‘Dormimos con los niños en el portal del 20 de Julio’ - 11 de Febrero de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 702452957

‘Dormimos con los niños en el portal del 20 de Julio’

pedir limosna, dormir en la calle, buscar refugios y trabajar en lo que salga son algunas de las penurias de las familias venezolanas que llegan a bogotá buscando un mejor futuro.

Unas colchonetas, corotos de cocina y bolsas con comida, todo donado, era el trasteo que dos familias y una mujer venezolanas subían a un camión que los llevaría al barrio 20 de Julio. La temperatura superaba los 20 grados centígrados, sus cuerpos sudaban porque la sensación era como la de estar dentro de un horno, pero ellos sonreían; esa noche dormirían bajo techo. Emilio Alcalá tiene 39 años y su esposa, Xiomara Tabarés, 28. Ambos dejaron a sus parientes, desesperados por las humillaciones en su país. “En 2013 yo trabajaba en una farmacia como jefe de seguridad, allá fue en donde nos conocimos, ella era cajera”. En esa época, la escasez se incrementaba, el sueldo de Emilio alcanzaba solo para productos básicos. “Recuerdo la Venezuela de antes, la de la abundancia. Todo eso terminó con Nicolás Maduro de presidente”. Xiomara extraña los anaqueles atiborrados de comida. “El gobierno nos convirtió en seres egoístas. En Venezuela, antes, tú invitabas a gente a comer a la casa; luego, uno los rechazaba”. Por eso, ella, que antes defendía al gobierno, ahora lo repudia. “Ellos convencían, pero cuando nos dimos cuenta de la farsa ya era tarde”. La guardia tenía que escoltar a Emilio en su trabajo porque la gente reclamaba por la falta de pañales y leche para sus bebés. “Lloraban, se volvían locos. Me amenazaban y me maldecían”. Todo eso lo vivieron en carne propia cuando nació su hijo. “Por él tomamos la decisión. Un día desaparecieron los pañales en las tiendas”. Para comprar comida, las familias ponían cartones en los pisos o se escondían en los árboles; querían ser los primeros en la fila, pero no servía de nada porque cuentan que la policía y los ‘bachaqueros’ tienen una mafia montaba para revender los puestos y la comida que obtienen. “Ya no podíamos vivir en un país en donde se roban hasta las canastas de huevos. Un sueldo allá son 15.000 pesos colombianos”. Vendieron todo hasta reunir 500.000 bolívares, 75.000 pesos locales. Cruzaron la frontera a pie, con un bebé en brazos. “Llegamos a la terminal de Cúcuta; trabajé cargando maletas para recoger lo del pasaje y así tocamos piso de Bogotá, ¡madre mía!” La llegada fue cruel. “No tuvimos...

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