Tránsitos e identidades femeninas
Autor | Andrea García Becerra |
Cargo del Autor | Profesora e investigadora del Departamento de Antropología de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá) y ha sido profesora invitada del IESCO - Universidad Central |
Páginas | 87-131 |
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Capítulo II
Tránsitos e identidades femeninas
Ellos tenían el pode r para hacer que nos viéramos
y nos sintiéramos como “otros”.
, Identidad cultural y diáspora
Al igual que los muchos p untos de similitud, también hay puntos
críticos de difere ncia profunda y signicativa que const ituyen “eso que
realmente somos” o, más bien , “en lo que nos hemos convertido”, puesto
que la histori a ha intervenido en nosotros.
, Identidad cultural y diáspora
Con las identidades nos nombramos, nos reconocemos, nos de-
nimos a nosotras mismas y denimos a los demás; con ellas nos
posicionamos en el mundo y somos ubicadas en un espacio social
conformado por diferencias y jerarquías; también creamos colec-
tividades, efectuamos separaciones y reagrupamientos, hacemos
política (Agier, ; Hall, , ), exigimos derechos y asumi-
mos discriminaciones, pues la identidad nos promete liberac iones
y a la vez nos domina en la práctica. Con la s identidades hacemos
etnografía, antropología, sociología y estudios culturales. Tam-
bién, en ocasiones, las identidades nos sirven para hacer publicidad,
mercadeo, campañas electorales, política s públicas, programas de
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Andrea García Becerra
televisión, documentales y espectác ulos multiculturales, tale s como
conciertos de tamboras, eventos de gastronomía étnica y desles
de modas con mujeres trans. Pero no solo usamos las identidades,
algunas también las destruimos o intentamos destruirlas, con la
ilusión de escapar de ciertos posicionamientos impuestos y de re-
sistir a relaciones de poder.
En un contexto multicultural, blanco/mestizo, racista y discrim i-
nador como el nuestro, tal visibilidad de estereotipos relacionados
con las políticas de la identidad y dichas prácticas económicas y
mediáticas de espectáculos que posicionan violentamente al otro
y a la otra (Hall, ) son interpretadas por muchos y muchas
incautas como formas avanzadas de respeto, inclusión y reconoci-
miento. ¡Lo otro se incluye cuando se convierte en espectáculo, en
show, en comida a la carta, en pasarela o en programa de telev isión!
Esto nos lo sugieren constantemente las lógicas contemporáneas de
admini stración, producción, explotación, consumo, d istribución y
ubicación de las diferencias y las identid ades. Los sujetos cargados
históricamente con las marcas de la dife rencia y los colectivos que
los representan ingenuamente hacemos caso a este llam ado, que en
el fondo puede no ser tan esperanzador y se siente terrible.
Desde perspectivas crítica s y desencantadas que no ven televisión,
los escenarios que hoy se imponen a las otras y los otros parecen bas-
tante violentos. Cuando somos críticas y encarnamos la diferencia
y la desigualdad, estos espacios espectaculares se tornan ridículos,
violentos, estereotipados e insucientes, porque es en la cotidianidad,
en las formas de visión y división del mundo, en las lógicas institu-
cionales, en las experiencias del día a día, donde también se ponen
en juego nuestras identidades producidas como diferentes y como
subalternas. Violentadas. Injuriadas. Utilizadas. De modo que en
esta investigación consideramos las identidades como una corti na de
humo que actualmente esconde la desigua ldad, la discriminación y
la violencia contra los otros y las otras; de igua l modo, las mentamos
como unos productos para el mercado y para hacer política.
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Tacones, siliconas, hormonas
Las identidades no surgen naturalmente de los cue rpos, sino que
más bien se imponen en ellos y se naturalizan mediante políticas,
retóricas e imágenes. Las políticas, l as retóricas y las imágenes de la
identidad deben ser develadas y cuestionadas, y debe evidenciarse
cómo su imposición y naturalización responde a un proyecto del poder
político, a la vez colectivo y subjetivo. Acá pensamos y sentimos las
identidades como formas violentas de control y de producción de la
diferencia, como unas marcas , como unos estigmas desacreditadores
(Goman, ) que es preciso cuestionar y abolir. Alguna s somos
abolicionistas de la identidad y vemos nuestra liberación únicamente
a través de la destrucción de las identidades.
Siempre que hablamos de identidad también hacemos referencia
a la diferencia. Las identid ades están marcadas y construidas desde
ella. En las identidades de género esto es e vidente. Simone de Beau-
voir () arma que las mujeres, construidas desde la alteridad,
representan al otro sin posibilidad de reciprocidad con relación al
hombre, a lo masculino establecido como mismidad, como humani-
dad, como totalidad no marcada. De este modo, la identidad plantea
una relación constante entre mismidad, alter idad y formas sociales
jerárquica s de producción de difere ncias.
En el estudio de las identidades y las subjet ividades es necesario
analizar l a forma como se producen las diferencias y las interacciones
culturales de las ident idades, con el objetivo de desnaturaliz ar las
nociones de desigualdad que recaen sobre colectividades minoriz adas
a partir de procesos sociales y simból icos de producción. En relación
con lo anterior, Avtar Brah hace los siguientes cuestionamientos:
¿Cómo designa la deferencia al “otro”? ¿Quién dene la diferencia?
¿Cuáles son las normas supuestas a partir de las que un grupo se
marca como “diferente”? ¿Cuál es la natura leza de las atribuciones
que se arman para caracterizar a un grupo como diferente? ¿Có-
mo se construyen, mantienen o disipan las fronteras de la diferen-
cia? ¿Cómo se interioriz a la diferencia en los paisajes de la psique?
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