La comunidad local como espacio creativo para la transformación. La perspectiva desde los Montes de María
| Autor | Ricardo Esquivia Ballestas - Barbara Gerlach |
| Cargo del Autor | Coordinador general de la red ASVIDAS de los Montes de María y Sincelejo, una organización de 130 grupos comunitarios locales que trabajan en los departamentos de Bolívar, Sucre, Córdoba y la costa caribe, que tiene 2.500 miembros y un equipo de 30 facilitadores voluntarios y que se dedica al desarrollo de iniciativas de paz sostenibles - ... |
| Páginas | 377-397 |
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La comunidad local como espacio creativo
para la transformación
La perspectiva desde los Montes de María
Ricardo Esquivia Ballestas con Barbara Gerlach
En una tierra de esperanza, una cultura de la violencia
Durante los últimos cincuenta años Colombia ha vivido un grave conicto social
que ha degenerado en un conicto armado interno. Desde cualquier punto de vista
las consecuencias de esta guerra han sido desastrosas tanto para los combatientes
como para los no combatientes, para el país como un todo, para el Estado y las
diferentes administraciones que han gobernado el país y para la economía. Este
prolongado conicto ha contribuido a crear una cultura política de la violencia y ha
despertado el apetito de riquezas y poder, lo que ha llevado a una gran corrupción
administrativa y al narcotráco. Esta guerra, considerada justa o injusta por unos y
“sucia” o “limpia” por otros, ha sido catastróca. Salvo unos pocos grupos y empre-
sas –nacionales e internacionales, lícitos e ilícitos– que se enriquecen y acrecientan
su poder gracias a la guerra y sus consecuencias, los colombianos quieren la paz.
Por esta razón se han realizado innumerables intentos por terminar la guerra.
Entre ellos cabe mencionar la creación de una impresionante gama de organizacio-
nes e iniciativas que promueven la paz. En Colombia existen por lo menos treinta
mil iniciativas de paz. Estas iniciativas han surgido de diferentes sectores de la so-
ciedad y algunas han sido muy creativas.
A nales de la década de 1990, una coalición de organizaciones decidió medir
el interés de la gente en la paz, no mediante encuestas telefónicas, cuyos resultados
a veces son engañosos porque pueden estar sesgados, sino mediante la participa-
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Colombia. La construcción de la paz en tiempos de guerra
ción en cierto tipo de acciones. Esta coalición realizó un referendo con niños en
el que unos dos millones y medio de niños y niñas expresaron su deseo de paz. El
grupo, alentado por este resultado, decidió crear una papeleta de votación para
que la gente expresara un mandato ciudadano por la paz: aproximadamente 9,5
millones de personas votaron a favor de la paz. Esta coalición, respaldada por la
Red Nacional de Iniciativas por la Paz y contra la Guerra (REDEPAZ), País Libre,
distintas iglesias y otros sectores, organizó una marcha masiva a favor de la paz y
contra la guerra, que se llamó la marcha del No Más. Una gran cantidad de perso-
nas marcharon por la paz (12,5 millones según los organizadores y 10 millones de
acuerdo con los estimativos menos optimistas)
¿Pero qué pasó con esas buenas intenciones y ese mar de entusiasmo? ¿Por qué
no se tradujeron en cambios en la vida cotidiana de las personas? Las estadísticas
son estremecedoras. La violencia y la guerra siguen cobrando víctimas. Todavía se
producen treinta mil muertes violentas cada año. Hay más de tres millones de perso-
nas desplazadas. Los narcotracantes siguen aumentando su poderío produciendo
un efecto negativo en la sociedad. ¿La gente no es sincera? ¿Va a estos eventos sola-
mente por el entusiasmo del momento? ¿Las demostraciones de paz son en vano?
¿Qué tipo de paz quiere la gente?
La dicultad radica en que cada persona tiene un concepto de paz diferente. Uno
de los problemas que subyacen al trabajo por la paz es que se necesita llegar a un
acuerdo sobre el tipo de paz que se quiere construir. Es importante saber qué se
quiere y para dónde se va, para así encontrar el camino, el método y las estrategias
a seguir, las herramientas a usar y los medios para unir las fuerzas y canalizarlas
hacia la misma meta. Necesitamos saber qué tipo de semillas estamos sembrando,
para fertilizar el suelo y utilizar las herramientas adecuadas para realizar una bue-
na cosecha. O, para usar otra metáfora, supongamos que todos nos ponemos de
acuerdo en pintar la casa de verde. Pero, ¿qué tipo de verde?, ¿verde aguamarina?,
¿verde esmeralda?, ¿verde oscuro?, ¿verde claro? Estos pequeños desacuerdos pue-
den resultar en parálisis y frustraciones, y cuando no sabemos para dónde vamos
(“cualquier bus nos sirve”, como dice el dicho), podemos terminar en un sitio al
que en realidad no queremos ir.
Para algunas personas, la paz es ausencia de guerra o de manifestaciones tan-
gibles de violencia. Este tipo de paz puede lograrse con armas y violencia o a través
de pactos entre las partes en contienda o entre la gente que nancia la guerra. Aquí
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