‘El disparo nos borró la felicidad’ - 10 de Septiembre de 2019 - El Tiempo - Noticias - VLEX 811200101

‘El disparo nos borró la felicidad’

crónica Salud Hernández-Moraespecial para el tiempo - palermo, huilaYa no piensa en quitarse la vida, pero a veces desearía morirse pronto, dejar tranquila a la familia. No es fácil soportar diez años en una cama, sin nada que hacer, esperando que pasen las horas, que lo volteen para no llagarse, que lo saquen un rato a la calle, intentando en las noches en vela que no aflore la nostalgia ni la ira por sentirse abandonado, inútil, desechado por los mismos militares y gobernantes que antes sacaban pecho ante el arrojo y valentía de su compañía. -Para ellos ahora no valgo nada. El soldado tiene 36 años, ojos claros y una mirada triste. No puede valerse por sí mismo, la fuerza en los dedos solo le da para teclear el celular y alimentarse con una cuchara. Su compañera desde que eran muy jóvenes lo baña, lo alista para subirlo a la silla de ruedas, donde no aguanta más de tres horas, cuatro a lo sumo; le cambia dos veces al día el pañal y tres las sondas, lo acompaña a las citas médicas. Y pone tutelas. Porque pañales, silla de ruedas, sondas, silla de baño, dos escasas horas de rehabilitación semanales, solo los lograron con una sentencia judicial de por medio. "Todo ha sido ‘peleao’ ", murmura Salvador Galindo. Batallas que jamás creyó que libraría cuando ingresó al Ejército para cumplir el servicio y, aún menos, al ser destinado al valeroso batallón Diosas del Chairá. De familia campesina, ganaderos de una vereda de Palermo, Huila, de niño soñaba con ser un soldado destinado a grandes gestas. "Era la fiebre mía, me atraía el uniforme, veía Hombres de honor, y quería ser un héroe. Continué después del servicio militar porque la idea era permanecer los veinte años de soldado profesional". Uno de sus tres hermanos, un año mayor, fue el primero en ingresar y, también, el primero en caer herido. Un compañero pisó un campo minado y a él se le incrustaron grapas en una pierna. No se las pudieron sacar y, si bien continuó en el Ejército, no volvió a patrullar y lo destinaron a tareas administrativas. "En los cambios de luna le duele la pierna, pero ha podido hacer su vida normal", explica Salvador. Corría el año 2004 y siguió adelante, ignorando lo ocurrido a su hermano. Había escogido contraguerrilla, a sabiendas de los enormes riesgos que asumía. Lo comprobó en el 2005, en un ataque en el Caquetá. "Habían emboscado a una contraguerrilla, mataron un soldado y hubo heridos. Entramos a sacarlos, nos hostigaron, hubo un combate y me dieron en una...

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