Asesinato de líderes sociales: la guerra que sigue viva y hay que parar - 11 de Febrero de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 702456097

Asesinato de líderes sociales: la guerra que sigue viva y hay que parar

Carlos Guevara (*) - Razón Pública

Siempre he sentido fascinación por los salmones. Me asombra su capacidad de afrontar obstáculos y vencerlos. Los salmones enfrentan un sinfín de depredadores durante meses y en el momento culmen de su vida nadan contra la corriente para poder reproducirse. La vida de los líderes sociales en Colombia se asemeja a la de este pez extraordinario. Durante décadas, los líderes sociales fueron la población más invisibilizada del conflicto armado. Tanto así que ni siquiera el Centro Nacional de Memoria Histórica los mencionó en su principal documento, el informe ‘Basta ya’. Han sido olvidados por el Estado colombiano en su conjunto. Los gobiernos de turno de los últimos 20 años han hecho todo lo posible por ocultar la violencia sistemática que sufren los líderes sociales de Colombia. Desde la sociedad civil, el registro más antiguo de violencia contra líderes sociales es el del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep). Pero la documentación más precisa la tiene el programa Somos Defensores, que cuenta con la base de datos más completa y donde se registran aproximadamente cinco mil defensores y defensoras de los derechos humanos que han sido agredidos. Los diversos gobiernos de los últimos 20 años han hecho todo lo posible por ocultar la violencia estructural que sufren los líderes sociales. Pero esta invisibilidad, que parecería ser lapidaria para los líderes sociales, no ha sido excusa para que estos ‘salmones’ sigan adelante. En medio de la guerra, estos activistas en los ámbitos local, regional, nacional e internacional izaron la bandera de la salida negociada del conflicto como única forma de acabar con las hostilidades y así buscar un país distinto. Hace veinte años comenzamos a oír de los ‘defensores de derechos humanos’ gracias a la declaración de Naciones Unidas donde se definía quiénes eran estos activistas y se establecían las obligaciones de cada Estado miembro con estos hombres y mujeres. En Colombia ya los conocíamos, aunque con otros nombres: los llamábamos líderes campesinos, indígenas, afros, sindicalistas, líderes estudiantiles, feministas o ambientalistas. Y, claro, está también una pequeña pero poderosa fracción de la población colombiana los llamaba de otras formas peyorativas: mamertos, revoltosos, guerrilleros, terroristas. Un sabor a derrota El 27 de enero, el líder social y defensor de derechos humanos Temístocles Machado fue asesinado en Buenaventura por sujetos todavía...

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