Flores para mascar - 10 de Junio de 2017 - El Tiempo - Noticias - VLEX 682425141

Flores para mascar

Las primeras flores que probó en su vida fueron las flores de monte. Su aspecto carnoso y su sabor ácido las hacían muy apetecibles. “Era como comer moras”, dice. Verdaderas golosinas que crecían en arbustos pequeños, en diferentes zonas de Santander, donde el periodista Jorge Iván Castro pasó sus años de infancia. Por su paladar pasaron luego los azahares de naranjos y limoneros, flores muy aromáticas que servían, según sus abuelos, hasta para calmar los nervios. Su curiosidad por el sabor de las flores continuó en los cafetales. El aroma dulce de las flores lo atraían a él y a sus primos. “Llevarse a la boca una flor de café era algo así como tomarse un tinto muy azucarado”, señala. Perteneciente a una familia numerosa de Santander, en la que las reuniones giran en torno a la cocina y en la cual se vive aún esa “cultura doméstica de la buena comida”, Jorge Iván confiesa que terminó “un poco hastiado del periodismo”. Trabajó por más de 25 años en la televisión. Un buen día decidió tomarse un periodo sabático y se dedicó a las artes culinarias. Estudió las técnicas clásicas de la cocina francesa y empezó a conjugarlas con todos los sabores y saberes aprendidos en casa y compartidos en familia. Cuando regresó al país, surgió la posibilidad de abrir su propio restaurante, pero decidió no “enredarse la vida” y le apostó a una tendencia que hoy es éxito en Europa y en Estados Unidos: las cenas ‘clandestinas’. En un espacio íntimo, los de su propia casa, y con un ‘menú a ciegas’, las cenas clandestinas de Castro Cocina reúnen quincenalmente a personas que comparten el interés por la gastronomía. Las flores como ingredientes de los platos siempre han estado presentes. “Aquí es sorpresa con quién se van a sentar a comer y qué van comer. Lo único que dicen los comensales es si son alérgicos a algo o si tienen alguna restricción en la dieta, del resto todo es sorpresa”, comenta. En el jardín de su casa cultiva capuchinas, cebollinos, geranios, pensamientos y caléndulas que aún no están florecidas. Ellas le aportan ese toque especial y le dan sabor a sus platos en los que abundan productos de huertas orgánicas de los alrededores de Bogotá, como papas nativas de la sabana, en diferentes gamas de colores y sabores; además de cubios, guatilas, pipilanga, mafafa y otros tubérculos poco utilizados hoy en la cocina diaria. “Me interesa exaltar productos regionales que forman parte de nuestra cultura, que ya casi están extintos en el menú de los...

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