Género y dimensiones discursivas del cambio climático: lecciones para Colombia - Segunda parte. Debates actuales sobre mujeres y cambio climático - El cuidado de la tierra: mujer, ambiente y cambio climático - Libros y Revistas - VLEX 684135781

Género y dimensiones discursivas del cambio climático: lecciones para Colombia

AutorLeonardo Güiza, Lina Correa
Páginas55-76

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Introducción

En los últimos años, Colombia se ha caracterizado por una lenta incorporación de la perspectiva de género en su discurso institucional y en sus políticas públicas, lo cual ha impactado negativamente la reducción de las desigualdades de género y, por tanto, la construcción de una sociedad más equitativa. Según el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo —pnud o undp por sus siglas en inglés—, las políticas públicas que no incorporan un enfoque de género son perjudiciales para el desarrollo humano, en la medida en que tienden a exacerbar la exclusión y la desigualdad de género existente (undp, 2009, p. 54), puesto que tienden a ser sesgadas y estar dirigidas a los hombres.

De otra parte, en el plano internacional, los debates sobre las relaciones de género en el cambio climático han sido prolíficos. Si bien hasta hace poco los estudios sobre el cambio climático estuvieron dominados por científicos de las ciencias naturales, recientemente, los científicos sociales empezaron a

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incorporar sus perspectivas de análisis en ellos. Como apunta Terry, eso explica que estos estudios sobre el cambio climático hayan carecido en gran medida de una perspectiva de género y, en consecuencia, que en ellos predomine una visión estereotípicamente “masculina”, centrada en “nuevas tecnologías, instrumentos tecnológicos a gran escala y complejos modelos informáticos” (Terry, 2009, p. 6).

La incorporación del enfoque de género en las investigaciones sobre cambio climático puede interpretarse como parte de un viraje más amplio hacia el estudio de las dimensiones sociales del cambio climático, tales como la justicia social, los derechos humanos y el desarrollo sostenible. Como se verá más adelante, distintas investigaciones demuestran que el cambio climático, en cuanto es un fenómeno físico, histórico y social, está permeado por las relaciones de género, pues es un elemento estructurante de la vida social (Bonan & Guzmán, 2007). En palabras de Scott, citando a Bourdieu, “los conceptos de género estructuran la percepción y la organización, concreta y simbólica, de toda la vida social” (Scott, 1996).

Un enfoque de género en las políticas y debates sobre cambio climático permite evitar la intensificación de esas desigualdades de género (Nelson, Meadows, Cannon, Morton & Martin, 2002), en tanto que considera cómo las identidades femenina y masculina crean distintas vulnerabilidades y capacidades para hacerle frente a este fenómeno (Carr, 2013). En vista de lo anterior, se ha planteado que los debates y políticas de adaptación al cambio climático deben incluir a las mujeres, no simplemente como objetos de discusión, sino como agentes sociales con vulnerabilidades (así como con saberes y necesidades) particulares. Como se demostrará más adelante, solo bajo una perspectiva de género se pueden abordar los impactos del cambio climático de una manera tal que no se contribuya a la reproducción de las condiciones actuales de desigualdad entre hombres y mujeres.

Ahora bien, ¿en qué consiste la vulnerabilidad de la cual son objeto las mujeres en el contexto del cambio climático? En primer lugar, ellas tienen menos acceso a los recursos “que aumentarían su capacidad para adaptarse al cambio climático —incluyendo la tierra, el crédito, los insumos agrícolas, los órganos de toma de decisiones, la tecnología y los servicios de capacitación—” (Smyth, 2009). En segundo lugar, la escasez de tiempo de las mujeres, que resulta de su carga triple de trabajo: las actividades de producción, las tareas del hogar y el cuidado y el trabajo comunitario (Asian Development Bank,

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2013), lo cual contribuye a que dediquen menos tiempo a las actividades de esparcimiento y al cultivo de su educación. En tercer lugar, hay aspectos macrosociales que limitan el empoderamiento y la agencia de las mujeres, como la desigualdad en la distribución mundial de la riqueza, las estructuras de poder político y el conjunto de relaciones simbólicas y culturales que constituyen la desigualdad y la exclusión en un sentido más profundo.

