1853 - 7 de Diciembre de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 748437225

1853

A un lado del University Parks, en Oxford, como escondida por mucho tiempo, la enorme puerta de hierro ganó de pronto visibilidad. Y con ella se hicieron visibles los números que ocupan el centro del enrejado: 1853. ¿El año de su diseño? No lo sé. Parece ser la fecha en que la universidad comenzó a negociar los terrenos hoy ocupados por el parque. Al descubrirla sorprendido la semana pasada, en uno de mis recorridos diarios en bicicleta, aquella fecha me remitió de inmediato, en esa forma tan parroquial de pensar que identifica a tantos emigrantes, a un acontecimiento olvidado en Colombia: la Constitución de 1853. No es parte de nuestros anales históricos. No tiene monumentos que la recuerden. No se la reclama como símbolo de conquista alguna. Otras constituciones han tenido mejor suerte en el imaginario colectivo ya sea para alabarlas, ya para denigrarlas. La de 1863 se confunde con los ideales del radicalismo liberal. La de 1886, con los valores conservadores de la Regeneración. Los simpatizantes de una han solido ser enemigos de la otra, y viceversa, con las pasiones de todo fanatismo. La de 1991 se convirtió desde su aprobación en el emblema de una nueva Colombia. La Constitución de 1853, sin embargo, fue profundamente innovadora. Con ella, nuestro país se ubicó entonces en lo que el historiador James Sanders ha llamado "la vanguardia de la civilización". Désele un repaso. Para comenzar, la Carta expresó que la Nueva Granada se constituía en una "república democrática", en momentos en que la democracia estaba lejos de tener aceptación universal en el mundo occidental. Los precedentes eran contados y de existencia efímera, como las repúblicas proclamadas en Francia y Roma tras las revoluciones de 1848. "Democrática" no era solo una figura decorativa. Venía acompañada de otras instituciones, sobre todo del sufragio universal masculino, adoptado precisamente por la Carta de 1853. También adoptó el voto secreto y las elecciones directas. Fueron entonces verdaderas conquistas, hoy ignoradas o despreciadas. Ninguna otra...

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