La ciudad en el espacio y el espacio de la ciudad - La producción del espacio comunitario. Habitar el suroriente bogotano - Libros y Revistas - VLEX 850233104

La ciudad en el espacio y el espacio de la ciudad

AutorCristina Herrera Saavedra
Páginas35-65
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     
¿Por qué el espacio?
Preguntarnos por el espacio implica necesaria mente preguntarnos por la
relación de nuestro cuerpo como referencia direct a, con su ocupación y lo-
calización. O mejor aún, el e spacio como marco de referencia vivido o ima-
ginado. Al movernos, tocamos y manipulamos; asi milamos la realidad de
los objetos y descubrimos la estr uctura del espacio. Se trata de act ividades y
exploraciones que reciben progresivamente la inuencia de valores cultu-
rales, pues esta mos en permanente relación con quienes comparten dicho
marco; es decir, quienes le han dado alg ún sentido. O como lo armara cla-
ramente Henri Lefebvre (, p. ): “no hay relaciones sociales sin espacio,
de igual modo que no hay espacio sin relaciones soc iales”.
La función del espacio es ordenar los c uerpos; prescribir o proscri-
bir los gestos, los trayectos y los recorridos, en los que se proyect an metas,
acciones en juego y se despliegan estrategias concretas y desa fíos de una
sociedad. Y dicha socied ad es, a su vez, un espacio y una arquitectura de
conceptos, formas y leyes, cuya verdad “abstr acta” se impone a la realidad
de los sentidos, del cuerpo, de las voluntades y los des eos. Luego, lo que nos
permite el estudio del espacio e s responder a las preguntas de las relaciones
sociales en cua nto a su existencia espacial; relaciones socia les que se proyec-
tan sobre el espacio, se inscr iben en él y, en ese curso, lo producen (Lefebvre,
, pp. , , ).
La teoría del espacio estud ia fundamentalmente textu ras. Y una
textura del espacio d a lugar a actos sociales, con un víncu lo a una práctica
espacial determinada , esto es, a un uso colectivo e indiv idual del espacio
(Lefebvre, , p. ). Dichas texturas han sido también descritas como
horizontes de se ntido, horizontes que son posibles y se hacen presentes en
lo cotidiano.
La dimensión cotidiana ha sido estudiada principalmente en su directa conexión con el len-
guaje. Habermas () se refería a la capacidad del lenguaje de la vida cotidiana proponiendo
el concepto de mundo, en el que se objetivan los componentes y estructuras del mundo de la
vida con nes de la acción orientada al entendimiento. Por su parte, Michel de Certeau ()
se refería a las prácticas cotidianas como las manifestaciones internas en un sistema, el de la

La producción del espacio comunitario
Lo cotidiano es, ademá s, el formante constitutivo de los espacios de
representa ción. Esto quiere decir, el espacio entendido como la capacidad
de los grupos sociales en su i ntervención mediante obra y lenguaje, pasando
por la autogestión y la emancipación. Este proceso continuo da como resu l-
tado estilos de vida que nec esariamente estarán enmarcados por pat rones
espaciales. Lo que hace posible que, en la med ida que se generan diversos es-
tilos de vida, asi mismo se cuente con una marcada diversi cación espacial; en
la que precisamente lo cotidiano es el á mbito en donde se evidencian las
contradicciones de valores, de uso y c ambio. En la cotidianidad se materia-
lizan, viven y enca rnan las condiciones de los sistemas económicos y polít i-
cos presentes en cualquier socied ad, que son a su vez contradicciones de la
sociedad y del espacio. Cuando habla mos de los espacios de representación
nos referimos, entonces, a las práctica s, los usos, las apropiaciones y los
imaginar ios que los grupos sociales hacen del espacio, siempre subordina-
dos a factores y hechos impuestos desde un sistema jer arquizado a partir de
lógicas que proyectan control, usos y comport amientos, aunque sin lograr
determinarlos denitiva mente.
De otra parte, las representaciones del espacio denotan los espa-
cios del poder. Espacios en los que se integran lo económico y lo polít ico.
Se trata de zonas centrad as que irradian y ejercen sus inuencia s culturales,
ideológicas y de diversos tipos en tod as las direcciones. Ahora bien, el poder
político no es per se productor del espacio, pero lo reproduce en cua nto lugar
y medio de la reproducción de las relaciones sociales que le son con adas.
Es por esto que en el espacio del poder (las representac iones del espacio), el
poder no aparece como tal, sino que se d isimula bajo la denominada orga-
nización del espacio (Lefebvre, , p. ).
Al acercarnos al c oncepto de espacio encontraremos que este contiene
espacios de representación y representaciones del espacio. Estas dos categoría s
lengua, o el del orden construido. Y más precisamente este autor hará notar la relación entre
lenguaje y espacio reriéndose a los lugares como historias fragmentarias o simbolizaciones
enquistadas en el dolor o el placer del cuerpo. La expresión me siento bien aquí es una práctica
del espacio, bienestar en retirada sobre el lenguaje. También se reere Certeau a andar como
espacio de enunciación, haciendo notar cómo el caminante transforma los signicantes es-
paciales (enunciación peatonal). Así, en el marco de la enunciación, el caminante constituye,
con relación a su posición, un cerca y un lejos, un aquí y un allá, indicativa de una apropiación
presente del espacio mediante un “yo” (Certeau, , pp. , , ).
La actual preocupación por el espacio puede notarse en las redeniciones a partir de su es-
casez. Recurriendo a Hegel, Lefebvre hace notar que un concepto no aparece sino cuando lo

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