Sueños y pesadillas urbanas - Paisajes racializados - Paisajes de libertad. El Pacífico colombiano después de la esclavitud - Libros y Revistas - VLEX 874374329

Sueños y pesadillas urbanas

AutorClaudia Leal
Páginas239-288

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Sueños y pesadillas urbanas
L   en el Pacíco surgió solo a principios del siglo , en los
puertos de Tumaco y Quibdó, espacios físicos y sociales en los que las tensiones
raciales alcan zaron su punto más álgido en la historia de la región. Los centros
administrat ivos coloniales no eran ni parecían ciudades; eran poblaciones mi-
núsculas que simplemente agrupaban a unas c uantas autoridades regionales, un
par de comerciantes y, sobre todo en el caso de Barbacoas, a dueños de minas.
Los campamentos mineros itinerantes constituían la unidad de poblamiento
principal —y casi exclusiva— de la economía esclavista. En el sig lo , a me-
dida que la esclavitud decaía, los puertos marítimos y uviales adquirieron
una importancia estratégica debido al comercio de oro, caucho y tagua. Unos
pocos puertos, donde se formó una nueva élite blanca, empezaban a opacar a
los antiguos centros admini strativos. En el sur, Barbacoas fue decayendo mien-
tras Tumaco crecía, y en el norte Quibdó se convertía en la capital del Chocó al
tiempo que Nóvita caía en el olvido. Los centros coloniales se habían const ruido
en los distritos mineros más productivos, conectados por ca minos empinados
y embarrados con los centros de poder en la región Andina. Sus sucesores, en
cambio, nacieron a la orilla del mar y en las riberas del río Atrato, donde los
barcos podían carga r oro y tagua para llevarlos a Hamburgo o a Nueva York.
La vida urbana emergió en un per íodo en el que las ciudades latinoamerica-
nas estaban creciendo y modernizá ndose como producto del auge exportador
de nales del siglo . El desarrollo urbano del Pacíco formó parte de esta
tendencia general, pero el alcance limitado de su economía extractiva generó
más aspiraciones que logros: Tumaco y Quibdó eran muy pequeñas y carecían
de servicios y comodidades básicas. E l paisaje urbano del Pacíco —compuesto
por casas elegantes pero sobrias, edi cios públicos y monumentos— no podía
darse por sentado: era el producto de enormes esfuerzos y causa de numerosas
frustraciones. Con toda s sus fallas, estos puertos brinda ron oportunidades a las
personas negras libres que los construyeron y les dieron vida. Alg unas mujeres
negras trabajaban como lavanderas, mientras que sus maridos eran obreros y
estibadores. Otros halla ron mejor suerte como artesanos, se emplearon en las
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 paisajes de libe rtad
ocinas estatales haciendo gala de su ma nejo del alfabeto o montaron tiendas.
El paisaje urbano, imponente para estándares loc ales y a la vez deciente, repre-
sentaba tanto las opciones distintas a la vida campesina que se habían abierto
para las personas negras libres como su alc ance limitado.
Estas ciudades portuarias constituyeron un terreno fértil para exacerbar
tensiones raciales. Por primera vez en la historia de la región unos cua ntos miles
de personas estaban viviendo juntas —como ciudadanos libres— en espacios
relativamente pequeños. Así como la economía de la región estaba basada en
una estricta div isión racial del trabajo, en las ciudades los comerciantes blancos
ocupaban el lugar más prestigioso en tanto que la gente negra conformaba la
mayoría de la población. La geografía urbana ma rcaba esta diferencia: el cen-
tro, próspero, donde estaban las casas comerciales y donde toda la población se
entremezclaba, representaba el poder de la élite blanca, mientras que las ca lles
nuevas que marcaban el crecimiento de los puertos eran aso ciadas a moradores
negros. La élite concebía los nuevos espacios urbanos como oasis donde podía
distanciarse de las selv as. Para su pesar, la cultura de las personas negras, que
esta élite asociaba al entorno inclemente del que trataba de escapar, era parte
constitutiva de la ciudad. El caso más contundente y dulce de esta maldición
era la música de marimba en Tumaco, que se apoderaba del ambiente durante
noches e incluso días enteros, mientras los enestados tocaban, ca ntaban y
bailaban.
Ya fuera disfrutando de estos bailes o escr ibiendo en su contra, los habitan-
