El costo de olvidarnos del contacto con la naturaleza - 5 de Enero de 2020 - El Tiempo - Noticias - VLEX 831800285

El costo de olvidarnos del contacto con la naturaleza

Martín De Ambrosio - LA NACIÓN (ARGENTINA) @lanacionLa máquina de vapor fue una de las condiciones indispensables para la Revolución Industrial iniciada en Inglaterra a fines del siglo XVIII. James Watt, su inventor, contó después que esa pequeña-gran idea de insospechadas consecuencias le vino mientras caminaba por las zonas verdes de Glasgow. Llegar a un descubrimiento, o concebirlo, al pasear por la naturaleza no era en cambio una innovación en la historia. Sus antecedentes se remontan al menos a los seguidores de Aristóteles (precisamente llamados peripatéticos, paseadores), en una tradición que continuaron grandes caminantes-filósofos como Nietzsche, Rousseau o Bertrand Russell. Irónicamente, esa industrialización generada por la máquina de vapor -entre otras causas analizadas y estudiadas hasta el hartazgo- marca el comienzo de la etapa más vertiginosa del despegue de la especie humana de su cuna natural para darse su propio contexto mayormente autogenerado, artificial. Desde 2008, el Homo sapiens vive más en ciudades -su artefacto predilecto- que en áreas rurales, y lo que se avizora para el futuro es más tecnología, más realidades virtuales y diversas formas del encierro, con el teléfono celular reinando. Aunque tenga beneficios (por ejemplo, viviremos más años), este estilo de vida -no necesariamente elegido- supone distintos costos, dado que la evolución de varios cientos de miles de años preparó a cuerpos y mentes para un contexto de naturaleza. Por ejemplo, para buscar el agua y la comida con un alto gasto calórico antes que para el sedentarismo. Mientras nos adaptamos (o no) al nuevo contexto, los médicos registran por doquier niveles insanos de estrés, músculos en tensión excesiva, arterias cerradas, miopía (de hasta un insólito 90 % en asiáticos preuniversitarios) e incluso falta de vitamina D (aquella que necesita la luz del sol para ser producida), además de fobias sociales posiblemente atribuibles a que tampoco estamos acostumbrados a lidiar con multitudes. Estos males crecen entre las más de 7.000 millones de personas que habitan el planeta. Y generan otras formas más intangibles de no estar sano: la infelicidad y la propensión al suicidio, la falta de creatividad, la desconcentración. El periodista y ensayista Richard Louv definió el combo como trastorno por déficit de naturaleza. Lo hizo en un libro titulado Last Child in the Woods (El último niño en los bosques), publicado en 2005. Tras el éxito del concepto -aún no...

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