Con el pasar del tiempo, a medida que se fue consolidando una literatura en torno a la cuestión del género en las investigaciones sobre el cambio climático, surgieron, asimismo, los primeros planteamientos críticos, que ponían en tela de juicio muchos de los supuestos presentes en esta literatura. A este respecto, uno de los debates más provechosos ha sido el planteado por una corriente de autoras sobre las dimensiones discursivas del cambio climático y las implicaciones que ello tiene para la efectiva equidad de género. A grandes rasgos, son tres los componentes de su crítica. En primer lugar, arguyen que el género no es una simple variable estadística, ni es meramente “hablar de las mujeres”, como parecen interpretar muchos investigadores, sino que, en un sentido más profundo, el género tiene que ver con las relaciones simbólicas y de poder, a través de las cuales se construyen las identidades masculina y femenina en un contexto social determinado. En segundo lugar, aluden a que hablar de “la mujer” o de “las mujeres” sin más, ignora que el concepto de mujer no es homogéneo, que hay variables como la clase social, la etnia, la raza, etc., igualmente determinantes para el análisis. En tercer lugar, plantean que muchas políticas, organizaciones e investigadores se apropian de la categoría “género” despojándola de su componente crítico y emancipatorio, gracias a lo cual terminan reproduciendo los discursos sociales que discriminan a las mujeres, es decir, que terminan convirtiéndose en un obstáculo para la efectiva equidad de género y el empoderamiento de las mujeres.

Teniendo en cuenta este fructífero debate internacional sobre las dimensiones discursivas del cambio climático, el objetivo de este capítulo es rescatar algunos de los elementos más destacados de esa crítica con el fin de plantear algunas lecciones para los estudios venideros sobre el cambio climático con perspectiva de género en Colombia.

Para empezar, planteamos una síntesis del debate sobre las relaciones entre el género y el cambio climático, y nos detenemos brevemente en el concepto de empoderamiento. Después, presentamos y discutimos los elementos principales en torno al problema de las dimensiones discursivas del

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cambio climático. Enseguida, hacemos un breve examen de la medida en la que la perspectiva de género ha sido incorporada en las políticas públicas en Colombia. Finalmente, planteamos algunas conclusiones y sugerencias.

1. Género y cambio climático

Si bien no hay un consenso en torno a qué signifique la categoría “género”, pues diversos autores han planteado diversos usos, la definición más citada es probablemente la propuesta por Joan Scott varios años atrás, según la cual “el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos” y es, al mismo tiempo, “una forma primaria de relaciones significantes de poder” (Scott, 1996). Una perspectiva de género hace énfasis, en primer lugar, en que las diferencias entre hombres y mujeres no son producto de las determinaciones biológicas, sino de las construcciones simbólicas en torno a la sexualidad y de las relaciones sociales de dominación. En segundo lugar, hace énfasis en que las categorías “mujer” y “hombre” no deben entenderse de forma separada, pues estas son interdependientes, es decir, que la categoría hombre y la categoría mujer son definidas la una en términos de la otra (Scott, 1996). En otras palabras, el género es una categoría relacional.

Es importante señalar que el carácter relacional del género, junto con la perspectiva constructivista que le subyace, son elementos analíticos que implican una forma renovada de observar las relaciones de las personas con el ambiente y con el cambio climático.

Arora-Jonsson (2014), una destacada académica que se ha dedicado al estudio del ambiente y de las relaciones de género, en su artículo “Forty years of gender research and environmental policy: Where do we stand?” hace un balance crítico sobre los estudios académicos y las políticas medioambientales y el género. Ella plantea que uno de los grandes aportes de esta literatura es que se ha centrado en develar el sesgo androcéntrico de muchas de las categorías de análisis en los estudios sobre el ambiente. De esta manera, Arora-Jonsson identifica cuatro aspectos importantes en cuatro décadas de producción bibliográfica sobre género y ambiente, aproximadamente desde los años setenta hasta nuestros días. El primero, tiene que ver con el “descentramiento del sujeto masculino de la política ambiental”, el rescate del papel que desempeñan las mujeres y otros grupos marginalizados, y con que el significado que se le confiere al ambiente varía según diferentes grupos de personas. El

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segundo aspecto está referido a “la importancia de los derechos de propiedad y la seguridad económica, y [a] un reconocimiento del trabajo no remunerado de las mujeres en las labores ambientales y de cuidado” (Arora-Jonsson, 2014,
p. 296 traducción propia). El tercero tiene que ver con la inclusión de las mujeres en la toma de decisiones y la gobernanza ambiental formal. Un cuarto y último aspecto se relaciona con “el potencial transformativo de las luchas de género para la emancipación”, pero, al mismo tiempo, con las ambigüedades en el apoyo que a ellas brindan las agencias externas (Arora-Jonsson, 2014,
p. 299, traducción propia).

Por su parte Agarwal (1992), en su ensayo “The Gender and Environment

Debate: Lessons from India”, publicado hace más de veinte años y ampliamente citado, planteó que el género...

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