La fiesta se encendía desde bien temprano - 24 de Diciembre de 2015 - El Tiempo - Noticias - VLEX 590442778

La fiesta se encendía desde bien temprano

Para Carlos y Hugo, mis hermanos Nací en el barrio Obrero de Cali, viví en calle caliente, en las esquinas gastábamos el tiempo, las palabras y los deseos. Todo el barrio tenía su manera de bailar, de jugar al fútbol en las calles y poner discos de la Sonora Matancera. Daniel Santos y Bievenido Granda eran los ídolos de la noche, y Celia Cruz era la reina rumba. Diciembre empezaba el 7 de diciembre, el día de las velitas. Era una vieja tradición, en la que las familias intercambiaban platos tradicionales, desamargado, buñuelos, manjar blanco y vino Moscatel. La fiesta se encendía desde temprano, se escuchaban los totes y las papeletas, y la música de la Sonora Matancera en sus diferentes voces marcaba la alegría de las gentes populares. También se cruzaban la música de Cortijo y hasta boleros de Tito Cortés, quien vivía unas cuadras más abajo y jugaba fútbol en el Loncha. Con nuestra gallada, conformada por siete muchachos, recorríamos las calles del barrio, nos sentábamos en el parque, bajábamos hasta donde Merejo, el único sitio donde se escuchaba toda la música de Cortijo e Ismael Rivera. Pasaba por la casa de Rosa, en la carrera 11, la hermosa trigueña de cejas negras que bailaba conmigo pachanga en los agualulos de los domingos, y que un sábado decidió tomarse un veneno. Sin tener edad para estar en Cangrejos, el bar más bravo del Obrero, me amanecí llorando escuchando la voz de Daniel Santos, llamado Rosa. Rosa, qué generosa. Ella, hermosa joven que una vez me dedicó La cosecha de mujeres. Con los boleros de Roberto Ledesma pedíamos la próxima caneca, que nunca se sabía cómo se pagaba. No, no salgas de tu barrio –del barrio Obrero a la quince es un paso–. Barrio que desgarra mi memoria. Llegó diciembre con su alegría, con las camisas de flores que mi madre cosía en su máquina Singer. Con la ropa que me compraba mi padre en el centro. Había poco, pero nunca faltaba lo necesario. Aprendimos a hacer voladoras, pedir y salir corriendo sin pagar. Armábamos peleas en las fiestas a las que íbamos, y creíamos que siempre estaríamos juntos. Sin embargo, cuando empezaron a tumbar el Rialto, un teatro sin techo en la carrera octava con 21, entendimos que el barrio no duraría para siempre, que los recuerdos de las películas de rumberas, con Tongolele, Meche Barba, Amalia Aguilar y Ninón Sevilla se convertían en una parte de nuestra infancia y adolescencia. Diciembre sonaba a Recuerdos de Navidad de Celio González, a la voz de Lucho Argaín y...

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