¡Gol! - 4 de Julio de 2014 - El Tiempo - Noticias - VLEX 518275490

¡Gol!

Marcha fúnebre

Ricardo Silva Romero

Hoy será un recuerdo. A riesgo de sonar a poesía coja o a sabiduría de bolsillo, como los comentaristas que he padecido con verdadero cariño desde la infancia (“una mañosidad que no sirve a la higiene visual del juego”, “un error fruto de la desinteligencia del cuatro posterior”, “los partidos no se acaban hasta que se acaban”, “las posibilidades son ganar, empatar o perder”), vale decir que dentro de un rato va a suceder el partido de fútbol más importante de la historia de Colombia. Perder no es ganar ni un poco: ya no. Pero, venga lo que venga, esta Selección no solo ha vencido a la tal “idiosincrasia colombiana” que ha servido a los peores patrones –y no solo ha vencido nuestro derrotismo, nuestro sentido trágico de la vida–, sino que le ha abierto paso al grito que nos hemos estado tragando. Colombia ha sido su querida Selección: esperanzadora en el 90, fúnebre en el 94, sometida en el 98. Y luego, del 2002 al 2010, errática, rosquera, decadente, escandalosa, a imagen y semejanza de ciertos dirigentes voraces y ciertos comentaristas amañados. Cuesta mucho rescatar –de ese silencio fulminante en el que las familias se resignan a sacrificarse por sus hijos– a las sociedades que, como esta, han sido sitiadas por ejércitos depredadores: se hacen necesarios tanto la suerte como el destino para poner en marcha el rito de llevar todos juntos los colores, las voces, los ritmos de una identidad. Y la neurosis colombiana, secuela de tantas necesidades insatisfechas (pues aquí no ha habido seguridades ni ha habido reconocimientos), parecía irremediable. Se hallaba, en la reivindicación de las telenovelas, en la promesa de las revoluciones y en la falsa épica de los narcos, la purificación del alma envenenada por las desigualdades. Pero era temporal: el sistema nervioso colombiano, acorralado por el miedo, sabía de memoria reprimir su lamento. Y el epígrafe justo para nuestra historia reciente –repito– era el “yo quiero pegar un grito y no me dejan, yo quiero pegar un grito vagabundo” que cantaba Buitraguito: sabrá Dios cuántos 9 de abril nos habremos tragado desde 1948. Y sin embargo, el mundo cambió...

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