Un café con aroma a paz - 11 de Mayo de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 510278802

Un café con aroma a paz

Un café con aroma a paz

En una de las zonas del país más castigadas por la violencia, hoy se respira un aire esperanza gracias a un programa de recuperación de la caficultura.

Víctor Manuel Vargas Silva Editor de Domingo Serranía del Perijá, Cesar. Con la mirada puesta en ese mar de montañas verdes que es la Serranía del Perijá, y en medio de una sonrisa mitad tímida, mitad sabia, doña María Antonia suelta una frase tras la cual solo cabe guardar unos segundos de respetuoso silencio: “Ahora aquí estamos viviendo una vida muy hermosa y ojalá podamos seguir siendo felices, porque la felicidad es la tranquilidad, no es la plata”. Lo que acaba de decir esta tolimense de 65 años cobra aún más valor cuando uno sabe que su esposo y dos de sus hijos fueron asesinados por los grupos armados que sembraron el terror en esta región del Cesar. Y que, además, ella fue una de las pocas personas que se quedó en su finca, sola, mientras que la mayoría de sus vecinos huían hacia Codazzi, o hacia Venezuela, para salvar sus vidas. “Una cosa es hablar y otra es vivir lo que nos tocó vivir”, dice. “Desde que llegó la droga, en esta zona siempre hubo violencia; pero la que nos azotó más duro fue la de los ‘paras’, porque esa era gente sin alma: mataban por cualquier cosa. Su vida era matar y mataron a mucha gente de estas sierras”. María Antonia, jamás va a olvidar lo que le sucedió, es imposible. Pero hoy su vida ya no gira en torno al miedo, sino entorno a la esperanza. Aunque sigue viviendo sola, ella hace parte de un grupo de 600 familias productoras de café a las que la Federación de Cafeteros de Colombia, la embajada del Reino de Holanda, la Fundación Douwe Egberts y la gobernación del Cesar vienen apoyando en el marco de un programa de recuperación y sustentabilidad de las fincas cafeteras de esta región. “Hubo que empezar por lo más básico, por ayudarles a levantar nuevamente sus casas, por ayudarlos a hacer una cocina, un baño”, dice Agustín Giraldo, director del comité departamental de cafeteros. Luego se comenzó a trabajar en un programa de renovación de sus cafetales con variedades resistentes a la roya y a la broca, que ya empiezan a mostrar sus frutos en términos de calidad y productividad. Y al punto de que un café etiquetado con la denominación de origen Serranía del Perijá ya se ha vendido como producto gourmet en países tan lejanos –y exigentes– como Japón. La tristeza lo dominaba todo “Al principio no fue fácil”, recuerda Ceilis Berrocal Quintero, una de las pioneras de este programa, que lleva por nombre ‘Colombia Cafetera Sostenible: Asociación Público Privada para la Convivencia Pacífica y el desarrollo sostenible en la zona rural cafetera de la Serranía del Perijá’, y que comenzó en el 2009. “La gente –agrega– no creía en nada. La tristeza lo dominaba todo y no eran pocos los que nos pedían que nos fuéramos, que no los ilusionáramos con cosas, para después abandonarlos a su suerte”. Pero la gente poco a poco se fue abriendo y aceptando esa mano tendida. Leonardo, uno de los beneficiaros del programa, lo explica de forma elocuente: “Estábamos en un hueco, en un precipicio, y de repente alguien nos arrojó un lacito por el que trepamos y volvimos a ver la luz, volvimos a la vida”. Estos cafeteros tienen claro el origen de su tragedia. “Todo empezó con la marihuana en los 70, y luego vino la coca y la amapola. Primero fueron los combos, luego la guerrilla (Farc y Eln) y luego los paramilitares. Y ahí quedamos atrapados en el medio”, resume Pedro Pablo, que produce café desde hace más de 40 años en la zona. La fractura social fue uno de los elementos más graves. “Ya no podías hablar con tu vecino, no sabías si por eso te iban a acusar de ser paramilitar o guerrillero. O si lo iban a matar a él o a ti por haberlo hecho”, cuenta un cafetero que pide la reserva de su nombre. Un asunto catastrófico en el campo, donde la ayuda de los otros es imprescindible para deshierbar, para replantar o para recoger una cosecha. Para el 2004, el 90 por ciento de los caficultores de la zona eran desplazados. “Tuvimos que abandonarlo todo. Perder la cosecha, los pocos animales que nos quedaban y nuestras casas”, dice Pedro Pablo. “Las masacres eran frecuentes y en los retenes siempre bajaban a alguien. Lo mataban ahí mismo o se lo llevaban y jamás se volvía a saber de él. Era algo tremendo”. Leonardo lo confirma con una escena que hasta el día de hoy lo conmueve: “Me tocó ver como en uno de esos retenes bajaron a una mujer embarazada. No respetaban a nadie”. Leonardo tomó la decisión de abandonar su finca en el 2003, cuando se enteró de que a su vecino lo habían matado a sangre fría. “Lo sacaron de su casa y lo asesinaron miserablemente. Ahí le dije a mi mujer que nos teníamos que ir”. Entre los años 2001 y 2007 más de 41.000 personas de esta región fueron forzadas al desplazamiento. Todos coinciden en que dos cosas lo cambiaron todo. Un batallón de alta montaña que ahora brinda seguridad a la zona, y que ha permitido el regreso de la gente a sus fincas, y el programa de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR