Viejas' y 'nuevas' guerras: sinopsis de conceptos y doctrinas militares - Paramilitarismo. Violencia y transformación social, política y económica en Colombia - Libros y Revistas - VLEX 857250582

Viejas' y 'nuevas' guerras: sinopsis de conceptos y doctrinas militares

AutorRaul Zelik
Cargo del AutorEscritor, periodista y politólogo alemán
Páginas31-78
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3. “VIEJAS” Y “NUEVAS” GUERRAS:
SINOPSIS DE CONCEPTOS Y DOCTRINAS MILITARES
Con la finalización del conflicto bipolar entre la Unión Soviética y EE.UU. en
1989, la lógica de los conflictos militares cambió radicalmente a nivel mundial.
La confrontación simétrica entre Estados o bloques militares estructuralmente
parecidos fue sustituida por conflictos asimétricos, de apariencia frecuente-
mente difusa, que tuvieron lugar en el interior de los Estados mismos o de
determinadas regiones. En consecuencia, pronto se empezó a hablar de las
“viejas” y las “nuevas” guerras. Esta discusión se vinculó, al mismo tiempo, al
debate de los Estados fallidos (failing states). Según la tesis principal de este
debate, la guerra que se había sometido a la regulación del Estado gracias a
un acto de fuerza civilizatorio del siglo XVII estaba “desregulándose” en los
conflictos no estatales contemporáneos. En consecuencia, la violencia se había
vuelto incontrolable y cada vez más sanguinaria. Se afirmaba, además, que en
numerosos países periféricos el monopolio del uso de la violencia estaba en
peligro o ya se encontraba completamente desmoronado.
Bajo el Gobierno de Bill Clinton, este escenario amenazante se convirtió
en un pilar fundamental de la nueva doctrina geopolítica y militar estadouni-
dense. La administración de Washington creó la fuerza especial State Failure
Task Force, destinada a analizar la estabilidad de los Estados con base en dife-
rentes coeficientes bastante cuestionables, por cierto, tales como la densidad
poblacional, la ausencia de guerras civiles, rebeliones y genocidios étnicos, la
baja mortalidad infantil y el grado de apertura económica de las estructuras
frente al mercado internacional (¡sic!) (State Failure Task Force 2000). Los
datos procesados por la Task Force le sirvieron al Gobierno norteamericano
para decidir sobre posibles intervenciones en todo el mundo.
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Raul Zelik
A partir del 11 de septiembre de 2001 el discurso de las políticas de segu-
ridad dio un viraje, al asumir como paradigma central la idea del “terrorismo
internacional”. Dicho discurso mantuvo, no obstante, un estrecho vínculo con
el concepto de los Estados fallidos. Se argumentó que “el terrorismo interna-
cional” prosperaba en espacios no estatales, poniendo en peligro la seguridad
global. Así, las estrategias asimétricas para conflictos cobraron nueva vigencia.
En este contexto, cabe preguntar qué caracteriza a la “guerra regular” y a
los “conflictos asimétricos”; cómo se han desarrollado los paradigmas de la
guerra en el pasado; y, por último, qué paradigmas se están imponiendo en
la actualidad.
3.1. la guErra intErEstatal ydE gabinEtE
sEgún clausEwitz
La referencia más importante de la doctrina militar convencional es la obra Vom
Kriege (De la guerra) de Carl von Clausewitz (1978). Allí, el oficial prusiano
define la guerra como un recurso de la racionalidad política. Según Clausewitz,
los Estados recurren a la violencia militar cuando no pueden obtener sus ob-
jetivos políticos o imperiales a través de otros medios. A la inversa, la guerra
termina cuando el esfuerzo que ella supone es desproporcionado con respecto
al objetivo que la motiva (ibíd.: 25). Además, el transcurso exitoso de una gue-
rra no implica, según Clausewitz, su prolongación indefinida, sino que, por el
contrario, concluye una vez que la voluntad del adversario ha sido sometida.
El teórico militar pruso dedujo de ello la famosa idea de que la guerra es
la continuación de la política por otros medios1. En este sentido, se podría
1 Foucault (2000) propone una interpretación alternativa de esta tesis de Clausewitz. En sus
clases de enero de 1976, publicadas en la recopilación Defender la sociedad (2000), Foucault
afirma que Clausewitz invirtió un principio ampliamente aceptado en el siglo XVIII, según
