No somos ‘calidosos’ - 17 de Mayo de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 511220218

No somos ‘calidosos’

El arca de Noé

Luis Noé Ochoa

Esta semana, otra vez los políticos estuvieron desatados, burlones con la justicia unos y con el fósforo en una mano y la gasolina en la otra. Pero no les demos gusto de hacerles eco, pues la alharaca los beneficia y perjudica a los que hacen política responsable… Es más útil hablar de un hombre digno bajo los harapos. Y más ‘calidoso’ que algunos de cuello perfumado, muerto por otros incendiarios. Duele, indigna y no solo tiene que conmover, sino mover a la sociedad la horrorosa muerte de Marco Tulio Sevillano, ‘Calidoso’ –de Cali y de calidad–, el señor de la calle, que mientras dormía en un caño de la 39 con 13, en Bogotá, que era su casa sin cuota inicial, unos malnacidos lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego, junto a ‘Pinina’, su adorada perrita, que murió a su lado en la madrugada del pasado 2 de mayo. ¿Cómo es que alguien de mente podrida es capaz de quemar a un hombre inofensivo, indefenso, arrunchado al calor de su inseparable chandus, que daría la vida por él en cualquier esquina de este infierno terrenal? Lo mataron tal vez porque estorbaba, o porque un día gritó un viva a su equipo verde de ‘Cali pachanguero’, o porque algunos de malas pulgas creen que el desvalido es desecho y toca hacer limpieza social. Qué torpe criminal –¿alguien por quitarle el lugar?– que seguramente se fue riendo como el diablo, sin saber que ‘Calidoso’ era mejor que ellos. Quemaron vivo a un hombre chévere que inclusive, entre su miseria, decía ser feliz. A lo mejor. Además, era bueno e inofensivo. No tenía nada material, pero era rico en sonrisas, en amistad, en compañía al transeúnte. Porque era guardián querido de los estudiantes javerianos, que terminaron llorándolo. ‘Calidoso’ había perdido casi desde niño a su numerosa familia, compuesta por 16 hermanos. Y se perdió él mismo en esos laberintos oscuros del destino. Pero no le quitaron la calidad humana. Lo demuestran esos momentos terribles y, al tiempo, hermosos, cuando Sevillano, entre dolores insoportables, ya con la muerte sentada en el borde de la cama, sacó fuerzas para preguntar: “¿Pinina se salvó”? No. Ella también fue víctima...

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