Vertiente lingüística. El lenguaje oral como instrumento principal de comunicación - ABC del nuevo sistema acusatorio penal, El - Libros y Revistas - VLEX 42406675

Vertiente lingüística. El lenguaje oral como instrumento principal de comunicación

AutorVíctor Orielson León Parada
Páginas123-146

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Prolegómeno Tercero

"Primero Fue el Verbo...", se presenta y argumenta como la primera noción de la evolución del hombre. Verbo es lengua y lengua es comunicación. El hombre utiliza la lengua para organizar y describir su entorno y su pensamiento. A través del lenguaje podemos conocer el mundo que nos rodea e interpretarlo, para poder desenvolvernos en él.

Incluso, hoy en día se dice y piensa que el español es un lenguaje estrictamente fonético, es decir, que es un idioma en el cual a cada uno de sus fonemas o sonidos le corresponde una letra. Inclusive, ha sido propuesto como modelo de simplificidad ortográfica, justamente por poseer la cualidad reseñada que lo acerca al anhelo de todo aprendiz de ortografía: no sufrir con reglas, etimologías, casuística prolija, letras mudas, etc. Pero esto parece ser más una creencia infundada que una rigurosa afirmación.

El español tiene 29 letras (Incluida la W) para representar 24 fonemas. Por ejemplo, para el fonema /y/ se tienen la letra y, y el dígrafo ll; para el /x/, la g, la j y la x, o para el /s/, la s, la c y la z.

Estas divergencias -que no hay que desconocerlo, implican dificultades para el aprendizaje de la ortografía- han llevado a muchos impacientes a realizar curiosas propuestas que, aparte de las fugaces polvaredas que levantan, quedan relegadas al olvido, quizá porque nunca tuvieron en cuenta que si la tradición ortográfica experimenta cambios, lo hace como resultado de una larga evolución, en la que participan todos los hablantes de una lengua -cultos o no cultos-, quienes en últimas son los que deciden si incorporan o desechan cuanto de nuevo vaya apareciendo en el transcurrir de su práctica hablada o escrita.

Paradójicamente, los autores de estas audacias las redactan respetando la más pura ortodoxia ortográfica. Usan las cualidades del lenguaje para denigrar de él mismo y le achacan a la Academia una responsabilidad que excede, de lejos, todas sus atribuciones. Quiérase o no siempre tendremos que seguir trajinando con las haches rupestres, con la b y la v, con la g y la j, y con la s y la z, mientras los designios que regulan los cambios de una lengua nos expresen en contrario.

Por ejemplo, el poeta Octavio Paz decía una vez en un periódico de su país, a propósito del discurso que G.G. Márquez pronunció en el Primer Congreso de la Lengua Española, que se reunió en Zacatecas, México, en 1997: "Sería como si quisiéramos imponer la fonética del siglo XIX al habla del siglo XX.". El habla evoluciona sola, no se tiene por qué declarar y proclamar que la libertad de la palabra, ni tampoco su servidumbre. Muchas de las expresiones que G.G. MárquezPage 124 propuso para sustituir las conjugaciones actuales son arcaicas. Tampoco estoy de acuerdo con la supresión de la hache. Si queremos saber adónde vamos, hay que saber de dónde venimos".

A todo lo anterior, y dejando que los escritores y académicos resuelvan sus intrincadas discusiones sobre las conveniencias del lenguaje, y ya en nuestro ámbito, podemos agregar que el Derecho es lenguaje, sea este escrito u oral, así de sencillo. Ese lenguaje nos permite realizar una gran cantidad de actividades: manifestar opiniones y argumentos, contradecir, sustentar, afirmar, denegar y negar, etc.; es decir, esa lengua es también el instrumento que nos permite relacionarnos y comunicarnos con nuestros pares y contradictores, en la actividad profesional del Derecho.

Ese intercambio lingüístico, entre dos partes, el emisor y el receptor, es una actividad que busca como principal objetivo e inmediato, que estas partes se comuniquen, entendiendo el vocablo "comunicar", en el sentido más amplio. Es decir, incluyendo no sólo la transmisión de hechos y conceptos, sino también la expresión de sentimientos, emociones, o simplemente de relacionarse social y profesionalmente.

Cada vez que emitimos o escuchamos un acto comunicativo oral, lo entendemos como un proceso cooperativo de interpretación de intenciones; es decir, sabemos muy bien qué es lo que queremos comunicar, y, a la vez, entendemos qué es lo que nos quieren decir o comunicar, cuando lo entendemos e interpretamos, es decir cuando lo traducimos o nos lo traducen.

