Armadillos, los ‘arquitectos de la naturaleza’ - 16 de Marzo de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 705810501

Armadillos, los ‘arquitectos de la naturaleza’

ANTONIO CASTAÑEDA - FOTÓGRAFO

ESPECIES, UNA NUEVA EXPEDICIÓN

Si algo me enamoró aún más de mi profesión de fotógrafo, fue el privilegio de haber nacido en Colombia, de recorrer su geografía en todas las direcciones. Sin embargo, siempre existieron lugares soñados pero al tiempo prohibidos, a causa del conflicto que acompañó nuestro país desde que pasé a usar pantalones largos. Fragmentados relatos de valientes aventureros sobre la existencia de parajes en los que la creación trabajó con esmero aumentaban permanentemente mi deseo de conocerlos, de hacer sus fotografías, para que, a semejanza de las excursiones daguerrianas del siglo XIX, el mundo se hiciera una idea más clara de la belleza natural que, durante tantos años, solamente servía de escenario de brutales atrocidades. Hoy, la esperanza y la paciencia encontraron recompensa. Esos parajes siguen ahí, con su gente, su paisaje, sus ríos y toda su fauna. Muchos, con grandes cicatrices que esperan ser curadas con delicadeza y con mucho amor. “¡Qué son diez o más horas de viaje!”, advierte alguien cuando le digo que voy para Paz de Ariporo, en el corazón de Casanare. No importa. ¿Qué son diez horas contra 60 años? Una bella y generosa llanura de esta región alberga el hato La Aurora, uno de esos lugares soñados, que se presenta majestuoso y sencillo a la vez. Sus propietarios, los hermanos Barragán, son la primera de muchas sorpresas que nos esperan en esta expedición. De ‘pata al suelo’, pantalón remangado saltacharcos, camisa de cuadros y sombrero de fieltro curtido y machete al cinto, su apariencia de avezados llaneros oculta su verdadero origen boyacense. Más de 40 años en el Casanare han sido suficientes para hacerlos casanareños totales. Solamente hace falta oírlos interpretando, con el arpa y el cuatro, un joropo compuesto por Nelson, o leer alguno de sus poemas o mirar uno de los cuadros pintados por él, para entender hasta dónde la llanura es parte de la esencia de esta familia. Las cinco de la mañana es la hora apropiada para ir al lugar que, según Jorge, otro de los hermanos, es privilegiado para ver un espectacular amanecer. No hay lugar a decepciones. El sitio y lo que ocurre cuando el cielo, aún azul oscuro, empieza a mancharse de rojo y naranja producen una mayor emoción de la imaginada, y se convierten en augurio de un día intenso y feliz. De regreso a la casa en busca de un esperado desayuno, Jorge, pacientemente, atiende mis múltiples pedidos para detener el viejo Jeep...

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