Aguafiestas - 17 de Septiembre de 2021 - El Tiempo - Noticias - VLEX 875952793

Aguafiestas

Cada tanto me entran ganas de negar que Antonio Caballero está muerto. Porque si una fiesta ha necesitado aguafiestas, o sea voces de la conciencia, esa ha sido el carnaval falaz y macabro y apestado de Colombia. "Mi papá era mi paraguas", dijo una vez una hija habituada a su duelo, "y desde que murió no ha parado de llover". Y yo últimamente pienso más y más en esa frase porque en medio de semejante tormenta de país sí que ha sido duro irse quedando sin refugios como María Mercedes Carranza, Silvia Galvis, Fernando Garavito, Gabriel García Márquez, Alfredo Molano y Germán Castro Caycedo. No solo decían la verdad, sino que sabían decirla. Creyeron que esto era una tragedia, y que si había un destino era el martirio, y sin embargo, sin renunciar a la belleza y a la insolencia, denunciaron cada episodio del despotismo como creándoles un archivo de escenas y de razones a aquellos que -quién sabe si en mi vida o en la vida de mis hijos- podrán darle forma a la emancipación. Nacieron en plena guerra bipartidista. Vieron a las élites desalmadas jugar con un dictador. Fueron testigos de cómo la tregua del Frente Nacional no fue capaz de conjurar este sangriento fundamentalismo que tarde o temprano ha acabado en autodefensas. Se negaron a convertirse en gringos. Su Dios fue esta geografía abrupta que habría que haber dejado en paz. A riesgo de ser llamados "subversivos", que para serlo aquí ha bastado cuestionarles la versión oficial a los estigmatizadores, a los perseguidores de siempre, probaron que "la izquierda" no era un delito ni una traición, sino una denuncia del desprecio, de la explotación. Se les rompió el corazón cada vez que fue saboteada la paz porque la paz, aquí en Colombia, suele recordarle a la ciudadanía que no está condenada a la victimización. Tuvieron que exiliarse, varios, por si las moscas, mientras el negocio de las drogas hacía irrespirable la república. Volvieron justo a tiempo, en el siglo XXI que les sonó distópico, a denunciar tanto la tecnocracia indolente como la...

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