Violencia: un fenómeno cultural presente en todas las sociedades
Autor | Brígida Montoya Gómez/Tatiana Espinosa Montoya/Raúl Fernando Román Rendón/Luisa Fernanda Ospina Caro/Jefferly Amaya Álvarez |
Páginas | 19-21 |
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Violencia: un fenómeno cultural
presente en todas las sociedades
La violencia es un fenómeno vigente en todos
los hombres y mujeres; cuando por alguna ra-
zón contraria a su pensamiento, forma de ac-
tuar, interés personal y estatus social, el hombre
se ve agredido, inmado y ante la percepción
de amenaza, su respuesta es violenta. Este fe-
nómeno ha acompañado a la sociedad desde el
principio de la historia de la humanidad hasta
nuestros días. Los mitos griegos, romanos, az-
tecas y los eslos de recreación ulizados por
estas sociedades, estuvieron llenos de agresión
y asesinatos. Por esto se considera la violencia
como uno de los actos más comunes del ser hu-
mano e innato a él; desde que existe la socie-
dad, existe la violencia (Pessin, 1971).
Todas las sociedades, desde la más an-
gua y remota, cuentan, de alguna manera, sus
confrontaciones y describen la muerte de sus
integrantes; los ciclos se repiten en la línea de
historicidad que les permite contar la memoria.
Como bien lo instruye Freud en su texto de con-
sideraciones de actualidad sobre la guerra y la
muerte: “Se ilustra una serie ininterrumpida de
conictos entre una comunidad y otra u otras,
entre conglomerados mayores o menores, en-
tre ciudades, comarcas, tribus, pueblos y Esta-
dos; conictos que casi invariablemente fueron
decididos por el cotejo bélico de las respecvas
fuerzas (…). Al principio, en la pequeña horda
humana, la mayor fuerza muscular era la que
decidía a quién debía pertenecer alguna cosa o
la voluntad de qué debía llevarse a cabo”.
Al poco empo la fuerza muscular fue re-
forzada y sustuida por el empleo de herra-
mientas: triunfó aquél que poseía las mejores
armas o que sabía emplearlas con mayor habili-
dad. Con la adopción de las armas, la superiori-
dad intelectual comienza a ocupar la plaza de la
fuerza muscular bruta, pero el objevo nal de
la lucha sigue siendo el mismo: por el daño que
se le inige o por la aniquilación de sus fuerzas,
una de las partes contendientes ha de ser obli-
gada a abandonar sus pretensiones o su oposi-
ción” (Freud, 1985).
Es por ello que el lósofo Immanuel Kant,
desde su doctrina liberal, considera que “la paz
no es natural entre los hombres”, además, que
la violencia ha requerido ser controlada, de al-
guna manera, desde empos inmemorables;
considera que “el hombre es violento por na-
turaleza, pero ene instrumentos al alcance de
sus manos para contrarrestar sus tendencias
negavas, como por ejemplo el derecho” (Kant,
2012). Por eso el ser humano requirió cimentar
medidas o normas que ayudaran a la adecuada
y respetuosa interacción de las personas en la
sociedad; limitando sus actuaciones, que van
encaminadas a la violencia y a la confrontación
con el otro. Es así como los derechos de los
seres son conductas permidas y el individuo
que violente la norma se expone a un casgo
casi siempre proporcional a la falta comeda;
restringiendo impulsos agresivos, para que no
se conviertan en acciones de gran calado que
puedan quebrantar la integridad sica y mental
del otro.
La violencia, en el contexto actual, es cali-
cada como inhumana, término que debe desa-
parecer del vocabulario de quienes consideran
la violencia como un fenómeno ajeno al compor-
tamiento humano. La razón es que la violencia
a cualquier escala, es insnva y conduce a lí-
mites insospechados la psiquis humana; está tan
presente que se la percibe a menudo como un
componente ineludible de la condición humana.
Toda violencia viene del humano y su
acompañante es la sevicia, conviréndose en
un complemento (Einstein, 1932), del que dan
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