el cual la política es la continuación de la guerra por otros medios (ibíd.: 52 y ss.). Según
Foucault, en la misma medida en que la guerra se concentró en manos de un poder estatal
central y se desplazó a espacios externos al territorio de los Estados —como ocurrió en el
siglo XVII cuando el estamento militar se sujetó al monopolio del Estado—, se estableció un
discurso de guerra en el seno de la sociedad. A pesar de que antes la guerra interna era muy
común, los discursos histórico-políticos hasta entonces habían descrito a la sociedad como
una pirámide armónica donde el soberano representaba el cuerpo integral de la sociedad. En
el nuevo discurso, no obstante, se perfiló una guerra permanente entre dos “razas” sociales.
Las relaciones de poder se interpretaron en términos del arte de la guerra. Según Foucault,
esta nueva percepción, que influyó fuertemente la configuración de las instituciones y que
luego se reflejó, entre otras cosas, en el nacimiento del racismo, no fue creada principalmente
“desde arriba”. Más bien fueron los discursos subversivos, inspirados en la Biblia, los que
anticiparon este concepto de guerra interna.
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Paramilitarismo. Violencia y transformación social, política y económica en Colombia
hablar también de una “economización” de la guerra. Análogamente a la for-
mación del sistema burgués de la justicia y el castigo, que economiza el uso
de fuerzas y medios (Foucault 2008), se estableció un uso racionalizado de la
violencia en la teoría militar. Los partidarios de Clausewitz suelen interpretar
este desarrollo como una “domesticación” de la guerra. De acuerdo con este
planteamiento, al someter la guerra a cálculos estatales, se le puso un límite a
la violencia. Este argumento es clave en el debate contemporáneo sobre los
“Estados fallidos”.
Tal interpretación, sin embargo, es uno de los aspectos más cuestionados
en la obra de Clausewitz. De hecho, de ella se puede deducir una relación
completamente contraria. Si las guerras dejan de ser asuntos existenciales,
convirtiéndose en simples medios para la conquista de fines políticos de unos
señores feudales muy alejados del horror de la guerra, fácilmente se puede
generar una actitud de ligereza en el uso del terror que se le imprime a la gue-
rra. Así, las llamadas guerras absolutistas “de gabinete” aparecen como gue-
rras cínicas y vanas2. Si bien es cierto que la instrumentalización de la guerra
como medio para el logro de determinados fines implica su uso racional, esta
racionalización conlleva una liberación de la violencia, dado que se reducen
los criterios que se deben cumplir para iniciar una guerra.
Clausewitz considera que la guerra exitosa precisa de una “trinidad” en-
tre Gobierno, Ejército y pueblo3. El oficial prusiano plantea que el “carácter
del pueblo” debe ser constreñido por los líderes militares y políticos. Frente
al intelecto, la razón y la perspicacia, la “audacia” debe pasar a un segundo
plano, afirma Clausewitz (1978: 86). Cuanto más poder tiene una persona
en el Estado o en las filas del Ejército, más debe saber refrenar sus impulsos
belicosos. Según Clausewitz, la importancia del pueblo en la “trinidad” de la
guerra puede variar considerablemente. Mientras que el pueblo lo fue todo
en las invasiones tártaras y en la Edad Media, y en las viejas repúblicas siguió
siendo fundamental, en las guerras de gabinete del siglo XVIII su rol fue mí-
nimo (ibíd.: 209).
2 Clausewitz examina ambas formas de la guerra: por un lado, la instrumental, en la que la
contienda bélica constituye un medio para alcanzar determinados fines; y, por otro, la exis-
tencial, representada por ejemplo en las guerras de liberación antinapoleónicas.
3 Este concepto guarda una gran similitud con el modelo tripartito de jerarquías sociales y
biológicas de Platón, que respondía a una diferenciación entre la razón, el valor y los ins-
tintos. Según Platón, el pueblo es portador de los instintos, el ejército encarna el valor y los
filósofos representan la razón. Con el redescubrimiento de la filosofía griega en el siglo XVIII,
este tipo de interpretaciones adquirieron gran importancia en el pensamiento europeo, por
ejemplo en Friedrich Schiller.

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