Editorial - 16 de Julio de 2013 - El Tiempo - Noticias - VLEX 449323650

Editorial

No más borrachos al volante

Diana Milena Álvarez y Ana Eduvina Torres, dos mujeres jóvenes, trabajadoras, cargadas de sueños y motivo de orgullo para sus familias y amigos, son las víctimas más recientes que deja un nuevo accidente de tránsito, en el que el protagonista principal fue el alcohol. Perecieron en forma instantánea, luego de que el taxi en que se transportaban, tras una extensa jornada de trabajo, fue embestido por una camioneta que, según las autoridades, era conducida a alta velocidad por un joven de 23 años en estado de embriaguez. El hecho, además de enlutar a dos hogares, tiene a otra familia en ascuas, la del taxista, quien podría quedar con daños irreversibles en su cuerpo. Cada vez que se registran sucesos de tal magnitud, las condenas y el rechazo generalizado no se hacen esperar, los controles se multiplican y se reabre el debate sobre qué más hacer para advertir de los terribles efectos que genera la mezcla de alcohol y gasolina. Pero todo parece en vano. Al menos así se desprende de las cifras dadas a conocer por la Policía: el mismo fin de semana en que se produjo la tragedia de las dos jóvenes fueron sorprendidas 340 personas conduciendo embriagadas. Ya son 6.500 en lo que va del año, es decir, un infractor cada 43 minutos. En casi un centenar de accidentes han muerto 20 personas, también en el 2013, y se han suspendido 5.800 licencias. Los casos se repiten a lo largo y ancho del país e involucran no solo a ciudadanos del común. Por estos días se conoció el bochornoso incidente de una exasesora de la Secretaría de Tránsito de Bucaramanga que se negó a hacerse la prueba de alcohol alegando, cómo no, ser persona influyente, a la que no se la podía medir con el mismo rasero con que se mide a cualquier mortal su infracción de la ley. Decíamos que cada vez resulta más frustrante confirmar que ni las campañas ni las sanciones han sido suficientes para persuadir a quienes deciden tomar el volante después de una jornada de tragos. Ni siquiera parecen conmover los testimonios de aquellos que fueron responsables de desgracias que estremecieron a la sociedad y cuyas vidas cambiaron para siempre. Y, sin embargo, no queda más alternativa que insistir en la persuasión, en el mensaje de que se es un asesino en potencia cuando se conduce bajo el efecto del alcohol o las drogas. Y nadie puede quedar excluido de la responsabilidad que le corresponde: ni la familia, ni los amigos de rumba, ni los dueños de establecimientos públicos. Todos pueden, en un momento determinado, contribuir a evitar una tragedia. Dicho esto...

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