Peatón - 10 de Enero de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 485337846

Peatón

Marcha fúnebre

Ricardo Silva Romero

Ya empieza a irse enero. Ya vuelven los vecinos del barrio: los pobres esposos que se gritan a las tres de la madrugada en el apartamento de abajo, los universitarios lamentables que arriesgan la vida, borrachos, en un balcón de un séptimo piso, y los hijos de nadie que juegan un karaoke del infierno (“no hay nada más difícil que vivir sin ti...”) con una risita que la vida tarde o temprano corrige. Ya se están viendo los carros parqueados donde les da la gana. Ya van por ahí las motos kamikazes. Ya regresa el alcalde a encarar nuestro destino. Llegan los concejales, los senadores, los ministros. Y el aire se apoza y las camionetas gigantes de vidrios polarizados se atraviesan como quieren “por razones de seguridad”. Es, en suma, el fin de la tregua. Ser peatón en Bogotá, que es lo que siempre he sido yo, vuelve a ser una proeza. Me explico, ahora, como quien habla de corrido a riesgo de quedarse sin aire: hasta esta mañana, cubierta por una sola nube, nadie ha tratado de convencerme de que tener carro es señal de prosperidad, ni ha querido animarme a que regrese en el tiempo a los días en los que mis poquísimos pasajeros vieron la muerte por culpa de mi despiste, ni ha conseguido probarme que vale la pena ser otro dueño de carro pendiente de la plata que se van tragando los trámites, los talleres, los parqueaderos, las estaciones de gasolina cercadas por puestos de comida. Y, como cada cual se va rodeando de sí mismo con el paso de la vida, me he descubierto felizmente sitiado por conductores que no se toman su condición como un gran placer sino como un mal necesario. Soy, pues, un peatón. De acuerdo con la definición de El diccionario del diablo, del “gringo viejo” Ambrose Bierce, para los carros soy “la parte variable (y sonora) de la calle”. Y, así suene a uno de los órganos que estuvo entrevistando EL TIEMPO (“yo maté a Steve Jobs”, declaró el páncreas si mal no recuerdo), cuando Bogotá se pone parecida a Bogotá doy exactamente igual. Trato de no ser uno de esos bárbaros que cruzan las carreteras por donde sea, como la rana de Frogger, inundados de adrenalina, pero me juego la vida cada vez que trato de ir de...

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