'Toca sacar el rinde': reflejos del capital en la producción rural cocalera - Levantados de la selva - Libros y Revistas - VLEX 845673242

'Toca sacar el rinde': reflejos del capital en la producción rural cocalera

AutorEstefanía Ciro Rodríguez
Páginas117-156

4
“Toca sacar el rinde”: reejos del capital
en la producción rural cocalera
B   mujer campesina joven, es madre soltera de dos niños y también
hija de colonos tolimenses en el Caquetá; ella misma ayudó a abrir la  nca de sus
padres. La conocí en un tal ler de mujeres campesinas, una ser ie de encuentros
que habían creado las juntas de acción comunal con ayuda de organi zaciones
políticas nacionales para dis cutir el tema del género en el campo. Conversando
sobre el cultivo de coca señaló:
es importante el amor de la mata, s embrarla, fumigarla, toc a pagarle al
trabajador, comprar la semilla, paga r lo de las obras, hay que dedicarle
tiempo. Toca administrar los venenos par a controlar la plaga, hay que
cuidarla. (Entrev ista , Belén,  años)
Este relato contrasta con las miradas hegemónicas del cu ltivo de coca en
Colombia. Durante el Plan Colombia, se reprodujo en la opinión pública y los
medios de comunicación el mensaje que denominaba a la planta de coca como
“la mata que mata”, parte de los estudios hechos sobre el campesino cocalero
han reproducido la idea de su “interés por el enriquecimiento fácil” y su rol
como “auxiliador de la guerri lla”.
A su vez, la recepción académica y de la opinión pública sobre la economía
de la coca, ha girado en torno al na rcotráco; además de los estudios sobre la
lucha global, también los asuntos anecdóticos, por ejemplo, la vida de los nar-
cotracantes, el fu ncionamiento de los cárteles y la relación con otros actores
como el ejército y los Estados, en general. Menos atención se ha puesto a la
manera en que se lleva la vida cotidia na del eslabón de la producción de coca, es
decir, los saberes, las prácticas y las lógicas det rás de esta actividad. L a respuesta
    
de Belén muestra la experiencia cotidiana y c ampesina de “la mata que hay que
querer y cuidar”.
La actividad coca lera concebida como un trabajo implica comprender cómo
los campesinos la ejecutan, miden, verica n, resuelven, es decir, cómo es una
actividad cognitiva, normativa y social (Dubet, , p. ). Las conversacio-
nes con las familias c ampesinas se hacían amenas cuando empezaba n a contar
y a mostrar cómo era la siembra, el procesamiento, las tareas y las minucias
del quehacer cocalero. Al contrario de una “caja negra de tarea s ilegales” o de
la idea de sujeto campesino estático, anacrónico, irracional o tradicional, son
familias en la que la sobrevivencia depende de la capacidad de ad aptación, de
comprender los contextos y, por supuesto, del hecho de haber sacricado su
seguridad.
Ellos hacen parte de la economía de la coca ína, que es un mercado agroex-
portador, cuya prohibición le otorga características particu lares, por ejemplo,
en su relación con lo considerado formal, estatal o legal. Este mercado se dene
por la manera en que se combinan recursos económicos, políticos y mi litares,
en la que se articula lo público y lo privado, por la forma en que los costos de
transacción se multiplican por la ca lidad ilegal de las acciones y, ante todo, por
los instrumentos sui gener is que utilizan los narcotra cantes en ausencia de un
aparato formal de derecho —mas no siempre informal— que pueda “ordenar” el
mercado ilegalizado (Krat hausen y Sarmiento, , p. ). Esta es la razón por
la que el aparato regulador de dicho mercado recae en los actores armados o en
“las sombras” del Estado, que aunque oscuras, no deja n de ser Estado: policías
que tracan, mil itares que reciben pagos, políticos que negocian y autoridades
estatales que regula n, se aprovechan y part icipan en lo ilegal.
Suele argumentarse que es la relación entre oferta y demanda la que de-
termina el curso del mercado, mientras que la discusión de responsabilida-
des internacionales ha girado en torno a quién tiene la culpa, el que consume
coca o el que la produce; gran parte de los arg umentos que legitiman el cas-
tigo sobre el eslabón de la oferta es que este alimenta una demanda que depende
de él (Ley de Say en economía). Esto pone en la mesa de análisis solo datos
sobre hectáreas erradicadas y tonelada s incautadas, pero esconde los impactos
de las políticas sobre las vidas de hombres y mujeres en estos contextos y terri-
torios. Los mercados, como señaló Karl Polanyi, descansa n en relaciones sociales
que van más allá de las relaciones de oferta y dema nda y que reeren a paren-
tescos, lealtades, pactos de redistribución y de apoyos comunitarios, el con-
icto y la memoria, que la noción de lo exclusivamente criminal ha i mpedido
est udiar.
Cabe destacar que los mercados capitalistas buscan desincrustarse —en el
sentido de Karl Polanyi ()— de estas relaciones, donde la ganancia tiende a
ser el eje social (des)integrador. Al abordar el mercado de producción de drogas

