Microtráfico, una tragedia urbana de nivel continental - 31 de Diciembre de 2013 - El Tiempo - Noticias - VLEX 481374338

Microtráfico, una tragedia urbana de nivel continental

Microtráfico, una tragedia

El Grupo de Diarios de América Latina (GDA) revisó el fenómeno en 11 ciudades de la región. La Fuerza Pública no ha podido frenar el narcomenudeo.

Yolanda Gómez Subeditora Bogota Un kilo de marihuana en zonas de cultivo del departamento del Cauca (suroccidente de Colombia) se consigue en veinte mil pesos. Una vez puesto en Bogotá, ese mismo kilo sube a setenta mil. Los traficantes, que en la calle distribuyen el gramo a mil, terminan vendiendo el kilo en un millón de pesos. De esa magnitud es el negocio del tráfico de estupefacientes al menudeo, con el cual se está financiando una tragedia urbana de nivel continental, cuyos principales protagonistas y víctimas son los jóvenes. Ellos son los clientes principales de los traficantes, y la mano de obra que utilizan para vender la droga en las calles sin consecuencias judiciales. Para las autoridades, enfrentar un negocio que tiene una rentabilidad del cinco mil por ciento entre el cultivo y el consumidor se ha convertido en una tragicomedia que demanda millones de dólares del erario público y el desgaste de una fuerza pública que no da abasto para controlar expendios de drogas que se multiplican como hormigas en las ciudades. El Grupo de Diarios de América Latina (GDA) revisó el fenómeno en once ciudades de la región: San Juan de Puerto Rico, Ciudad de México, San José de Costa Rica, Montevideo, Quito, Buenos Aires, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Lima, Caracas y Bogotá. Todas ellas golpeadas por los traficantes, que han encontrado en la venta al detal de alucinógenos un filo jugoso del narcotráfico. Una característica generalizada en las ciudades es la falta de información y cifras exactas sobre la medición del fenómeno, aunque en todos los casos las autoridades son conscientes de la gravedad del problema y la dificultad para enfrentarlo. “¿Cómo nosotros vamos a enfrentar el reto de un negocio que es extremadamente lucrativo y que lo estamos haciendo más (rentable) con las medidas que estamos tomando?”, comentó Salvador Santiago, jefe de la gubernamental Administración de Servicios de Salud Mental y contra la Adicción (ASSMCA) en Puerto Rico. Las autoridades de Costa Rica afirman que el microtráfico tomó tal fuerza en los últimos ocho años, que hasta cambió el rol de ese territorio en la industria de la droga. “Pasamos de ser un país de tránsito a ser un país consumidor”, reconoció Carlos Alvarado, director del Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD). En términos sencillos el microtráfico o venta de estupefacientes al menudeo o al detal es un negocio montado por las mafias para vender masivamente al consumidor drogas ilegales por gramos, que es la dosis mínima. Por su tamaño, población y complejidad, las capitales se han convertido en los centros de disputa preferidos de las mafias para ese negocio. En el portafolio de drogas ilegales que ponen en las calles, la marihuana encabeza las ventas, el consumo y su influencia en los delitos. Después están la cocaína, los inhalables (como el pegante bóxer), la heroína y el bazuco, que es la droga de peor calidad y bajo precio en la escala de los alucinógenos en Bogotá. En otras ciudades se llama crack o paco que, más allá del nombre, es el residuo de la base de coca, mezclada con químicos que la hacen altamente adictiva. En la lista figuran las drogas sintéticas, que cada día ganan más mercado, especialmente entre los estudiantes y en las zonas de rumba. En la estructura del narcomenudeo, las mafias están en la cabeza y los jíbaros (vendedores) en la base. Entre esos dos extremos figuran los lugartenientes, los testaferros (que lavan el dinero) y los administradores de los expendios (‘ollas’). Son estos últimos quienes reciben la droga al por mayor, la pesan, la empacan, la marcan y la ponen en la calle. La primera característica del negocio, que les garantiza éxito a las mafias y dificulta el trabajo de la Policía para su control, es la proliferación de expendios a lo largo y ancho de las ciudades. Aunque en algunas hay uno o dos puntos críticos y reconocidos, el fenómeno está disperso. En Bogotá, una urbe de siete millones y medio de habitantes, la Policía reconoce la existencia de 260. En Montevideo (Uruguay) se estima que hay 960 ‘bocas’, como se llaman allí los expendios. En una encuesta realizada en Venezuela en 2011, el 41 por ciento de los encuestados señaló la existencia de venta de drogas en su comunidad. Allí hay puntos de venta en casas o locales, en medio de los vecindarios, a la vista de los residentes que padecen la intimidación si denuncian, y enfrentan el riesgo de que sus hijos sean reclutados para la venta y el consumo, en zonas marginadas. Las modalidades de venta incluyen el servicio a domicilio (delivery, se llama en Caracas), que hace difícil detectar a los jíbaros, que van de edificio en edificio entregando sus pedidos. El otro frente son los colegios. No solo hay jíbaros en entornos escolares, a la caza de nuevos consumidores, sino que muchos alumnos tienen sus propios mercados dentro de las instituciones educativas. Ninguna autoridad, de las once ciudades consultadas, se atreve a estimar el número de personas que integran el ejército distribuidor de drogas al...

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