Doce horas a la espera de la santa bendición - 8 de Septiembre de 2017 - El Tiempo - Noticias - VLEX 692915273

Doce horas a la espera de la santa bendición

Michael Cruz Roa Periodista de Bogotá No importó el inclemente clima de Bogotá, que pasó de un ardiente sol a un aguacero, para que 1’300.000 personas esperaran 12 horas en el parque Simón Bolívar con el fin de participar en la misa campal que celebró ayer el papa Francisco. “La eucaristía paga todo, fue muy linda”, dijo a la salida Alison Castañeda, una estudiante que asistió acompañada de su mamá. Las dos llegaron desde Soacha y estuvieron todo el día esperando el gran acontecimiento. Y no fueron las únicas que hicieron largos viajes para asistir al histórico encuentro. Aunque tuvo que coger dos buses y pedirles a otros dos conductores particulares que la acercaran a uno de los puntos que daba al Simón Bolívar, Olga Lucía Moreno esperó casi en primera fila el papamóvil en el que llegó Francisco, y lo vio pasar de frente. A las 3 de la mañana comenzó su travesía desde Bosa Recreo, en el sur de la ciudad, con medio pollo en su maleta, empaquetados, dos litros de bebida y dulces para la extensa jornada. A esta samaria, que lleva 24 años viviendo en Bogotá, no le importó que tuviera que esperar medio día para ver a su santidad. Ella era solo uno de los miles de feligreses que con camándulas en sus cuellos y camisas blancas llegaron desde las 5 de la mañana para estar en la Eucaristía. No los detuvo el frío inclemente de la madrugada sabanera ni el fuerte sol que quemó las mejillas de muchos en la mañana. Tampoco el aguacero que cayó desde el mediodía, que se repitió en varias ocasiones y que hizo más difícil la espera, pero, como decían bromeando los católicos, “de aquí no nos mueve ni el Papa”. Eso mismo pensaba Olga Lucía, que trabaja como aseadora, y que este jueves tuvo permiso de su jefe para ir al Simón Bolívar a ubicarse en una de las atestadas zonas. “Es que si no se hace el esfuerzo aquí en Bogotá, ¿cuándo lo ve uno? Con el salario mínimo no se llega a Roma”, expresó ella, mientras agarraba un paquete de camándulas. Las compró el miércoles en San Victorino. “Es una docena que traje a la Eucaristía, para que el Papa las bendiga. En Navidad se las daré como regalo a mi familia, que está entre Santa Marta y el Cesar”, contaba la mujer, cuyos ojos brillaban de la emoción, mientras besaba una de las camándulas y luego la guardaba en un pequeño cofre. Esa era la más especial, porque se la dará a su nieta, de un año. “Quiero que la guarde, para que la use el día de su primera comunión. No importa que no sea de plata, o que se oxide con el...

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