La cara dramática del trabajo de los domiciliarios - 17 de Julio de 2020 - El Tiempo - Noticias - VLEX 846512782

La cara dramática del trabajo de los domiciliarios

Carol Malaver - Subeditora Bogotá carmal@eltiempo.com@CarolMalaverDiego Antonio Pérez Zúñiga, más conocido como Diego Barcelo, de 30 años y originario de Cartagena, Bolívar, se las arreglaba para conocer nuevos países y de a poco hacerse profesional en lo que más le ha gustado: la actuación y la producción. Dice que ha trabajado en varios países, pero que por ser un área tan inestable a nivel laboral muchas veces ha terminado desempleado. Su padre es cartagenero y su mamá viajó a Venezuela para radicarse allá. Así que desde los 14 años, y como ha podido, ha estudiado lo que le apasiona. De hecho, cuenta que su última experiencia fue en Ecuador y que cuando comenzó la pandemia de la covid-19 tuvo que regresar a Bogotá. "Pero aquí la situación también se puso dura y pues con el poco dinero que tenía me compré una bicicleta para trabajar en Rappi y así poder pagar el arriendo y la comida". Dice que la primera vez que se conectó con Rappi la empresa le descontaba un seguro. "Yo no sabía muy bien para qué era porque siempre he sido muy cuidadoso. De hecho, le estaba dando de domingo a domingo. Me despertaba a las 8 de la mañana, preparaba mi almuerzo y me iba al norte de Bogotá a trabajar". Pero luego, asegura, le comenzaron a aparecer deudas injustificadas. "Una vez fue de 108.000 pesos. Yo fui juicioso a una tienda a recoger el producto y me dijeron que ya se lo habían entregado a otro. Y llamé al cliente y me dijo que ya lo había recibido. Pero no fue mi culpa. Eran unas rosas de 54.000 y a mí me montaron la deuda por el doble". La segunda vez que pasó, cuenta, entregó un domicilio y debía cobrar 98.000 pesos en efectivo. "Pero la cliente me dijo que no le cobrara porque a ella ya le habían debitado el dinero de su cuenta. Entonces yo llamé a soporte y me dijeron que en efecto yo me quedaba con esa deuda. Cuatro días duré haciendo la reclamación". A Diego le comenzó a molestar que pese a su trabajo duro desconfiaran de su forma de actuar. "Muchos quedábamos tristes cuando íbamos a cobrar los martes porque aparecían deudas y muchas veces no se sabía ni de qué. Algunos venezolanos sin papeles ni hacían el reclamo por miedo a perder su única forma de ingreso". Pero lo que más lo sumió en la desesperación fueron los accidentes que sufrió. Hace un mes ocurrió el primero mientras entregaba un pedido en la calle 100. "Un carro pasó y me dio tres vueltas. Terminé en el suelo y el carro se escapó y además quedé con un domicilio en curso". Su...

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