‘El militar pagó y me abusó, y ni siquiera sabe que tuvimos una hijita’ - 5 de Julio de 2020 - El Tiempo - Noticias - VLEX 845801462

‘El militar pagó y me abusó, y ni siquiera sabe que tuvimos una hijita’

jineth bedoya lima -no es hora de callar @jbedoyalimaLos pájaros que empezaron a atravesar el cielo, de un día para otro, le robaban la tranquilidad a Leticia. Se preguntaba qué tenía en las entrañas ese aparato que era capaz de alzar vuelo. Soñaba con él y quería verlo de cerca, pero una madrugada observó cómo escupía fuego por uno de sus costados y le preguntó a su mamá si ese pájaro era capaz de hacer eso solo. "Adentro hay hombres, pero son diferentes, porque son de ciudad y tienen el corazón quebrado". Leticia, quien hoy tiene 29 años, se ríe y aún con algo del acento de su dialecto nukak, asegura que no solo los hombres de ciudad tienen el corazón quebrado, "les basta ser conscientes de que el sexo existe, para que solo quieran eso". Sabe por qué lo dice, ya que su propia historia es el mejor argumento. Fue madre al cumplir 13 años. El relato de Leticia y el de otras 22 jóvenes y niñas hacen parte de uno de los trabajos de investigación que la campaña No Es Hora De Callar ha construido en Colombia sobre violencia sexual. Estas mujeres pertenecen a las comunidades Nukak Makú y Guajibos, en el departamento del Guaviare. Sus abuelos y padres quedaron atrapados en medio de la colonización, la bonanza cocalera, la llegada de las Farc, la incursión de los paramilitares y la ofensiva del Ejército. La guerra los fue cercando y al final los sacó de sus tierras ancestrales y los obligó a comer, vestirse, hablar y adoptar las costumbres de los humanos que estaban al otro lado de su mundo. Y con el desplazamiento llegó también la vulneración de sus derechos. De eso es consciente, solo hasta hoy, la sonriente Leticia. Días después de soñarse con ese pájaro gigante de metal, el traqueteo de los fusiles la hizo salir corriendo junto a los suyos. Eran 17 entre papá, mamá, abuelo, hermanos y tíos. Llegaron ya de noche a San José del Guaviare y durmieron en la calle, en la acera contigua al aeropuerto Jorge Enrique González. Y en la madrugada, así como había pasado en la selva, el pájaro gigante voló sobre ellos. Leticia lo vio tan de cerca que no podía creerlo; estaba embelesada con el ruido y quedó sin respiración cuando vio cómo salían hombres de él. Su mamá no le había mentido. Eran muy diferentes a los que veían cerca de su resguardo, a pesar de que su ropa se parecía un poco. "Si algún día se los encuentra, no vaya a hablar con ellos. Hay que evitarlos", le advirtió su mamá. Eso fue lo que se quedó grabado en la cabeza de Leticia y, por eso, aún...

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