Una educación europea en Bogotá - 20 de Junio de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 575045134

Una educación europea en Bogotá

Thomas Chaimovicz, el autor ya fallecido de este relato, parte de una memoria escrita que él les dejó a sus dos hijos (Briefe an Mirjam und Raphael). Era hijo de un acaudalado industrial austriaco que con su familia alcanzó a escapar de los nazis en 1939 para establecerse en Colombia, donde vivieron hasta los años 50, cuando el gobierno de Austria les devolvió bienes y empresas confiscados. Además del episodio sobre su educación en la Bogotá de los años 40 –que fue de primera calidad, y para la cual contó con los intelectuales que habían llegado a refugiarse huyendo del terror, perseguidos por los regímenes totalitarios europeos–, presentamos otro sobre sobre la salida de su familia desde Austria. Se publican con autorización de Rosemarie Chaimovicz, viuda de Thomas, residente en Salzburgo, a Rudolf Hommes, quien editó las piezas. El lenguaje de la traducción de Bodo Diehn y María Graciela Otoya captura fielmente el del original en alemán. Se suprimieron reflexiones interesantes del autor sobre la política y la filosofía, la religión y la vida. Si alguien desea copia del original en alemán o en español, por favor solicitarla a Rudolf Hommes (rhommesr@hotmail.com) *** A la edad de 16 años leí en Bogotá Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Goethe y todavía me complace no haber necesitado intermediarios ni críticas filológicas como las que causan estragos en nuestras escuelas y privan para siempre a los jóvenes sensibles del placer de leer las grandes creaciones literarias del pasado. Desde aquel entonces surgió en mí el deseo secreto de ser propietario algún día de una granja semejante y llevar la vida de un granjero gentleman, como lo hizo posteriormente Carlos Valderrama, uno de mis compañeros de estudio, un conocedor inmensamente erudito de la filosofía medieval. Él dispone de mucho tiempo y lo dedica al estudio de San Buenaventura y San Agustín. Pero la vida cotidiana de un inmigrante era otra. Rápidamente tuve que aprender a medias el español, serví como traductor de mi padre, asistí a una escuela de radio, pues me interesaba la electrónica, y finalmente terminé de hombre orquesta en la oficina de importaciones de un emigrante. Tenía que ocuparme de la correspondencia en español e inglés, y aprendí ambos idiomas en la práctica diaria. Durante ese período se agitaba en mí la necesidad de estudiar, pero odiaba la idea de tener que hacerlo en un colegio. Encontramos un técnico de Viena con mucho talento pedagógico que me daba todos...

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