El ‘desarme’ de Camilo
Diego Arias* Especial para EL TIEMPO ¿Qué lo movió a impulsar con tanto interés la figura del sacerdote Camilo Torres, y especialmente en esta coyuntura? Nuestra historia actual, especialmente la colombiana, vive un tiempo de síntesis, más allá de las polarizaciones. La polarización no da más, y el mundo tiene que arreglárselas para dialogar, concertar, comprometernos todos y salvaguardar el futuro común, ante las agudas crisis y los desafíos del presente. Entonces, el pasado entra en revisión. Y ahora estamos, por fortuna, reabriendo un futuro para Colombia y para la humanidad, pero corrigiendo rumbos. En ese pasado no solamente están los hechos, sino, sobre todo, las figuras referentes, con potencial de futuro y con arraigo en lo más colectivo de la conciencia y del alma de los pueblos y las naciones. Algunos de estos referentes podrían ser supervivientes de la crisis como Nelson Mandela, o caídos en ella, como el cura Camilo Torres Restrepo. ¿Qué destaca de esa figura? La lucha de Camilo se arraiga en el humus cristiano: más que en lo ideológico, en la experiencia popular; más que en la lucha de clases, en la unidad como principio ético de toda acción transformadora colectiva y en el aprendizaje y la pedagogía desde el mundo de los pobres. Camilo se vuelve ahora una figura ‘puente’ y un jalón hacia el reencuentro más posible entre orillas opuestas; una conexión entre el evangelio social de la Iglesia de ayer y la que emerge hoy, impulsada por la figura y el mensaje “revolucionario” del papa Francisco. Su reflexión interpela también directamente al Eln. ¿Ha tocado el tema con ellos? Sí, claro. El único homenaje aceptable del Eln a Camilo es honrar su arraigo popular y no empoderarse ni ideologizar su memoria. El Eln ha sido y es ‘camilista’, y ha sido el único, quizás, que en estos 50 años custodió el legado de Camilo, lo profundizó y desarrolló, mientras su nombre y memoria, sus investigaciones y libros, y hasta sus restos mortales fueron proscritos, y lo son aún, por algunos sectores de la Iglesia y de la sociedad colombiana. Hay que dejarse llevar de la mano de Camilo Torres para sentarse a la mesa de acuerdos pero, sobre todo, como lo están planteando, sentar al pueblo colombiano y a su Gobierno a una mesa social de transformaciones en economía, ecología, democracia social y política, planes de desarrollo local y regional, desarme y convivencia ciudadana, entre otras. Este sería el gran homenaje del Eln a quien legitimó sus ideales y la opción, en ese breve lapso de su vida, por la lucha armada. Al Eln Camilo le entregó su legado y se lo confió, con su muerte en las selvas. El Eln deberá devolverlo al modo de hoy, no de hace 50 años. ¿En qué...
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