Editorial - 10 de Julio de 2013 - El Tiempo - Noticias - VLEX 448706222

Editorial

Una batalla cotidiana

Dista mucho de ser satisfactorio el panorama que dibujan los resultados de la más reciente medición de la percepción que tienen los colombianos de la corrupción, a cargo de la ONG Transparencia Internacional. Los aspectos más críticos del estudio, revelado ayer, tienen que ver con la arraigada creencia de que la corrupción va en aumento –un 56 por ciento opina así–, el escepticismo sobre la eficacia estatal para combatirla –un 57 por ciento se ubica en esta orilla– y, en particular, el descrédito de instituciones necesarias para que la democracia no se desvirtúe y crezca el riesgo de saltos al vacío. Aquí figuran el Congreso y los partidos políticos, ambos muy mal librados: mientras el 61 por ciento cree que los segundos son muy corruptos, el 57 por ciento opina lo mismo del primero. Una tendencia que, valga decirlo, es común en todo el continente. Debe subrayarse también el aumento de la desconfianza en otros campos igualmente vitales, como los servicios de salud, la justicia y la Policía. Esta última, si se comparan las cifras con las de países vecinos, es la segunda peor calificada, aspecto que no puede pasar inadvertido y que se suma al primer lugar que ocupa entre las instituciones a las que los encuestados pagaron sobornos. Es cierto, como algunas voces críticas advierten, que la salida a flote de episodios de gran resonancia, sumada al énfasis que el actual gobierno le ha puesto a la lucha contra este flagelo, hace que se enfoquen más los reflectores en el problema, lo que genera una eventual distorsión. Pero, aun dando crédito a dicha lectura, no es buena idea menospreciar el mensaje que llevan estos resultados. Que piedras angulares de la democracia alcancen tal nivel de descrédito conduce, como bien lo señala el informe de la entidad a cargo de la encuesta, a un progresivo menoscabo de la gobernabilidad del país. Lo que está en juego es la confianza en quienes hacen las leyes y las políticas públicas, que, por lo pronto, da señales de estar en un proceso de deterioro, que debe detenerse antes de que se comience a transitar sobre arenas movedizas. Por suerte, el mismo documento trae razones para alimentar el optimismo. Estas surgen del 97 por ciento que afirma estar dispuesto a jugar un rol activo en la lucha contra este enemigo, un dato esperanzador, sin duda. Pero si la idea es que dicho ímpetu tenga eco en la realidad, hay que ser enfáticos en que este no puede agotarse en la indignación encauzada a través del activismo de las redes sociales. Lo deseable es que, ante todo, tal preocupación motive denuncias tanto como...

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