Dos cosas no pueden (ni debería) enseñarse - Reflexiones en torno al método científico - Experiencias y reflexiones pedagógicas en ciencia política y relaciones internacionales - Libros y Revistas - VLEX 697620725

Dos cosas no pueden (ni debería) enseñarse

AutorCarlos Eduardo Maldonado
Páginas45-60
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Dos cosas no pueden (ni debería) enseñarse
Carlos Eduardo Maldonado*
Introducción
Nadie enseña nada. Muchos menos en la época de la sociedad del conoci-
miento, ni tampoco en el tránsito hacia ella. La idea de enseñar corresponde
a un tiempo en el cual, literalmente, la información era escasa, reservada y
privilegiada. Había que acceder a ella por medio de diferentes pruebas y era
un privilegio para la sociedad. En eso exactamente consistían la educación,
la ciencia y la filosofía. Por extensión, la idea de “civilizar” se asimiló con el
tiempo a una noción culta y elitista del conocimiento. Era entonces cuando,
se decía, se enseñaba.
Mucho tiempo y mucha agua ha pasado desde entonces bajo el puente.
La sociedad cambió, el conocimiento se democratizó, la educación se abrió a
amplias capas de la sociedad, en fin, los datos fueron profusos y ubicuos y la
información pareció cobrar vida por sí misma. Al mismo tiempo, la educación,
la pedagogía y las propias ciencias y disciplinas a su vez cambiaron. Nuevas
prácticas, nuevas relaciones, nuevas y distintas comprensiones aparecieron y
se hicieron posibles. “Comunidades de aprendizaje”, horizontalización del
conocimiento, el aula como un sistema abierto, en fin, incorporación de nue-
vas tecnologías y dispositivos en el aula y en el proceso mismo del aprendi-
zaje. Bibliotecas, públicas y privadas, internet, bases de datos al acceso de los
grupos pertinentes, redefinición tanto de la estructura como de la dinámica
en el interior de colegios y universidades.
* Profesor titular, Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales, Uni-
versidad del Rosario.
Experiencias y reflexiones pedagógicas en Ciencia Política y Relaciones Internacionales
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Desde luego, estos procesos no fueron ni son lineales. Existen altibajos,
costos, riesgos y curvas de aprendizaje. Al mismo tiempo, tanto la gestión
del conocimiento como las políticas de conocimiento y de educación tratan
de adecuarse a las nuevas realidades. En todas partes se estudian experiencias
y modelos, se discuten y se aprenden, en el marco de un mundo singular en
toda la historia de la humanidad, a saber: un mundo diferente de suma cero.
Contra los sofistas ya Sócrates practicaba la virtud y el propio conoci-
miento. Los sofistas enseñaban. Sócrates, el filósofo crítico e independiente,
aprendía. Y les enseñaba a los demás a aprender y a descubrir. Hasta cuando
el statu quo, el establecimiento y el mundo del poder y de los intereses ter-
minaron imponiéndose sobre el filósofo, el esposo de Xantipa. Sus nombres:
Anito y Melito, personajes siniestros si los hay. Al cabo, como sucede siem-
pre en la historia, nadie terminó recordando sus nombres, y sí el de Sócrates
(Platón, 2012). Análogamente a aquel oscuro sacerdote jesuita que quemó a
Giordano Bruno e intentó hacer lo mismo con Galileo, el entonces cardenal
Roberto Bellarmino. La historia no se hace de infamias, sino a pesar de ellas,
en el camino hacia la luz, el conocimiento, la vida y las esperanzas.
Este texto se propone mostrar/demostrar que hay dos cosas que no se
puede ni se debe enseñar. Estas son, la ética y la investigación, esta última,
pomposamente llamada en los currículos como “metodología de la investiga-
ción”. Las dos primeras secciones se ocupan de cada caso particular, y en cada
caso se aportan los argumentos necesarios. Sobre la base de estos, la tercera
sección extrae las consecuencias y algunas conclusiones. Se trata de un ensayo
que va, según parece, en contrasentido de las buenas normas con respecto a
la ética y la investigación. Volveremos sobre esta idea.
La ética no se puede ni se debe enseñar
Lo sostuvo hasta el cansancio Sócrates, el filósofo de Atenas. Eso, literalmen-
te, no el poseedor del conocimiento, sino tan solo el amante de la sabiduría.
Al parecer, amamos aquello que nunca es nuestro, o bien aquello que jamás
termina por ser nuestro enteramente. Se trata de la búsqueda y la persecución,
la construcción y la siembra, el cuidado y el anhelo por algo que acaso vis-
lumbramos y rozamos, pero no termina de entrar y caber en nuestras manos.
Exactamente como todo aquello que amamos. El amor, una idea, contra todas
las apariencias, totalmente ajena a la noción de propiedad.

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