Corrupción y ‘mermelada’ - 18 de Febrero de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 703335745

Corrupción y ‘mermelada’

En medio del fragor de una campaña política en la que siguen predominando los decibeles sobre los argumentos, comienzan, por fortuna, a abordarse los grandes desafíos que deberá enfrentar el país en los próximos cuatro años. Esta semana, en el marco del foro ‘La ética de lo público, responsabilidad de todos’, organizado por este diario, la Universidad del Rosario y la Fundación Konrad Adenauer, tres aspirantes a suceder a Juan Manuel Santos expusieron sus puntos de vista de cara a uno de estos asuntos centrales: la corrupción. Llamó la atención que tanto Germán Vargas Lleras como Humberto de la Calle e Iván Duque coincidieran en que el primer paso que debe darse en este propósito es poner fin a la cada vez más polémica ‘mermelada’. Se refieren a los cupos indicativos, figura que hace más de una década tomó el lugar de los recordados auxilios parlamentarios prohibidos por la Constitución de 1991 y que les permite a los congresistas gestionar recursos para obras en sus regiones ante el Ejecutivo. En torno a este componente de la representación política que desempeñan los parlamentarios, mucho se ha debatido, sobre todo en estos días. En principio, no tendría por qué ser reprochable que un parlamentario llevara ante el Gobierno central las necesidades de su región. De eso se trata su labor. El problema es que en Colombia, en los últimos años –y eso han demostrado tenerlo muy claro los aspirantes a la presidencia– se les ha dado un manejo a todas luces inadecuado y no pocas veces ilegal a los mencionados cupos, y estos han terminado convertidos en combustible de una perversa y gigantesca maquinaria corrupta que involucra no solo a congresistas, sino también a contratistas. Tal como numerosos testimonios de protagonistas de escándalos de corrupción recientes lo han relatado, los dineros de los cupos indicativos acaban financiando microempresas electorales de parlamentarios inescrupulosos que ponen precio –en dinero o en puestos para integrantes de su red de aliados– para garantizar su apoyo a ciertas iniciativas. El monto del cupo suele resultar destinado a obras escogidas sin criterio técnico alguno, pero sí con mucho olfato político, cuya ejecución termina plagada de irregularidades. Como se puede ver, cualquier pronunciamiento que marque distancia de estas prácticas es esperanzador. Si combatir el flagelo de la corrupción es un reto que no da más espera, lo mejor es atacar el mal de raíz; y no hay duda de que aquí estamos ante una de sus más...

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