Un discurso del siglo XIX - 12 de Agosto de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 736453237

Un discurso del siglo XIX

Arcesio Fonseka - especial para EL TIEMPOEl 7 de agosto, durante el acto solemne de posesión del presidente Iván Duque, hubo un hecho que se robó toda la atención y todas las miradas, todos los comentarios en los mentideros y en las redes sociales. Y, la verdad sea dicha, la mayoría de esas reacciones fueron de estupor y desconcierto, de sorpresa, incluso de indignación. Entre la lluvia y la ventisca, algo desató una pequeña tormenta. Y no fue el clima, sino el discurso del nuevo presidente del Congreso de la República, Ernesto Macías. Por lo general, en las posesiones presidenciales, los medios y la ciudadanía se fijan en otras cosas. En los invitados, por ejemplo, en quiénes llegaron y quiénes no. Los más frívolos -y no solo ellos- hablan del vestido de la nueva primera dama y el nuevo presidente, mientras que los analistas espulgan hasta sus últimas consecuencias las posibilidades de interpretación de un acto lleno de símbolos de todo tipo. Son los rituales del poder que suelen ser el poder mismo; las formas y los ademanes y los gestos en los que muchas veces reside la condición casi mística del acto de gobernar. Un bizantinismo en el sentido más profundo de la palabra: una especie de ceremonia de unción en la que el poder, el mando, se transmite de unas manos a otras. La proclamación del nuevo César, la coronación del nuevo rey. En la historia de Colombia, la posesión de un presidente pertenecía, en rasgos muy generales, a una tradición republicana en la que casi siempre, por norma, brillaron la mesura y la austeridad, la emoción, la cordialidad, la aceptación de los principios básicos de la democracia encarnados en ese tránsito de un presidente que se va y otro que llega, pero al final siempre dentro de un espíritu de unidad y armonía. Como si ese día al menos, por lo menos ese, fuera un paréntesis entre los fragores de la campaña pasada y los sobresaltos del día siguiente de la posesión, cuando la realidad se impone con toda su fuerza y no da tregua y hay que gobernar ya, empezar a hacerlo, para que no se desboque. Pero el día de la posesión pareció siempre un día feliz y lleno de esperanza, un buen augurio. Claro, en tiempos recientes hubo anécdotas o incidentes, cosas para destacar entre tanta pompa y tanta solemnidad. Fue famoso, por ejemplo, el larguísimo discurso que pronunció en 1990, durante la posesión de César Gaviria, el senador Aurelio Iragorri Hormaza, quien habló tanto que muchos dicen que aún lo está haciendo. Eso...

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