A través del espejo: trabajo, espectáculo, especulación - Filosofía radical y utopía. Inapropiabilidad, an-arquía, a-nomia - Libros y Revistas - VLEX 857250505

A través del espejo: trabajo, espectáculo, especulación

AutorAndityas Soares de Moura Costa Matos
Cargo del AutorGraduado en Derecho, máster en Filosofía del Derecho, doctor en Derecho y Justicia por la Facultad de Derecho de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y doctorando en Filosofía por la Universidad de Coimbra (Portugal)
Páginas75-122
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Capítulo 3
A TRAVÉS DEL ESPEJO:
TRABAJO, ESPECTÁCULO, ESPECULACIÓN
Cuando aparece el desorden, una sociedad sana procura ya
no mantener el orden, que puede ser provisional o aparente,
sino atacar al mal que lo produjo. La preocupación exclusiva
por el orden es un morfinismo social.
F. Pessoa, Da república, pp. 219-220
1. la fIlosofía radIcal es fIlosofía PolítIca
No desertar de la política. En estos momentos debe quedar
claro que este es el único lema que hoy puede tener una filosofía
que pretenda ser radical. Por primera vez en la historia humana,
la cuestión del ser y sus modos se hizo verdaderamente urgente
a causa de su posibilidad de extinción. Los delirios metafísicos
y la charlatanería intelectual que normalmente acompañan a
los razonamientos ambiguos y tortuosos de la gran masa de
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papas pensantes de la especie ya no son solo superfluos, sino
decididamente peligrosos cuando de manera directa o indirecta
alejan al pensamiento del único terreno que es el suyo, es decir,
aquel desde el que se puede crear la felicidad humana. Este es
el escenario legítimo de la política.
Todo profeta es un conservador. Por más que quieran apa-
rentar lo contrario, quienes predicen el cambio de todas las
cosas solamente pueden hacerlo manteniendo una relación di-
recta con el presente. Los reformadores sociales solo pudieron
pensar en las sociedades futuras maximizando las ventajas y las
desventajas de las actuales. Incluso Marx se equivocó al ver el
comunismo como resultado inevitable de las contradicciones
del capitalismo, haciendo una propuesta de futuro basándose
en su presente.
En interpretaciones así, el presente se extiende en el futuro,
arrastrándose como tiempo infinito y permanente, siempre igual
a sí mismo. Esto parece inevitable para aquellos que, de buena
o mala fe, pretenden ofrecer recetas para la construcción de
sociedades futuras que, en última instancia, no son más que
versiones “mejoradas” de las sociedades presentes. Este tipo de
maniobra ya fue denunciada por Benjamin en el breve texto El
carácter destructivo (Der destruktive Charakter), en el cual nos
dice que más importante que planear el futuro es hacerle sitio;
no por amor a las ruinas, sino por los caminos que obstruyen.
Todo presente es un impedimento para el futuro absoluto,
que no depende de condiciones actuales y se establece como
verdadero estado de excepción al continuo de la historia, tal
como está explicado en la Tesis VIII de Benjamin. Esta es la
única concepción de tiempo —la de un futuro absoluto que
se hace presente potencialmente en cada instante del tiempo-
ahora— capaz de plantar cara al desafío político que exige
la creación de una nueva comunidad. Y es que cuando nos
preguntamos si es posible vivir sin un derecho y un Estado
opresores, la respuesta tiende a ser un incisivo “no”, ya que
siempre estuvimos inmersos en un presente brutal.
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Pero si la filosofía radical tiene razón al presuponer un ho-
rizonte originario de indeterminación a partir del cual se cons-
truye históricamente al ser humano por medio de costumbres,
símbolos, prejuicios y significados compartidos desde hace
mucho tiempo, es igualmente cierta la posibilidad de, mediante
una ruptura del continuum del presente, fundar nuevos pro-
yectos sociales en los cuales el presente actual sea negado y,
al final, tomado como pasado absoluto, es decir, memoria de
lo que fuimos, sin, pese a ello, mantener su fuerza operativa.
Vaciar toda la potencia del pasado —que constantemente se
reconvierte en acto en el presente, transformando las decisiones
y determinaciones sociales anteriores en un ahora naturalizado,
inmune a la crítica y al cambio, preso en el adagio del “siempre
fue así”— es lo que propone la filosofía política radical. Como
manda su vocación, ella se niega a ser razonable.
Los caminos para alcanzar este objetivo son muchos y, en
ocasiones, contradictorios, yendo de la violencia pura hasta
propuestas de omisión completa y abstención no violenta,
como se verá en el capítulo IV de este libro. Sin embargo, lo
cierto es que cualquier cambio futuro pasa necesariamente
por la creación de un nuevo sistema de necesidades humanas
que combine las necesidades biológicas con aquellas social e
históricamente exigibles.1 El mundo capitalista-especulativo
nos hace creer que para la vida son indispensables fruslerías
inútiles (dispositivos electrónicos de todo tipo) y productos de
lujo (ciertos modelos de coche o ropa, por ejemplo), producien-
do de ese modo no un hombre unidimensional como pensaba
Marcuse, sino un hombre sin atributos, es decir, un hombre
adimensional. Es por eso que las nuevas formas de comunidad
precisan reinventar sus propios sistemas de necesidades para
liberar el hombre de los macrofetiches que él mismo creó:
trabajo, espectáculo y especulación.
1 Sobre el tema, cf. semPere, Mejor con menos, pp. 8 y ss.

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