Antología de cuentos y novelas con contenido jurídico - Décima parte - Abogados de esto y de aquello de la abogacía, la literatura y el derecho - Libros y Revistas - VLEX 940463869

Antología de cuentos y novelas con contenido jurídico

Páginas465-600
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LOS CALZONES DEL JUEZ120
Tres jóvenes le quitan los calzones a un juez de la Marca, en
Florencia, mientras éste estaba administrando justicia en su sitial.
Cuando EMILIA terminó su relato, y todos aplaudieron la
afortunada estratagema de la viuda, la reina se v olvió a Filostrato
y dijo:
“–A ti te toca ahora hablar.
–Estoy dispuesto– respondió Filostrato, quien comenzó de
esta manera:
“Amables señoras, el cuento que os contó Elisa acerca de
Maro del Saggio me anima a aban donar el tema de que pensaba
tratar, para referiros otra anécdota de ese joven y de dos de sus
compañeros. Aunque en este cuento tenga que emplear palabras
que la decencia nos prohíbe pronunciar, no puedo, sin embargo,
resistir al deseo de contárselo, pues me parece muy gracioso.
“Como sabéis, vienen con mucha frecuencia a Florencia
gobernadores de la Marca de Ancona, que suelen ser magistrados
sin corazón, avaros y miserab les, y traen con ellos jurisconsultos
y notarios que más bien pare ce que acaban de dejar el arado o la
lezna, que los libros de Derecho. Uno de estos nuevos
gobernadores trajo consigo, cuando vino a establecerse en
nuestra ciudad, a un juez, que se hacía ll amar maese Nicolás de
San Lepidio, y que más parecía un calderero que un hombre de
leyes. Él era quien juzgaba los asuntos criminales”.
“Como no es raro que se vaya al Palacio de Justicia aun no
teniendo en él ningún asunto pendiente, Maro del Saggio fue
una mañana en busca de uno de sus amigos, y entró en la sala
120 BOCCACIO. El Decamerón, México, Editorial Porrúa S.A., 1993, pp. 349 y ss.
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en la que juzgaba maese Nicolás. Llamóle la atención al aspecto
singular de este juez, y deteniéndose, lo examinó de pies a cabeza.
“Nicolás lleva un sombrero verde muy sucio, un tintero en
el cinto, un jubón más largo que la toga, así como otras muchas
cosas que ningún juez que se precia de ir vestido decorosamente
suele llevar. Pero lo que Maro le encontró de más grotesco fueron
sus calzones, que le llegaban hasta media pantorrilla, y un vestido
tan estrecho, que estaba completamente abierto por delante. Al
ver a un juez con tal indumentaria, olvidó lo que buscaba y
como le gustaba mucho divertirse, fue a llamar a dos de sus
camaradas, uno de los cuales se llamaba Ribia y el otro Mattenzzo,
los cuales eran tan bromistas como él. Les dijo que ib a a llevarlos
al Palacio de Justicia para enseñarles el juez más ridículo que
jamás habían visto. La figura y el atuendo de aquel personaje
estuvieron a punto de hacerles morir de risa, no bien le vieron
desde lejos; pero nada les divirtió t anto como sus largos calzones.
Habiéndose acercado al sitial del juez, observaron que se podía
pasar por debajo, y que la tabla e n la que apoyaba el juez los pies
estaba rota, pues tenía una hendidura lo bastante grande para
poder pasar por ella fácilmente la mano y el brazo.
Inmediatamente, ocurrióseles quitarle sus calzones; y, después
de haberse puesto de acuerdo sobre el modo de hacerlo, así como
sobre el papel que cada uno debía representar, aplazaron la broma
para el día siguiente, por juzgar que aquél no había bastante
gente en la Audiencia.
“Volvieron, pues, al otro día y, viendo que el público era
tan numeroso como podían desear, Matenzzo fue a situarse
furtivamente debajo del tribunal, Maro y Ribia, mientras tanto,
se acercaron al sitial, y cogiendo cada uno al magistrado de un
paño de su toga, tiraron de ella, cada uno por su lado, en tanto
que gritaban:
–”¡Justicia, señor juez! ¡Justicia!
–”Yo os suplico que me la hagáis a mí –dijo Maro–, antes de
que ese ladrón salga de aquí. Me ha robado un par de zapatos, y
yo os pido que le obliguéis a que me los restituya. No hace aún
quince días se los vi llevar al zapater o remendón, y sin embargo
se atreve a negar que me los haya robado.
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“Riba, tirándole del otro lado, gritaba lo más fuerte que
podía:
–No le creáis: es un impostor, un bribón que quiere salir
del aprieto, con una calumnia; ha sabido que yo iba a venir a
quejarme de que me ha robado una maletilla, y, para que no
sepáis quién es en efecto el ladrón, ha venido a acusarme de
haberle robado unos zapatos. Y si dudáis de lo que estoy dicie ndo,
tengo por testigos a la Trecca, que está aquí presente; la
mondonguera, a quien todo el mundo conoce, y además a la
mujer que va pidiendo para nuestra Señora de Varlais.
“Maro, por el otro lado, interrumpía sin cesar a su camarada,
el cual hacía otro tanto, gritando uno y otro cuanto podían.
“Y habiéndose puesto en pie el magistrado para oír mejor a
los pleiteantes. Mattenz zo, juzgando el momento favorable, pasó
la mano por la grieta de las tablas y cogiendo los dos extremos
del calzón, tiró de ellos con tanta fuerza, que lo hizo caer sobre
los talones, ya que e ra muy amplio y el personaje muy delgado.
Cuando sintió el juez caer el calzón, quiso cubrirse con la toga;
pero Maro y Ribia, que la tenían sujeta, en lugar de soltarla, la
abrían todavía más, gritando a voz en cuello, cada uno por su
parte:
–” ¡Haceis muy mal, señor, en negaros a oírme y hacerme
justicia!
“¿Por qué pretendéis retiraros? En esta ciudad no se
acostumbra hacer por escrito las demandas de esta naturaleza.
En fin, le tuvieron sujeto el tiempo suficiente para que
todos cuantos se encontraban en la Audiencia advirtiesen que se
le habían caído los calzones, y viesen al descubierto lo que
fácilmente puede adivinarse.
Todos los reunidos rompieron a reír con grandes carcajadas,
Ribia entonces, juzgando que ya habían reído bastante, soltó la
toga y se retiró diciéndole al juez:
“–Os prometo, señor, que iré a reclamar al síndico.
“Maro dijo que él no apelaría a otro magistrado, sino que
volvería para pedirle justicia cuando estuviese menos ocupado.

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