El concepto de incentivo en administración. Una revisión de la literatura - Núm. 21, Julio 2009 - Revista de Economía Institucional - Libros y Revistas - VLEX 846377060

El concepto de incentivo en administración. Una revisión de la literatura

AutorYuri Gorbaneff - Sergio Torres - José Fernando Cardona
CargoMagíster en Economía, profesor del Departamento de Administración de Empresas de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia - Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, director del Departamento de Administración de Empresas de la Facultad de Ciencias Económicas y ...
Páginas73-91
Revista de Economía Institucional, vol. 11, n.º 21, segundo semestre/2009, pp. 73-91
Yuri Gorbaneff *
Sergio Torres**
José Fernando Cardona***
EL CONCEPTO DE INCENTIVO EN
ADMINISTRACIÓN. UNA REVISIÓN
DE LA LITERATURA
* Magíster en Economía, profesor del Departamento de Administración de Em-
presas de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia
Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, [yurigor@javeriana.edu.co].
** Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, director del Departamento
de Administración de Empresas de la Facultad de Ciencias Económicas y Ad-
ministrativas de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, [storres@
javeriana.edu.co].
*** Magíster en Administración de Salud, director de postgrados de Adminis-
tración en Salud de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de
la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, [jscardona@javeriana.edu.
co]. Fecha de recepción: 2 de septiembre de 2009, fecha de modificación: 5 de
noviembre de 2009, fecha de aceptación: 24 de noviembre de 2009.
HISTORIA DEL CONCEPTO
El incentivo es la promesa de una compensación por realizar cierta
acción que desea quien ofrece el incentivo (Laffont y Mortimer,
2002). Es la recompensa total, que abarca los aspectos financieros y
no financieros, condicionada a la medición del resultado de un trabajo
o a la observancia de ciertas normas de conducta (Town et al., 2004).
Siempre han existido incentivos, por lo menos desde que apareció la
división de trabajo y el intercambio económico (Laffont y Mortimer,
2002). El mercado de competencia perfecta ofrece un incentivo obvio:
la expectativa de ganancias.
Los filósofos clásicos no prestaron mucha atención al incentivo.
Aristóteles no fue más allá de observar que al trabajador, sea esclavo
o libre, se lo maneja con la promesa de satisfacer sus necesidades y
con la amenaza de castigo. Su relativo desinterés por el tema también
obedecía a la baja valoración del trabajo productivo como ocupación
secundaria para un ciudadano de la polis; él se interesó más en la
responsabilidad moral de la persona. Como el trabajador cumple las
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Yuri Gorbaneff, Sergio Torres y José Fernando Cardona
órdenes del amo, la libertad de su voluntad está en cuestión y junto
con la libertad, su responsabilidad moral (Craig, 1998).
Los incentivos del mercado fallaban en la provisión de bienes
públicos. Este hecho llamó la atención de los filósofos antiguos pero
tampoco los inspiró para estudiar los incentivos. Por ejemplo, para
Aristóteles, la producción de bienes públicos era un asunto exclusi-
vamente moral. Si la persona es racional, busca la virtud (areté) y el
bien común; no necesita un incentivo especial para ser buen ciuda-
dano (ibíd.).
Los chinos avanzaron más. El filósofo Mozi (siglo V a C) y la
escuela legalista formularon el concepto de incentivo e hicieron una
tipología de los incentivos. Primero, el ejemplo del líder es un buen
incentivo porque las personas tratan de imitarlo. Segundo, una gama
de premios y castigos materiales y sociales, entre los que figuran el
castigo divino y premios intangibles como el honor y la reputación.
Finalmente, la persuasión. La persona se comportará en forma correcta
si su jefe o su par le dan una buena razón (ibíd.).
Adam Smith profundizó el estudio de los incentivos. “Los sala-
rios del trabajo dependen del contrato que se celebra entre estas dos
partes, cuyos intereses de ningún modo son idénticos. El trabajador
desea recibir cuanto más sea posible y los patronos dar cuanto menos
sea posible” (Smith, 1776, lib. 1, cap. 8, 110). El hombre debe vivir
siempre de su trabajo, y su salario debe ser al menos suficiente para
mantenerlo (ibíd., 112).
Su análisis del salario y de la relación entre el trabajador y el patrono
contrasta con la cándida referencia a la situación del esclavo, que no
es productivo porque carece de propiedad. Para explicar esta relación
ineficiente empleó argumentos no económicos, como el deseo del amo
de dominar a sus empleados (ibíd., lib. 3, cap. 2, 496-498).
Smith descubrió las limitaciones de la ganancia como incentivo
tomando como ejemplo el contrato de arrendamiento de la tierra y
los insumos necesarios para cultivarla. El contrato establecía que todo
lo que se produjera en la finca se dividiría en partes iguales entre el
dueño y el arrendatario. Era legítimo esperar que, con ese arreglo, el
arrendatario hiciera su máximo esfuerzo, porque cuanto más produjera
la finca más altos serían sus ingresos. Pero ocurría algo inesperado.
“El trabajador arrendatario no está interesado en invertir nada en
el mejoramiento de la tierra porque el dueño de la tierra disfrutará
de la mitad del producto sin hacer nada” (ibíd., 499). “En Francia,
los propietarios se quejaban de que los arrendatarios aprovechaban
cualquier ocasión para utilizar el ganado en el transporte y no en

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