tes del puerto negociaban el lugar apropiado de la gente negra (y de la blanca)
en una sociedad libre. La inseg ura élite de Tumaco se esforzó por reemplazar la
música de marimba por ritmos europeos, pero así como la población era mayo-
ritariamente negra, ta mbién lo eran los sonidos que le imprimían a la ciudad su
carácter. Esta negociación tuvo manifestaciones más d rásticas en Quibdó, donde
un hombre negro que había sido juez intentó incendiar el centro de la ciudad.
A las autoridades les tomó pocos días mandar al pat íbulo al culpable. Décadas
de una doctrina republicana que pregonaba la igua ldad entre los colombianos,
combinada con grandes disparidades raciales —que, no obstante, permitían
cierta movilidad socia l— habían producido contradicciones que acabaron
por marcar la vida en los puertos del Pacíco. En un contexto de persistentes
Varios autores han estudi ado cómo las ciudades proporcionaron opor tunidades a las per so-
nas negras libre s: véase Kim D. Butler, Freedoms Give n, Freedoms Won: Afro-Brazilian s in Post-
Abolition São Paulo and Sa lvador (New Brunswick : Rutgers University Press,  ); Luz Mena,
“Stretching t he Limits of Gendered Spaces: Black a nd Mulatto Women in s Havana”. Cu-
ban Studies n.o  (): -; Dantas, Black Townsmen; Fernando Urrea , “La conformación
paulatina de cla ses medias negra s en Cali y Bogotá a lo la rgo del siglo  y la primera déca da del
”. Revista de E studios Sociales n.o  (): -.
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    
prejuicios raciales, la libertad implicaba aprovechar las opor tunidades y sortear
las limitaciones propias de una economía selvática.
Quienes conocen el Pacíco colombiano se preguntarán por el papel del puerto
de Buenaventura en este relato de ciudades emergentes. Este puerto cobró vida a
comienzos del siglo  gracias a una d inámica partic ular. A diferencia de Tumaco
y de Quibdó, Buenaventura no vivía de exporta r productos regionales, sino café
producido en la región Andina y de importar mercancías para el occidente del
país, siempre pasando por Cali. Este puerto era u n enclave, una bodega de mer-
cancías que entraban hacia el interior del país o sa lían de él, y sus comerciantes
pertenecían más a Ca li que al puerto. Por eso Buenaventura no tuvo una élite local,
como Tumaco y Quibdó, y hasta  estaba bastante rezagada en comparación
con estos otros dos puertos. Poco después, sin embargo, habría de convertirse en
el corazón de la costa Pacíca y también en su ciudad más g rande.
El crecimiento de Tumaco y de Quibdó
A nales del siglo  el comercio de productos naturales les permitió a los puertos
de Tumaco y Quibdó tomar aires de ciudad. A comienzos de la década de 
habían crecido lo suciente para albergar a más de cinco m il personas cada uno.
Tumaco usó los ingresos del impuesto a la tagua para erigi r admirables edicios
públicos, mientras que Quibdó intentaba protegerse del agua. Ambas inaug uraron
una iglesia principal, una plaz a central, escuelas, un hospital y un cementerio; de
esta forma marcaron una clara d iferencia con los pueblos que iban apareciendo
en las orillas de los ríos y en las cost as. En los centros de ambas ciudades, los ricos
construyeron casas de dos pisos y abrieron almacenes en el primero, que cimen-
taron la reputación de sus propietarios y les dieron vida a los puertos.
En tiempos coloniales, estos asentamientos no tenían ningún tipo de pre-
tensiones urbanas. Tumaco, un pueblo ubicado en una isla del mismo nombre,
era el más insignica nte de los dos. Lejos de las minas y con el comercio prohi-
bido por la Corona española, el puerto apenas si existía. La i nformación de los
censos de  y  sugiere que esta isla de  hectáreas estaba habitada p or
personas negras libres, junto con unos cuantos blancos y quizá s algunos indios.
Esta población vivía de un esc aso comercio de pita, brea, madera y muy proba-
blemente del contrabando que demandaba la región minera de Barbacoas. El
papel comercial de Tumaco aumentó a mediados del siglo : importaba sal y
varios productos extranjeros para Ba rbacoas, e incluso para el sur de la región
Andina. El puerto tenía u na calle comercial paralela al mar y u nas pocas casas.
Tovar Pinzón et al., Convocator ia al poder, -.
 Merizalde, Estudio de la cos ta, .
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