadanos”
virtuosos que, por muy loables que fueran, resultaban “naturalmente débiles i poco pro-
ductivos” (Pombo, 1834, p. 3).
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Esta asociación de individuos aparecía, entonces, como la receta novedosa que tenía
efectos casi prodigiosos: su “espíritu creador, i que por otra parte liga i relaciona á los
ciudadanos unos con otros para bien de la sociedad” (Pombo, 1834, p. 3). Su natura-
leza y sus efectos —su n patriótico— contrastaban con otras formas de asociación
que, en cambio, obstruían o incluso revertían los progresos a los que estaba destinada
la nueva república. Algunas de estas otras asociaciones eran típicas de la vida patricia e
incluso se habían convertido en objeto de crítica desde nales de siglo, cuando el pro-
grama ilustrado se perló más claramente entre los novatores neogranadinos.
Para entender el contraste entre las asociaciones patrióticas1 y aquellas que no
cumplían con los objetivos esperados, exami nemos brevemente una crítica temprana
a otras formas de asociación que se percibían como gravosas de la felicidad común.
En el número 8 del Correo Curioso, periódico editado en 1801 por Jorge Tadeo
Lozano y Luis Azuola, aparecía descrita con visible ironía una tertulia que se reunía
para discutir el “Prospecto” del periódico. La tertu lia estaba compuesta por un viejo:
que pasa de setenta años, y parece espera vivir mucho má s, según el cuidado
con que procura atesorar; una muger que aunque cincuentona, quiere pasar
plaza de niña de quinc e…; un letrado de profesión que, por medio de los títu-
los de la Universidad, encubre su profunda ignora ncia, y una dama que si no
fuera tan preciad a de hermosa, parecerí a bonita. (1801, p. 30)
A este particular grupo se le une un petimetre, “apariencia de hombre, semejanza
de muger y vilipendio de uno y otro sexo” (Correo Curioso, 1801, p. 30). Los tertu-
liantes se habían propuesto discutir el Prospecto del Correo Curioso que, dicho sea de
paso, comenzaba con un elogio a las asociaciones —academias y sociedades— como
forma privilegiada de instrucción del público2. Pero estos asociados pronto revelan su
banalidad, ignorancia y e goísmo. El comentario inicial del petimetre supone un cierto,
1 El término ‘sociedad p atriótica’ tuvo alguna ac ogida durante los primeros años de la c risis política
monárquica (1810-1812), para designar aquella s asociaciones de c arácter polític o que buscaron
incorporar di ferentes sectores a la causa republic ana. El caso de las s ociedades patrióticas de C ara-
cas y Cart agena son los más not ables. En este ensayo, si n embargo, uso el térm ino ‘asociaciones
patrióticas’ pa ra designar e l amplio rango de in iciativas desplegadas dura nte la primera mitad
del siglo  que promovieron el vínculo entre ciudadanos privados, generalmente considerados
notables e ilustra dos, y que invocaban un ideario en f avor de la acción útil con miras al pe rfeccio-
namiento del entorno y el fort alecimiento de la instituciona lidad vigente.
2 A nales del sig lo  la noción de ‘ins trucción pública’ se refer ía al grado de in strucción del
pueblo en general y se consider aba la primera causa de la prosperidad so cial. Si bien la educación
es un factor impor tante en la instr ucción pública, est a se obtiene también a travé s del inujo de
los cafés, la s sociedades ilu stradas, l as tertuli as, la prensa, el c omercio, la religión, etc. Para u na
aproximación concept ual, véase Roldán Vera (2014, pp. 73-75).
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aunque dudoso, interés en la aparición del primer número del periódico, auténtica
novedad si consideramos que este era el primer papel público en el reino desde 1797:
No cuesta más que medio rea l, dice el Petimetre, y desde luego será muy bien
dado si insertan en su Correo la noticia de todas la mod as que se inventan,
por ser este el punto substancial, que se debe tratar, como que de el depende
la civilidad, y bril lantéz de un Estado. (1801, abril 7, p. 30)
El interés por la novedad supone una apertura al cambio —una conciencia de
la temporalidad del progreso—, pero pocas líneas después, la señora cincuentona se
encarga de dejar en claro el alcance de las palabras del petimetre: “las modas son el
alma de la Sociedad, y la ocupación más digna de nuestro sexo; no obstante no las
nombran en todas estas zaranjadas, que aquí ofrecen” (p. 30)3. Si bien es cierto que
la audiencia del ministro y los lectores del Correo Curioso hacían parte de dos uni-
versos morales y conceptuales muy diferentes —después de todo mediaban entre
ellos los trastornos políticos de 1810 y la posterior consolidación de la república—
tanto para unos como para otros las preocupaciones de estos contertu lios, los valores
que inculcaban y los consensos a los que llegaban les resultaban contrarios e incluso
repugnantes. La crítica compartida a la sociabilidad tradicional y la defensa del aso-
ciacionismo útil y patriótico indica una cierta continuidad entre los programas refor-
mistas monárquicos y las primeras propuestas de institucionalización republicana.
Además de estas asociaciones existían otras formas de relacionamiento tradicio-
nales como las órdenes religiosas, las cofradías y las hermandades, entre otras prác-
ticas de sociabilidad piadosa. Estas asociaciones rara vez fueron objeto de crítica
directa por parte de los promotores de la sociabilidad ilustrada (aunque sí las hubo,
en especial de parte de los libera les más radicales4), una vez que sus valores —la fe, la
caridad y la piedad— son igualmente centrales en la sociedad ilustrada, aunque los
objetivos terrenales de las asociaciones que Tadeo Lozano, Azuola y Lino de Pombo
celebran contrastan claramente con la consagración a los valores espirituales pro-
pia de estas otras sociedades. Desde estas últimas se gesta un ideal cuyo objetivo es
el bienestar y la felicidad del reino y se elabora un léxico secular que encuentra su
resorte en la noción historicista de progreso.
3 Para un perspica z análisi s del Correo Curioso a parti r de los modelos de asocia ción que invoca y
proyecta, véase “Form as de sociabilidad y producción de nue vos ideales para vida soci al. A propósito
del Correo Curioso” (en Silva, 2005, pp. 149-196 ).
4 Véanse, por ejemplo, los discur sos anticlerica les, que no antireli giosos, de los jóvenes Gólgot as
de la Escuela Republ icana en “Un Amig o de la Ilustración” (1850). El tono exaltado encuentra
un precedente memorable en la s tesis anticleric ales del chi leno Bilbao presentada s en su ensayo
Sociabilidad chilena (184 4).
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