Gracias mil a la Librería Nacional - 22 de Septiembre de 2021 - El Tiempo - Noticias - VLEX 876052381

Gracias mil a la Librería Nacional

Cómo puede un escritor dedicarse a un solo tema durante toda su vida, me preguntan reporteros que han seguido mi trayectoria. Y se refieren, desde luego, a ese movimiento remoto del que vengo haciendo parte desde 1958, cuando a un cerebro privilegiado surgido de las montañas de Antioquia se le ocurrió fundar un movimiento contra todo lo que se moviera, al que denominó nadaísmo. Y se rodeó de vagos poetas que se encargarían de ir regando la mala nueva. Los "mamaístas", nos calificó muchos años después el exasperado poeta Rogelio Echavarría. No ha sido mi único tema, vale decir. También me he detenido en el anecdotario casero y la develación del auge y caída de la casa de las agujas, donde mi padre que era un hacha con la máquina de coser confeccionaba el ropero de paño de los caleños; en esos objetos misteriosos que atiborran los estantes de bibliotecas y librerías difundiendo los antepasados saberes; en esos puntos luminosos y musicales donde brillan botellas con atractivas etiquetas espirituosas, y en los cuartos traseros de las bellas que circulan por los andenes del ancho mundo. Para no cansarlos más con el tema de la filosofía y estética insostenibles del nadaísmo, como venimos ilustrando por 6 largos lustros, exalto hoy el lugar predilecto donde comenzamos a perfilar, desde Cali, nuestro malestar cultural existencialista: la Librería Nacional, que por estos días cumple 80 años, fundada por el santandereano don Jesús Ordóñez, en Barranquilla, después de haberse desempeñado como librero en La Habana. En 1961 decidió comenzar a tomarse el país a partir de la plaza de Caycedo de Cali, donde funcionaba el Banco de Londres, y luego a pocos pasos de la Catedral. Era lo nunca visto, poder desplazarse por estanterías repletas de libros, en lugar de solicitarlos al dependiente, llevarlos a la mesa porque también había servicio de cafetería y heladería, pasarse horas leyéndolos si no había para comprarlos, y ¡ah!, ojeando la revista Playboy. Ante esa modalidad, el sitio se mantenía lleno de intelectuales paliqueantes y de mujeres hermosas, desde las burguesas de La Tertulia hasta reinas de los cien barrios caleños. Por ello era el lugar ideal para hacer levantes. Y de allí, para el estudio de Pedro Alcántara. Allí...

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