La glándula del estatus - 4 de Julio de 2019 - El Tiempo - Noticias - VLEX 797143085

La glándula del estatus

He notado que hay personas que no toleran que se hable de la corrupción como un problema social complejo y sistémico -como la pobreza o el cambio climático, por ejemplo-. Solo aceptan que se aborde en clave moralista. No es admisible que sea un defecto de fábrica de la naturaleza humana, solo puede entenderse como una enfermedad o desviación moral. "Un cáncer", según la metáfora de rigor. Que solo afecta a los demás, por supuesto: las personas en cuestión están inmunizadas desde la cuna. Esas personas son un gran tesoro para el columnista, pues gracias a ellas tiene garantizada una buena cosecha de likes y aplausos siempre que los requiera. Basta con despacharse una potente invectiva contra los corruptos, algo nunca difícil de hacer, cargada de epítetos y llamados a la revolución ética en la sociedad. Y listo el pollo. Una reverencia, y a recibir ¡vivas! de la galería. Esas columnas de trillada indignación me suelen parecer llanas y repetitivas. Pero lo más grave es que nos atrapan en una dinámica de indignación y aplauso que nos impide abordar el problema desde nuevos ángulos, bajo otros considerandos, que es quizá lo que está haciendo falta para enfrentarlo. A diferencia de lo que se piensa, al Homo sapiens no lo motiva el dinero: lo motiva el estatus. Es cierto que, en sociedades relativamente pobres, como la nuestra, el dinero y el estatus están correlacionados. Pero en otros contextos, cuando las necesidades básicas están suficientemente satisfechas, los humanos persiguen todo tipo de valores no monetarios, cuya posesión jerarquiza también la sociedad: títulos de nobleza, condecoraciones y medallas, likes y seguidores, piercings y tatuajes, amantes fotogénicos, conchas marinas, cráneos de guerreros enemigos, segundos lugares en concursos literarios o diplomas de posgrado. El respeto de la tribu que confieren a su poseedor es más significativo que el oro y la plata. La sanción social, o menoscabo del estatus, por tanto, puede ser un disuasivo más eficaz contra los corruptos que la prisión o la devolución de lo robado (que convincentemente defendió José Manuel...

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