La crisis del euro en perspectiva - Núm. 36, Enero 2017 - Revista de Economía Institucional - Libros y Revistas - VLEX 845672559

La crisis del euro en perspectiva

AutorFrancesco Bogliacino - Dario Guarascio
CargoDoctor en Economía, profesor de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia - Doctor en Economía, Istituto Nazionale per l'Analisi delle Politiche Pubbliche (inapp), Roma, Italia
Páginas257-289
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Francesco Bogliacino
*
Dario Guarascio
**
LA CRISIS DEL EURO
EN PERSPECTIVA
El proceso de integración europea ha sido tradicionalmente pre-
sentado como de naturaleza política, fundamentado en la nece-
sidad de superar las divisiones continentales que han dejado rastros
imborrables en la historia tras la mancha de las dos guerras mundiales.
Efectivamente, el proyecto federal europeo tiene entre sus inspiradores
el Manifiesto de Ventotene de 1941 de Altiero Spinelli, héroe en la
lucha contra el fascismo (Spinelli y Rossi, 1941).
En su realización concreta, sin embargo, el proceso de integración
europea –o sea el conjunto de instituciones comunitarias que han
ido emergiendo y evolucionando– puede ser interpretado como la
manifestación continental de los cambios ocurridos en el capitalismo
global desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
En la posguerra, las instituciones comunitarias –entre otras, la
Comunidad Europea del Carbón y del Acero () (Tratado de
París de 1951) y la Comunidad Económica Europea () (Tratado
*
Doctor en Economía, profesor de la Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá, Colombia, [fbogliacino@unal.edu.co].
** Doctor en Economía, Istituto Nazionale per l’Analisi delle Politiche Pub-
bliche (), Roma, Italia, [dario.guarascio@sssup.it]. Agradecemos las discu-
siones con Federico Bassi, Valeria Cirillo, Claudio Cozza, Matteo Lucchese,
Marco Missaglia, Mario Pianta, y los comentarios de Ian Seda a este escrito.
Un agradecimiento particular a Christian Mongeau Ospina por sus aclaraciones
sobre las series de datos , y a Daniel Rodríguez por revisar la primera ver-
sión en castellano. Dario Guarascio agradece el constante y valioso debate con
Giuseppe Celi, Andrea Ginzburg y Annamaria Simonazzi. Agradecemos a tres
pares anónimos por sus comentarios y a David Ortiz por la revisión final. Las
opiniones de Dario Guarascio son del autor y no reflejan el punto de vista de
. Como siempre, los errores son responsabilidad de los autores. Fecha de
recepción: 28-08-2016, fecha de modificación: 17-02-2017, fecha de aceptación:
27-04-2017. Sugerencia de citación: Bogliacino, F. y D. Guarascio, “La crisis del
euro en perspectiva”, Revista de Economía Institucional 19, 36, 2017, pp. 257-289.
: https://doi.org/10.18601/01245996.v19n36.10.
de Roma de 1957)– nacieron con la finalidad de favorecer la gestión
común de las materias primas () y el intercambio comercial (y
migratorio) entre los Estados miembros.
La segunda fase del proceso de integración ocurre en un contex-
to profundamente diferente con respecto al que acompañó la fase
constitutiva de la  (Cafruny, 2015). El régimen de acumulación
regulado por los acuerdos de Bretton Woods estaba caracterizado
por una moderada competencia entre las economías, así como por
el uso del dólar como moneda de referencia para los intercambios,
el control administrativo sobre los movimientos internacionales de
mercancías y capitales, y la prevalencia de la dimensión doméstica en
la producción e inversión (Simonazzi y Ginzburg, 2015). El 15 de
agosto de 1971, Nixon declara el fin de la convertibilidad del dólar a
oro, que representaba el perno de dicho sistema1.
El régimen de acumulación que siguió se puede resumir de la si-
guiente manera (Stockhammer, 2014; Van Apeldoorn, 2009; Celi et
al., 2017): gradual liberalización de los movimientos de capitales, con
un consecuente crecimiento de las dimensiones y del grado de inte-
gración internacional del sector financiero; modificación en el ejercicio
de la política monetaria que se vuelve funcional a la estabilidad de los
precios (necesaria para favorecer los flujos de capitales) y que pierde el
rol de auxiliar de la política fiscal, como en el consenso keynesiano; las
producciones masificadas de tipo fordista reducen su peso, partes del
proceso productivo vienen tercerizadas tanto internamente como en
escala internacional y crece la importancia de los servicios; empieza
una fase de moderación salarial y de crecimiento de la participación
de las ganancias, en parte debido a que las organizaciones sindicales,
debido a un conjunto de reformas laborales, pierden gradualmente su
capacidad de aumentar los sueldos o de reducir el horario de trabajo
sin modificar el salario (Bogliacino y Maestri, 2014; Atkinson, 2015).