Huelga decir, que para que la transmisión de información sea efectiva y el hablante consiga comunicar sus significados e intenciones al oyente, los participantes ponen en funcionamiento dos tipos de conocimientos: el conocimiento del código lingüístico -el conocimiento gramatical de la lengua: la fonología, la morfología, la sintaxis, la semántica y el léxico- y el conocimiento de los recursos que permiten decodificar y usar ese código.

El conocimiento de todas aquellas convenciones -linguísticas y extralinguísticas- que permiten conocer la variedad lingüística apropiada en cada situación, sobre un determinado asunto, o cuál nivel de formalidad requiere una determinada situación. Todos los hablantes, sin excepción, funcionan con un código lingüístico y con un código de competencia pragmática; la integración de ambos, es decir lo gramatical y lo pragmático, constituye la competencia comunicativa de los hablantes.

Vemos entonces, que los enunciados lingüísticos, sean gramaticales o pragmáticos, se construyen siempre con dos tipos de información: la información explícita y la información implícita. La información explícita es la que se elabora a partir de los conocimientos gramaticales (normas y reglas gramaticales), es el significado que se desprende de las palabras que forman el enunciado.

La información implícita es la que se construye a partir de los conocimientos pragmáticos, es el significado adicional que permite al oyente poder interpretarPage 125 adecuadamente las palabras del hablante; este hablante toma en cuenta todas aquellas convenciones que se derivan de las circunstancias que producen el enunciado (lugar, tiempo, participantes, etc.), lo mismo que el nivel social y cultural de los participantes.

Induce a pensar lo anterior, que para que la comunicación funcione efectivamente, siempre los interlocutores deben compartir, además del mismo código lingüístico (información explícita gramatical), la misma información implícita o contextual.

Un mismo enunciado, una determinada secuencia de palabras, puede interpretarse de forma distinta, y por tanto, dar cabida a interpretaciones diferentes. Por ejemplo, si se dice que "Jaime está en la cárcel", es posible que se interprete que Jaime esté preso y que por ello es un delincuente, pues esas son las razones por los que una persona suele ir a una cárcel; pero si los participantes en la comunicación saben que Jaime en un prestante abogado penalista, probablemente interpreten que ha ido a la cárcel a atender a un recluso que requiere de sus servicios; o más aún, es posible que Jaime sea del equipo de Política Criminal oficial que estudia el sistema penitenciario nacional, por lo que los interlocutores interpretarán que Jaime está trabajando.

Como se aprecia en el ejemplo, el proceso lingüístico de interpretación se basa no sólo en el significado literal ("Jaime está en la cárcel"), léxico-semántico, de los enunciados, sino también y quizás en mayor grado, en el significado pragmático de los mismos, es decir, en el significado real que adquieren los enunciados cuando se contextualizan en una determinada situación comunicativa y dentro de un entorno sociocultural determinado.

Parafraseando sobre el tema, podemos decir que la información implícita o contextual, sea ella de tipo situacional, sociocultural e interpersonal, es la que permite restringir el conjunto de opciones interpretativas que puede ofrecer un enunciado y, en definitiva, la que mejor conduce a los interlocutores a elegir una interpretación o sentido y no otros mensajes de esa misma comunicabilidad.

Esa opción interpretativa para escoger la adecuada comunicación es la que se conoce como el "Principio de la Cooperación". Este principio refiere que cuando un hablante produce enunciados, de acuerdo con una situación concreta de comunicación bajo un entorno sociocultural, es cuando el oyente verdaderamente interpreta en forma fácil y adecuada ese enunciado y sus intenciones de comunicabilidad.

Reglas del principio de cooperación

Cuatro (4) reglas ostentan la base del Principio de Cooperación:

* Cantidad: busca que el enunciado sea lo más informativo posible, tanto como necesario para el objetivo del intercambio comunicativo en el que se halla inmerso, igual no se debe buscar que el enunciado tenga más información de la que se necesite o requiera.

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* Calidad: se debe intentar que el enunciado sea verdadero, es decir, que sea cierto y veraz. No se debe decir algo de lo que crea que pueda ser falso o decir algo de lo cual no se esté muy convencido de que sea cierto. La falacia desacomoda la comunicabilidad, rompe las intenciones de los interlocutores.

* Relación: es importante intentar que los enunciados sean pertinentes, oportunos y precisos en el intercambio de la comunicabilidad.

* Manera: se debe ser claro; se debe evitar la oscuridad y la ambigüedad en la expresión. La brevedad y el orden en el discurso hacen la claridad en la exposición.

Vemos entonces que, para la práctica del Principio de la Oralidad que se integrará al Sistema Acusatorio Penal en Colombia, el proceso comunicativo del uso de la lengua es un proceso de intenciones que se lleva a cabo poniendo en relación, siempre mediante el Principio de Cooperación, la información explícita de los enunciados que se emiten -el significado léxico-semántico o...

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