“Toca sacar el rinde”: reflejos del capital en la producción rural…
en territorios, no en espacios vacíos, se hace central una m irada interdiscipli-
naria para abordar a los cu ltivadores en contextos dinám icos, con tensiones y
relaciones sociales previas, pero que también permiten estud iar sus lógicas eco-
nómicas (des)integradoras, como ocurre con el rinde en los territorios cocaleros
de la Amazonia colombiana. La base de la reproducción social del c ampesinado
amapolero y cocalero está en comprender sus lógicas y marcos de acción en
las economías relacionadas con las drogas en sus contextos rura les en guerra.
Las familia s campesinas en la cadena de producción de la cocaína
El primer paso es reconocer al campesino cultivador de coca en la cadena
general de producción de la economía de la cocaína como el actor que menos
se benecia en este negocio. En la etapa productiva, el campesino —pequeño
cultivador— se encarga de la producción de la hoja de coca y del procesamiento
de la pasta base. En esta etapa es donde el ca mpesino aplica, desarrolla y pone
en práctica sus conocimientos sobre la tierra y la activ idad rural, así como es el
momento en el que usa su entrenamiento en química para la transformación
de la hoja en el alcaloide, que lo pone en contacto con nuevos espacios de ile-
galidad, como lo son las redes de distr ibución de insumos, la enseñanz a sobre
cómo llevar a cabo el proceso o adaptarlo, y la relación necesaria c on los actores
que le compran la mercancía.
La “guerra contra las drogas” se despliega contra un mercado de diec iocho
millones de usuarios de coc aína. Para esto, la base productiva está en poco m ás
de   ha de cultivos de coca en el mundo, de las cuales   ha están
ubicadas en Colombia, el resto en Perú y en Bolivia, respectivamente. El poten-
cial de la cocaína ma nufacturad a en el  es de menos de  toneladas de
cocaína y en el mismo año se incauta ron  toneladas de cocaína. Los precios
entre etapas del proceso cambian exorbitantemente; mientras el precio promedio
de la hoja de coca en sitio de producción es de  (, dólares) pesos colom-
bianos por kilogramo, el precio promedio por pasta base es de    pesos
colombianos ( dólares) por kilogramo y el precio promedio de clorhidrato
de cocaína es de    ( dólares) por kilogramo (, ). Dicha
desigualdad de rentas, entre etapas , contrasta con la vulnerabilidad de la v ida del
campesino cultivador: sacarle el máximo provecho a esas hojas por medio
del procesamiento es el reto de cada campesino para a limentar a su familia.
Gramos por arroba de hoja de coca. El objetivo de los y las campesinas es sacar un mínimo de
gramos (normalmente treinta para arriba, dependiendo del mercado) para poder lograr la ganancia
suciente para invertir en la siguiente cosecha y sobrevivir.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR