Época de predicadores - 3 de Abril de 2018 - El Tiempo - Noticias - VLEX 707355197

Época de predicadores

Algo de lo cual la humanidad parece no poder prescindir es de todos esos profetas, predicadores, políticos y charlatanes que desde que los pueblos tienen memoria cumplen la función de difundir mensajes y ofrecer paraísos a quien se les pase por el frente. No tengo idea de cómo funcionarían aquellos que convencieron durante milenios a los egipcios de que el faraón era dios y la felicidad colectiva dependía de sus designios insondables, que incluían hacer enormes pirámides que servían como último refugio para sus restos. Conocemos más, por nuestra tradición bíblica, de los métodos pedagógicos de los profetas que hablaban en nombre de Yahvé combinando hábilmente el mensaje del amor con el del terror. Ese Dios bíblico era terrible, siempre ponía pruebas extremas a quienes amaba: a Abraham le pidió que acuchillara a su único hijo en un altar; al pobre y temeroso Moisés lo mandó sacrificar a todos los primogénitos egipcios, y por un pequeño desliz no le permitió llegar a la tierra prometida; a Saulo lo tumbó del caballo y lo dejó ciego... para solo poner unos ejemplos. Durante siglos se contaron las mismas historias antes de que quedaran escritas en los libros sagrados, y quienes las narraban, fueran grandes sacerdotes, gobernantes o cuenteros, las supieron usar para crear un sentimiento de unidad y obediencia a quienes estuvieran en el poder político o religioso, que en muchos pueblos fue y sigue siendo lo mismo: la clave de su grandeza y, con frecuencia, de su desgracia. Más tarde, los griegos y los romanos inventaron la política y con ella, a los políticos que comenzaron a hacer lo mismo que hacían los otros predicadores, ya no en los templos, sino en el ágora ateniense o en el Senado romano, investidos por sus conciudadanos del derecho a fabricar verdades y convertirlas en leyes para la felicidad pública. Antes, por supuesto, debían predicar sus fantasías, convertir a los escépticos, conquistar el voto, que es el gran hallazgo de la democracia. Aunque en estas sociedades que sentaron las bases de nuestra cultura occidental había decenas de divinidades, parecería que su especialidad no era la de...

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