‘El colegio ayuda, pero el resto lo pone la persona’ - 7 de Diciembre de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 547759642

‘El colegio ayuda, pero el resto lo pone la persona’

Paulina Angarita Meneses Enviada especial de EL TIEMPO Taraira (Vaupés). Una sábana verde, que, desde 8.500 pies de altura, parece un campo de brócoli, es la única imagen que se tiene antes de llegar al municipio de Taraira. Allí, en plena región natural de la Amazonia, en la punta del Vaupés, Maira Alejandra Reyes, una jovencita de 17 años, obtuvo el mejor resultado del Icfes del departamento. Los 352 puntos fueron suficientes para que, becada por el Gobierno, la Universidad de los Andes la admitiera en la Facultad de Ingeniería Ambiental. En medio de la nada, alejada de los lujos y comodidades de la ciudad, pero rodeada de una gran reserva natural, cubierta por un cielo azul e imponentes nubes, Maira Alejandra encontró la esencia de la vida. Cuenta que hace dos años, siguiendo los pasos de su padre, Eliub Reyes, y su madre, Margoth Molina Córdoba, decidió radicarse en este nuevo municipio, creado en 1995, durante la bonanza del oro, y en el que hoy tan solo viven 1.136 personas. Había vivido y estudiado en Bogotá, Mitú, Villavicencio, Guamal y Cubarral (Meta), donde sus padres trabajaron. Cuando en el 2012 su papá se trasladó al pequeño municipio, después de ser nombrado secretario de Gobierno, Maira se fue a vivir a Villavicencio a casa de uno de sus tíos. Pero a comienzos del 2013 tomó la decisión de estar con ellos. “Pensaba: ‘Yo me voy con mis papás así estén en la mitad de la selva’ ”, cuenta esta joven de voz dulce con una madurez mayor que la que revela su edad. Y así fue. Viajó sola de Villavicencio a San José del Guaviare, donde tomó un avión DC3, que la llevó a Taraira al lado de cajas de pollos y bultos de comida que iban a surtir al pueblo, cuyos habitantes son mayoritariamente indígenas, como en todo el Vaupés. En sus recuerdos aún está viva la primera imagen que tuvo una vez descendió de la aeronave. “Vi unas casas de madera y un estropeado puente, que conectaba la pista con el pueblo. Me dije: ‘¿Yo para dónde me vine?’ ”, relata. En este apartado municipio tan solo las sedes de gobierno, el colegio –el único de la población– y las iglesias son de ladrillo. Algunas calles son de piedra y están cubiertas de arena. Como en Mitú, no hay grandes comercios ni transporte público, y tampoco es necesario, pues los tarairenses se trasladan caminando. Tan solo unos pocos tienen moto. Eso permite que por momentos reine el silencio. Lo único que lo interrumpe es el sonido de la planta que genera la energía del pueblo, y el cacareo de...

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