En este escenario, el proceso de integración europea recibe una
aceleración y una parcial modificación en sus presupuestos. La di-
mensión política orientada a construir instituciones democráticas
y soberanas en sectores como la política fiscal queda relegada a la
integración económica y monetaria.
La institución de la Serpiente Monetaria –y luego del Sistema
Monetario Europeo ()–, orientada a reducir el riesgo de cambio,
1 No obstante, las instituciones creadas en Breton Woods –el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial– sobrevivieron a la decisión de Nixon.
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Francesco Bogliacino y Dario Guarascio
tiene como elemento neurálgico la construcción de un ambiente más
favorable a la libre circulación de mercancías y capitales2.
El euro constituye el sello de esta segunda fase. Una vez estable-
cidas las condiciones para su introducción, entre las cuales se su-
brayan las reglas fiscales (relación déficit/ del , relación deuda
pública/ del 60%), a través del Tratado de Maastricht (1992), la
moneda única implica la renuncia definitiva a la soberanía monetaria
y la irreversibilidad del vínculo externo para los países de la Unión
Monetaria Europea (). Los primeros países en adoptar el euro
en 1999 son: Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia,
Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Portugal. Grecia adoptó
la moneda única en el 2001 y le siguieron Chipre, la República Es-
lovaca, Eslovenia, Malta, Estonia, Letonia y Lituania. Paralelamente
se introducen reglas que liberalizan por completo la circulación de
ciudadanos de los Estados miembros y de las mercancías producidas
en los mismos. La unificación alemana determina un desbalance del
baricentro económico europeo hacia el centro, ya que se genera un
proceso de divergencia entre centro y periferia, con el primero que
aumenta su peso económico y la segunda que ve debilitarse su estruc-
tura productiva y aumentar su dependencia de los capitales externos
(Simonazzi et al., 2013; Cirillo y Guarascio, 2015)3.
2 Tanto la Serpiente Monetaria como el  son acuerdos intergubernamentales
que implican la renuncia, por parte de los adherentes, al instrumento de la tasa de
cambio e implican una restricción en la capacidad de utilizar la política monetaria
en función de modificar las dinámicas reales. La imposibilidad de devaluar la
moneda, además, coincide con la clausura de una válvula en el caso de excesivo
déficit de balanza de pagos. Este último fenómeno conduce a presiones sobre
los salarios a la hora de promover un ajuste, provocando un debilitamiento del
trabajo y la institución de un ‘vínculo externo’. En parte la creación de la Ser-
piente Monetaria en 1972 nace del deseo de estabilizar las monedas (Flassbeck
y Lapavitsas, 2015), sin embargo, los cambios ocurridos en los años setenta, y en
particular el nuevo régimen de movimientos de capitales, hacen que el  de
1979 ya se inscriba completamente en el nuevo orden de la globalización bajo la
guía de Estados Unidos (Panitch y Gindin, 2012). En este sentido la interpreta-
ción del euro como una alternativa al dólar adolece de profundidad de análisis.
Primero, frente a la negativa de Alemania a implementar políticas expansivas, es
evidente que el euro puede funcionar solo en superávit externo, de lo contrario
los países de la periferia no podrían nunca encontrar la demanda suficiente para
crecer. Si es así, el euro no provee liquidez a nivel internacional y no podría en
ningún momento remplazar al dólar. Segundo, el proyecto de integración mone-
taria fue favorecido por Estados Unidos, sobre todo la constitución del  en
1979, para limitar las posturas keynesianas y aislacionistas en el Reino Unido y
Francia (ver Barba y Pivetti, 2016).
3 Actualmente, la Unión Europea entra en nuevos acuerdos de libre comercio con
China. Este impulsa los procesos de internacionalización financiera y productiva,
que a la vez refuerzan la moderación salarial, gracias a las mayores posibilidades
de relocalizar (Bogliacino et al., 2016) y la posibilidad de aumentar exógenamente
el salario real a través de importaciones a bajo precio (Simonazzi et al., 2013).
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